La segunda ola de COVID-19 ha golpeado fuertemente a la ciudad amazónica de Manaos, que ya vivió difíciles momentos en 2020, pero que ahora parece ser aún más trágico debido a que cientos de habitantes han tenido que buscar tanques de oxígeno para poder improvisar unidades de atención en sus casas.
De esta forma, los ciudadanos buscan desesperadamente el oxígeno para poder tratar a sus familiares ya que creen que sus seres queridos tienen más chances de sobrevivir al COVID- 19 en sus viviendas que en los hospitales que se encuentran totalmente colapsados.
“Todos aquí tienen un familiar tratándose en casa. Prefieren eso a dejarlos morir en los hospitales”, dice Fernando Marcelino mientras señala a decenas de personas que, como él, esperan bajo un calor de 30º y desde hace más de doce horas una carga de oxígeno en un punto de venta de ese nuevo mercado.
Muchos pacientes hospitalizados, no solo por el nuevo coronavirus, murieron en las últimas semanas por la escasez de oxígeno, sumiendo en la pesadilla a una de las ciudades que había sido una de las más golpeadas por la primera ola de la pandemia, que ya dejó 210.000 muertos en Brasil.
Amazonas, estado en el que recientemente se ha encontrado una nueva cepa del coronavirus que se sospecha es más contagiosa, es proporcionalmente el segundo de los 27 estados brasileños más afectados con 149 muertos por cada 100.000 habitantes.
En su capital, Manaos (2,2 millones de habitantes), la tasa de fallecidos aumentó en los últimos días de 142 a 187 por 100.000 habitantes.
El gobierno de Jair Bolsonaro, acusado de pasividad ante la catástrofe, acelera desde el fin de semana los envíos de oxígeno a esta ciudad conectada con el resto de Brasil principalmente por vía aérea o fluvial. Además, dispuso de la Fuerza Aérea para ayudar a evacuar pacientes hacia otros estados para poderlos atender en otras ciudades.
“El oxígeno está llegando, pero no sabemos cuánto va a durar”, explica Marcelino, protegido con doble máscara, guantes y lentes ante el alto contagio que vive la ciudad.
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Este pastor evangélico supo a través de conocidos que una empresa en la zona industrial vendía oxígeno a quien tuviese cilindros, para llenarlos por entre 300 y 600 reales (USD 57 a 114), según el tamaño.
De esta forma, se ha vuelto común que cientos de personas movilicen estos cilindros por toda la ciudad buscando recargar este gas vital para suministrarlo a sus familiares con la esperanza de que puedan superar la enfermedad, pero los expertos advierten que muchos morirán en sus viviendas.
La compañía que suministra oxígeno White Martins reveló que en el primer pico de la pandemia registrado el año pasado se consumió un máximo de 30.000 metros cúbicos de oxígeno al día, pero en la actualidad esta demanda se ha elevado a casi 70.000 metros cúbicos.
“Debido al fuerte impacto de la pandemia del COVID-19, el consumo de oxígeno en la ciudad aumentó de manera exponencial en los últimos días en comparación con un volumen que ya era sumamente alto. La demanda es mucho más alta que cualquier cosa predecible y… sigue creciendo significativamente”, aseguró White Martins.
Sin embargo, la remota ubicación de Manaos también supone grandes desafíos logísticos, lo que requiere que los suministros adicionales de oxígeno solo puedan ser transportados por barco y avión.
Impactante drama
Ante el grave incremento de contagios que registra Manaos, muchas personas se han tenido que convertir en médicos empíricos al tratar de atender a sus propios familiares en sus viviendas y suministrarles oxígeno para que puedan respirar mejor.
“El sábado fue nuestro peor momento, porque el oxígeno se estaba acabando”, cuenta Roberto Freitas, un administrador de obras de 32 años, que durante dos días buscó desesperadamente una recarga para el padre de su cuñada.
De acuerdo con este hombre, la situación es tan crítica que un funcionario de la alcaldía le dijo que el oxígeno no llegaría y que podía contratar un camión frigorífico para el cuerpo de su familiar.
“Tú no sabes qué pensar, sólo lo peor, es sólo llorar”, indicó Freitas, luego de que consiguiera una pequeña recarga y se enterara que una empresa suministraba oxígeno por lo que decidió hacer fila en la madrugada.
Freitas también teme por su padre, que muestra síntomas de la enfermedad, pero a quien no quiere internar porque “no hay hospital con estructura”.
Lo cierto es que este hombre habla con tanta propiedad sobre el manejo del oxígeno que parece un profesional de la salud, con conocimientos adquiridos en conversaciones por internet o en consultas con un médico amigo.
“Nos estamos volviendo médicos, es lo que nos toca”, explica este hombre al asegurar que muchos han recurrido a dejar sus familiares en las casas debido a que los hospitales no dan abasto.
En Manaos, hasta el personal de los hospitales teme ser tratado en el lugar. Luciana, una enfermera de 26 años que esperó por un cilindro de oxígeno durante todo el día, no ve la hora de sacar a una colega del principal centro especializado en COVID-19.
“Empezó a tener síntomas durante la semana, conseguimos estabilizarla en casa pero se nos acababa el oxígeno y tuvimos que internarla”, aseguró la joven, que no tuvo tiempo de cambiarse su uniforme azul.
“Tenemos miedo de que se contagie de otras infecciones, es más seguro en casa porque en el hospital hay muchas bacterias y hongos”, agregó esta enfermera.
La grave situación que enfrenta Manaos ha provocado que se registre un aumentó en el número de muertes en las casas, ante la falta de asistencia especializada y las filas para obtener un tanque de oxígeno para atender a las personas enfermas.
Varios estados del país han enviado oxígeno a Amazonas, con apoyo del gobierno nacional, para ayudar a enfrentar la alta demanda, e incluso hasta Venezuela informó que un camión con tanques de oxígeno ya había salido hacia Brasil.