El pasado 23 de enero, horas después de que el presidente del Parlamento, Juan Guaidó se juramentara en público como presidente encargado, la entrada al popular y más grande barrio caraqueño de Petare, estalló en llamas.
La crisis que atraviesa Venezuela ha comenzado a calar entre sus casi 800.000 vecinos y ha generado un terremoto con numerosas réplicas en las filas chavistas.
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Entre el 21 de enero y el 27, 850 venezolanos fueron detenidos, dos medios del Zulia, uno de los estados más importantes del país, tomados y programas de radio cerrados por “hablar” de Guaidó, además de la más temible persecución de colectivos y Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) contra quien levante su voz en rechazo a Nicolás Maduro.
“Si ya nos están matando de hambre y necesidad ¿De qué sirve quedarnos en nuestras casas y morirnos lentamente?”, se preguntó Iván Urbina, vecino del sector 5 de julio, en entrevista a EFE.
Cuando cae la noche, los opresores aparecen. En las zonas más populares del país, bastiones del chavismo, es donde se han generado las más contundentes e incesantes protestas a raíz de la imparable crisis económica que golpea al más desprotegido.
Con gas lacrimógeno, perdigones, balas, y cortes de luz atemorizan a los ciudadanos que, en muchos casos, no se amilanan ante la fuerza del poder, y se mantienen en las calles.
En otros casos, se adentran en edificios y urbanizaciones para amedrentar, rompen vidrios y puertas “buscando” a quienes promueven o participan en las manifestaciones.
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Según los datos de la ONG, Provea, en siete días fueron asesinadas 35 personas en contexto de manifestaciones y ocho ajusticiadas en operativos realizados luego de las protestas.
Las detenciones se producen, según los defensores de Derechos Humanos, sin justificación alguna y sin el respeto al estado de derecho.
Jeannete Tovar, una de las vecinas, recibe a Efe con uno de sus nietos en brazos y muestra una de esas bombas que conserva en el salón de su casa, en el que tampoco falta el crucifijo y la televisión de rigor.
Para ella son evidentes las razones por las que muchos de sus vecinos se han ido uniendo a las filas de la oposición. “No tenemos con qué comer, el trabajo no alcanza para comprar la comida”.
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