Después de más de dos años de pandemia en los que se impuso el uso de mascarillas, en muchos países esta norma se ha venido flexibilizando hasta el punto de no hacerlas imprescindibles debido al comportamiento del COVID-19.
Muchos ciudadanos han celebrado esta decisión de ir levantando las restricciones sobre el uso de los tapabocas; mientras que otros, incluidos algunos expertos, han asegurado que todavía es prematuro hacerlo, especialmente en espacios cerrados.
Lo cierto es que gran parte de la población mundial se acostumbró a usar este elemento de protección y por eso para muchos les parece extraño y hasta riesgoso estar sin mascarillas en lo que se ha denominado una nueva normalidad.
De esta forma, esta sensación de inseguridad por dejar al descubierto la cara ha sido denominada popularmente como el ‘síndrome de la cara vacía’.
Esta fobia también es conocida como mask fishing y puede tener dos orígenes: un aparente miedo a mostrarse a los demás y un temor a contagiarse con el virus del COVID-19.
En general, los más afectados por este síndrome son los adolescentes porque, en gran medida, su aspecto físico ha tenido muchos cambios y las mascarillas han servido como “escudo protector” en el que han ocultado marcas físicas como el acné, el vello en la cara, entre otras.
Sin embargo, las personas más adultas no están exentas a sufrirlo pues la mascarilla también generó en ellos cierta sensación de seguridad frente al virus del COVID-19.
Lo cierto es que se espera que los investigadores y psicólogos empiecen a analizar estos cambios de comportamiento e inseguridades frente al aspecto físico que se podrían generar al dejar de usar las mascarillas.
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Precisamente, un estudio realizado por la Universidad de Cardiff (Reino Unido) logró establecer que las personas que usaban mascarillas eran percibidas psicológicamente como más atractivas.
El estudio fue liderado por el profesor de la escuela de psicología y experto en rostros, Michael Lewis, quien explicó que el uso de tapabocas ha generado en las personas una sensación de tranquilidad.
“En un momento en que nos sentimos vulnerables, el uso de máscaras médicas puede resultarnos tranquilizador y, por lo tanto, sentirnos más positivos hacia el usuario”, indicó Lewis.
De esta forma, el uso de las mascarillas para el COVID-19 hizo que las personas fueran percibidas como más atractivas ya que solo sus ojos y frente quedaban expuestas durante la pandemia.
Sin embargo, esta sensación de seguridad y percepción social cambiaría en momentos en que las mascarillas dejen de usarse generando cierto temor a mostrar nuevamente el rostro en público debido a sus aparentes “imperfecciones”.
¿Cómo enfrentar este síndrome de la cara vacía?
En general, la mayor recomendación es no apresurar la retirada de la mascarilla para evitar causar un impacto en la salud mental de quienes padecen este síndrome y generar un espacio seguro y de confianza en donde puedan depositar sus miedos e inseguridades, sin sentirse amenazados por mostrar el rostro completamente sin este elemento.
- Es crucial no forzar a nadie, ni a ti mismo, a quitarse la mascarilla si no están preparados para ello. Lo ideal es introducir el cambio de forma progresiva, cuidando que la persona se sienta cómoda con los tiempos y el proceso.
- Otra idea es hacer una lista de situaciones que la persona detecte como incómodas y a partir de ella, ir enfrentando cada una progresivamente. Empezando por la más sencilla hasta la más compleja.
- Repensar las creencias que se tienen alrededor de las mascarillas también es positivo porque puede ayudar a que la persona sea más consciente de que pese a la protección que ofrecen, también pueden generar distanciamiento de otras personas ya que impiden ver el rostro de ellos y ya se ha confirmado que ver las caras de los demás puede ayudar a regular las emociones.
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