La ubicación estratégica de Groenlandia y su riqueza aún inexplotada por estar cubierta de hielo ha generado una gran crisis política sobre un proyecto minero de tierras raras, avivando el debate sobre el futuro de esta gran isla del Ártico que ya está amenazada por el cambio climático y que quiere independizarse de Dinamarca.
El inicio de consultas públicas a principio de febrero sobre el yacimiento de tierras raras y uranio de Kvanefjeld (Kuannersuit en groenlandés) desencadenó una crisis política que podría hacer caer al gobierno.
El particular caso fracturó a la coalición gubernamental privándola de su mayoría en el parlamento local en donde el partido de derecha Demokraatit renunció a la coalición, frustrado por la indecisión del partido más grande, el socialdemócrata Siumut.
“El asunto de la mina es realmente la gota que colma el vaso”, resume Maria Ackrén, politóloga de la universidad de Nuuk, la capital de Groenlandia.
La mayoría de los partidos presentarán un proyecto de ley para organizar nuevas elecciones, mientras que los promotores del polémico proyecto minero alaban las ventajas financieras que podrían ayudar a Nuuk (capital) en su búsqueda de autonomía.
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Groenlandia es una isla ubicada en América del Norte, al noreste de Canadá, que está cubierta por hielo en un 75 % de su superficie. Su territorio cuenta con 2.1 millones de kilómetros cuadrados, que la convierten en la isla más grande del mundo, a pesar de que es habitada por tan solo unas 56.000 personas.
Esta isla pertenece a Dinamarca, aunque se trata de un territorio autónomo que desde 2009 maneja todas las competencias excepto política exterior, defensa y política monetaria. Sin embargo, Groenlandia decide sobre la gestión de sus recursos y Copenhague conserva las funciones soberanas.
La polémica sobre este proyecto minero inició en 2010 cuando Greenland Minerals, una empresa australiana respaldada por un inversor chino, obtuvo una licencia de exploración del yacimiento de Kvanefjeld, rico en tierras raras (metales esenciales para tecnologías punteras) y uranio.
Precisamente, estos metales son considerados unos de las más importantes del mundo pero su explotación tropieza con una creciente oposición por la preocupación por el impacto que pueden dejar estos residuos radiactivos generados por la mina.
Después de tres negativas sucesivas se aprobó el plan de protección medioambiental de Greenland Minerals, pero las consultas se prolongarán hasta el 1 de junio y comenzaron bajo tensión en donde algunos políticos optaron por no asistir tras recibir amenazas de muerte.
Antes de obtener un permiso de explotación de 37 años, la empresa deberá llegar a un acuerdo sobre las repercusiones y los beneficios que dejaría su controversial actividad en esta zona del Ártico.
Un momento crucial: el cambio climático
Inicialmente el partido Siumut se mostró favorable al proyecto de explotación que representaría un gran beneficio fiscal, pero adoptó una línea más reservada desde que su nuevo líder, Erik Jensen, asumió la dirección en noviembre; aunque el líder anterior, Kim Kielsen, por el momento sigue siendo jefe del gobierno.
“Estamos en un momento crucial con un cambio generacional a la cabeza de Siumut y el proyecto Kvanefjeld está creando tensión”, indicó Mikaa Mered, profesor de geopolítica en el Instituto de Estudios Políticos francés (Sciences Po).
El debate sobre la mina encierra el problema del financiamiento de la independencia de Groenlandia a la que Dinamarca no se opone pero que conllevaría a que el territorio pierda los subsidios daneses, unos 526 millones de euros (unos 637 millones de dólares) anuales, que constituyen un tercio del presupuesto.
“Un desarrollo económico necesita una base financiera más amplia, y la explotación minera y el turismo son pilares potenciales de dicho proceso”, estima Torben Andersen, presidente del Consejo Económico de Groenlandia y profesor de economía en la universidad de Aarhus.
La diputada Aaja Chemnitz Larsen, representante de Groenlandia en Copenhague, estima que los que tienen que decidir son sus 56.000 habitantes de la isla.
“Los votantes necesitan un mensaje claro, necesitan saber adónde vamos y el camino correcto serían nuevas elecciones”, indicó Chemnitz, pero la celebración de elecciones aplazaría la decisión sobre la mina Kvanefjeld y hasta podría enterrarla.
Precisamente, 141 oenegés pidieron al gobierno de Groenlandia, a Dinamarca y a la Unión Europea una moratoria sobre la extracción minera, petrolera y de gas en Groenlandia para establecer un santuario ártico.
Chemnitz Larsen, del partido Inuit Ataqatigiit (IA, izquierda verde), se opone a la extracción de uranio pero apoya el desarrollo minero respetuoso con el medio ambiente como un “suplemento de ingresos” para el territorio.
Además de la pesca, que representa la mayor parte de sus ingresos, Groenlandia puede desarrollar la explotación minera, el turismo o la agricultura en el extremo sur, afirma Mered.
Por su parte, Torben Andersen, del Consejo Económico de Groenlandia, consideró que el desarrollo económico no requiere grandes proyectos mineros.
“También está el tema de la reputación y, posiblemente, un potencial conflicto con el desarrollo concomitante del turismo, especialmente si se dirige a clientes muy interesados en la naturaleza”, indicó Andersen.
La codicia por el Ártico
Lo cierto es que las latentes consecuencias del cambio climático en el planeta han despertado un interés de varios países por tener puntos estratégicos que permitan explotar la riqueza de una de las regiones glaciares más inexploradas y distantes del planeta.
Uno de esos lugares ha sido el Ártico en donde se encuentran cientos de reservas de petróleo, gas natural y minerales que a medida en que el hielo disminuye va ampliando las zonas para ser explotadas.
En ese sentido, el calentamiento global no afecta solamente las temperaturas de la gran isla y el resto del Ártico sino que a medida en que el hielo disminuye se están abriendo nuevas rutas navieras y están quedando al descubierto grandes riquezas, las cuales están haciendo que la región sea un activo geopolítico y económico en el que Estados Unidos, Rusia, China y otros países quieren sacar tajada.
Los científicos aseguran que el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia genera incertidumbre y peligro para los yacimientos submarinos de crudo y gas al amenazar las plataformas y naves. Sin embargo, lo que es claro es que los costos de la minería se reducen a la par con el deshielo, aumentando su atractivo para los inversionistas.
Los cálculos del Servicio Geológico de Estados Unidos estiman que frente a las costas de Groenlandia habrían 17.500 millones de barriles de petróleo y 148 billones de pies cúbicos de gas natural sin descubrir. Además, se cree que en el Círculo Ártico pueden haber 90.000 millones de barriles de crudo.
No obstante, el Departamento del Interior de EE.UU. sostuvo el año pasado que esos minerales raros son cruciales para la seguridad económica y nacional, ya que a medida que crece la demanda buscarán hacerle un contrapeso a China para ejercer un control del mercado.
Más allá de la autonomía de Groenlandia por decidir sobre su territorio también está en juego la lucha geopolítica de potencias como China, Rusia y EE.UU., este último considera un punto estratégico de defensa territorial y de sus intereses.