El accidente de Chernóbil, en Ucrania, fue uno de los hechos históricos más memorables por las consecuencias que ocasionó, no solo de los muertos que dejó, sino en las mil personas que tuvieron que evacuar la zona y las que padecieron efectos, durante los primeros diez años después del desastre nuclear, como enfermedades cancerígenas, depresiones y problemas psicológicos.
El ‘descontaminador jefe’
El descontaminador del accidente nuclear de Chernóbil, Yuli Andreev, falleció a los 84 años en Viena, a donde se mudó en 1992 tras el desmoronamiento de la Unión Soviética (URSS).
Andreev fue enviado a Chernóbil pocas semanas después del 26 de abril de 1986, cuando en esa central se produjo el mayor accidente nuclear civil de la historia, y desempeñó un papel clave en la descontaminación del lugar durante cinco años.
Su fallecimiento, el pasado 23 de marzo, fue dado a conocer este miércoles por la Universidad de Agronomía de Viena, a la que estuvo ligado como investigador y docente durante décadas.
El experto nuclear llegó a Austria en 1992 por invitación de la Academia de Ciencias del país centroeuropeo y poco después decidió mudarse a Viena con su familia.
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Andreev, ingeniero de profesión, fue entre mayo de 1986 a diciembre de 1991 el encargado de los trabajos de descontaminación tras la explosión del reactor número 4 de la planta, que arrojó toneladas de material radiactivo al aire.
También fue, entre otras cosas, director de “Spetsatom”, una unidad especializada creada tras el accidente de Chernóbil para gestionar emergencias nucleares, y que desapareció con la caída de la URSS.
Una prueba de resistencia mal llevada causó la explosión en un reactor que contenía 180 toneladas de combustible atómico, liberando una enorme nube radioactiva.
Campañas de concientización
Andreev hizo campañas de concienciación durante años por los cientos de trabajadores que fueron enviados como “liquidadores” a Chernóbil inmediatamente después del desastre y lamentó que a nadie le importase su destino ni sus problemas de salud por la falta de material protector.
Los llamados “likvidátor” fueron quienes sofocaron en mangas de camisa el incendio y taparon las brechas del reactor cuatro de la central nuclear después del accidente.
Esos operarios no disponían de equipos ignífugos, máscaras, guantes o botas especiales para protegerse de la radiación, lo que causó una gran mortalidad.
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Alerta por el futuro
En 2011 Andreev aseguró que el mundo no aprendió de lo sucedido en Chernóbil y defendió la necesidad de crear una unidad internacional para actuar durante emergencias nucleares.
Ese cuerpo internacional de intervención en desastres nucleares, a su juicio, debería contar con una estructura independiente de la industria nuclear y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
“Aunque parezca extraño, la industria atómica no está interesada en aprender las lecciones de las catástrofes nucleares”, dijo en ese entonces.
“Porque cualquier mención sobre una catástrofe hace que caiga en picado la imagen pública de la energía atómica. Por eso tratan de ocultar cualquier mención a un escenario catastrófico”, subrayó Andreev.
Con información de EFE
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