El 1 de octubre pasado estalló una revuelta popular encabezada por los estudiantes. Luego se desencadenó la epidemia de coronavirus, y a causa del confinamiento las universidades en Irak están cerradas.
Basma Haitham ya tenía todo preparado. Desde comienzos del año académico ya había comprado el vestido que pensaba lucir en la ceremonia de su graduación. Sin embargo, en este año universitario en Irak nada será como estaba previsto.
Por lo tanto, Basma al igual que otros 150.000 estudiantes iraquíes censados por el Ministerio de Educación Superior, tuvo que olvidarse del baile de graduación y reprogramar su futuro inmediato, ya incierto en un país en el que el 36% de los jóvenes están desempleados.
“Desde que entré a la universidad soñaba con el día en que recibiría mi diploma. Inclusive, compré un vestido de color salmón para la fiesta de graduación”, se lamenta esta joven de 23 años.
“No tengo la menor idea sobre cuándo podré lucirlo”, continúa esta estudiante de literatura inglesa en la universidad Al Mustansiriyá de Bagdad, quien estaba a punto de solicitar un visado para finalizar sus estudios en el exterior.
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Sistema de universidades en Irak al borde de la asfixia
Incluso graduados, los jóvenes abandonan un país que vive de sus ingresos petroleros, en caída libre desde hace meses, y cuyo sector público desmesurado es ineficaz.
Con el 60% de los 40 millones de iraquíes con menos de 25 años y una de las poblaciones con crecimiento más acelerado del mundo, el sistema actual ha implosionado.
Aunque se multiplican las jubilaciones de funcionarios públicos, los jóvenes saben que no pueden contar como sus padres con un puesto “automático” en este ámbito, puesto que en 17 años la corrupción ha fagocitado un tercio del erario, fruto del oro negro.
Es por esto que, al igual que Basma, decenas de miles de estudiantes se lanzaron en masa a las calles para protestar contra dirigentes que tildan de “ladrones” e “incompetentes”.
Universidades Irak: ¿abrirán hasta dentro de un año?
La universidad postergó los exámenes del primer semestre del año académico y organizó cursos en línea.
Pero, por la epidemia de COVID-19, al no realizarse los exámenes, el segundo semestre nunca comenzó. Y, ya nadie cree en las promesas ministeriales de un calendario para los exámenes de fin de año.
“El ambiente festivo de los últimos días en la facultad no lo disfrutaremos”, se lamenta Ranine al Jalili, una estudiante de ingeniería de 25 años, de una facultad privada de Bagdad.
Y no sólo este año está comprometido. La embajada estadounidense en Bagdad esperaba que entre 200 y 250 estudiantes se inscribieran en universidades del país norteamericano durante el verano (boreal). Pero la pandemia dejó a los aviones en tierra, poniendo fin a los sueños de expatriación de estos jóvenes.
A sus 23 años, Mayada Mohamed, quiere ingresar al taller de escultura de la facultad de Bellas Artes, a pocos pasos de su casa.
Hace dos meses que la casa de estudios cerró y su proyecto de final de carrera, esencial para graduarse, está a la espera.
“Hace poco nos dijeron que podríamos reanudar nuestros trabajos en el curso próximo y que nos graduaríamos en un año”, dijo la joven a la AFP.
Año anulado, pero pago
“Pero algunos de nosotros no disponemos de medios para estudiar otro año más, debemos trabajar”, añade Mayada. En Irak, la tasa de pobreza, que ya era del 20%, podría duplicarse con la actual crisis económica.
Desde hace años, la familia de Sajad Matar esperaba este verano de 2020, para que este estudiante de medicina de 22 años comenzara a ganarse la vida.
Esperaba obtener un salario de algo más de 530 euros para ayudar a su familia en Nasiriya, su ciudad natal (sur). Pero, ahora, en lugar de aportar este nuevo ingreso, Sajad ha tenido que pedirle más dinero a su padre.
Además, “la universidad nos reclama las matrículas del segundo semestre”, unos 1.350 euros, añade con amargura.
“Este año se nos ha escurrido entre los dedos”, lamenta Mayada, quien, no obstante, estaba muy entusiasmada con la “revuelta de octubre”.
Ese mañana tan esperado no llega. Cuando tenemos electricidad e internet, “sólo miramos las series de Netflix” para intentar olvidar el largo confinamiento, apostilla.
Con información de AFP.
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