Las vacunas del COVID-19 no estarían relacionadas con las muertes que se han reportado en algunos países

Las vacunas han generado grandes expectativas para controlar la pandemia del coronavirus. Foto: AP

El mundo se enfrenta a una carrera contrarreloj luego de que decenas de países iniciaran las campañas de vacunación contra el COVID-19 con la esperanza de poder inmunizar a sus poblaciones en el menor tiempo posible y de esa forma reactivar más rápido sus golpeadas economías.

Sin embargo, las campañas han estado marcadas por los retrasos y por la desinformación que muchas veces prevalece en las redes sociales entorno a la pandemia, como es el caso de las personas que supuestamente habrían muerto poco después de recibir la inyección de estas vacunas.

Lo cierto es que los expertos y científicos han explicado que estas muertes son muy escasas y no se puede atribuir directamente a la vacuna contra el COVID-19 sino que estaría relacionadas con otros factores.

Al menos 13 de los fallecidos, cuyo perfil se examinó de cerca, no sólo eran “muy mayores” sino también “frágiles” y con “graves enfermedades”, precisó la agencia del medicamento.

La autoridad sanitaria planteó como hipótesis que los efectos secundarios de la vacuna como fiebre o náuseas, que no son graves para un paciente sano, habrían contribuido a un “desenlace fatal en algunos pacientes frágiles” o en los que tenían enfermedades de base.

Fuera de Noruega, estas declaraciones causaron cierto revuelo y se utilizaron a menudo para alimentar el discurso antivacunas, hasta el punto que las autoridades noruegas han tenido que insistir en que no hay relación causal entre la vacuna y las muertes.

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En Francia, el 22 de enero, la agencia del medicamento señaló la muerte de nueve “personas mayores” en centros de ancianos o de dependientes, “todas ellas con enfermedades crónicas o un fuerte tratamiento” cuando hasta ese entonces se habían vacunado a unas 800.000 personas en el país.

“Nada permite concluir que las muertes señaladas estén relacionadas con la vacunación”, agregó la agencia francesa.

Otros ejemplos similares son la muerte de 13 personas mayores en Suecia y de siete en Islandia. Las autoridades sanitarias de ambos países tampoco establecieron una relación causal entre la vacuna del COVID-19 y los decesos.

Precisamente, la autopsia de una trabajadora sanitaria en Portugal que murió dos días después de vacunarse tampoco arrojó ningún “vínculo directo con la vacuna contra el COVID-19”.

-Sin vínculos pero con vigilancia

Los expertos y autoridades han explicado que, hasta el momento no se ha podido establecer un vínculo directo entre la vacuna y la muerte de estas personas, especialmente de avanzada edad. Sin embargo, reconocieron que es fundamental hacer un seguimiento y vigilancia sobre las campañas de vacunación.

La Agencia Europea de Medicamentos ha señalado que por ahora, “no se atribuyó ninguna muerte de una persona mayor a la vacuna de [Pfizer/BioNTech]”. Además, recordó que las autoridades investigan siempre que se detecta una “muerte o evento grave”.

Los sistemas de farmacovigilancia nacionales y a nivel europeo se usan para identificar los efectos adversos de una vacuna, señalados por el personal médico y los fabricantes, e incluso por los pacientes.

Esto no quiere decir que se certifique una relación causal. Las autoridades sanitarias analizan a continuación los casos en detalle para examinar si existe o no una relación pero se da en un proceso complejo.

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Por el momento, visto el número y el perfil de las personas, no se consideran anormales las muertes a la vista de las estadísticas de fallecidos entre la población vacunada.

En gran número de países europeos, como Francia, Noruega, Reino Unido y España, las personas frágiles forman parte del primer grupo de vacunados contra el COVID-19.

“No es inesperado que algunas de estas personas puedan enfermar de forma natural por su edad o sus patologías poco después de ser vacunadas, sin que la vacuna desempeñe ningún papel”, aseguró el regulador británico de medicamentos.

– Una comunicación delicada 

Los expertos han asegurado que todos los países no comunican de la misma manera sobre este delicado asunto y por eso se puede generar mucha desinformación sobre este proceso de vacunación cuando es fundamental generar confianza en las vacunas para poder controlar el COVID-19.

Algunos como Francia o los países nórdicos prefieren declarar el número de muertes y de posibles efectos secundarios, aunque no se haya establecido ningún vínculo; mientras que otros países se abstienen de dar cifras.

La agencia británica del medicamento indicó por su parte que comunicaría regularmente “en el futuro” los efectos secundarios y casos raros de la campaña de vacunación.

El vocabulario también es delicado para las autoridades. Por ejemplo, si se habla de un vínculo parece implicar una relación de causa y efecto pero no es el caso.

El “vínculo” puede ser sólo cronológico (el deceso se produce tras la vacuna) y no causal (la vacuna provocó la muerte).

En ese sentido, las autoridades sanitarias en Europa estiman que las muertes no ponen en duda la seguridad de la vacuna e insisten en la solidez de sus sistemas de farmacovigilancia. Asimismo, prometen comunicar claramente en caso de señales preocupantes.

Noruega mantuvo así su campaña de vacunación, aunque renovó su recomendación de una evaluación médica previa a la administración del inyectable a una persona muy frágil o en la recta final de su vida.

Al menos 60 millones de dosis se han administrado en al menos 64 países. Sin embargo, algunos territorios han enfrentado retrasos y problemas logísticos para llevar a cabo estas campañas de vacunaciones contra el COVID-19, además se ha registrado demoras en las entregas de las vacunas por parte de algunas farmacéuticas.