El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, pasó más de 70 años junto a la reina Isabel II de Inglaterra y era conocido principalmente por no “morderse” la lengua, pero también por ser un aficionado a la pintura y las carreras de carruajes de caballos.
Nacido el 10 de junio de 1921 en la localidad de Corfú con el título de príncipe Felipe de Grecia y de Dinamarca, su vida siempre estuvo marcada y ligada a la aristocracia.
A los 18 meses de su nacimiento, su familia tuvo que huir de Grecia después de que su tío, el rey Constantino I, fue obligado a dimitir.
El 20 de noviembre de 1947, Felipe se casa con la princesa Isabel con quien se había conocido en 1939 cuando la reina tenía 13 años y él 18, y siguieron en contacto durante la guerra. Tras renunciar a sus títulos griego y danés, Felipe se convierte en duque de Edimburgo poco antes de su boda.
Estos son los datos poco conocidos sobre el príncipe consorte británico que falleció a los 99 años.
Felipe tuvo que hacer varios sacrificios para poder casarse en 1947 con la entonces princesa Isabel. En primer lugar, tuvo que renunciar a su título de príncipe de Grecia y Dinamarca para tomar la nacionalidad británica y convertirse en duque de Edimburgo, poco antes de su boda, y en príncipe de Reino Unido en 1957.
El príncipe Felipe era de religión ortodoxa pero aceptó abandonarla para convertirse en anglicano y, para complacer a su novia, también dejó de fumar.
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Tras la muerte del rey Jorge VI que llevó a su joven esposa el trono en 1952, Felipe tuvo que renunciar a su prometedora carrera como oficial de la Royal Navy.
Asimismo, tuvo que aceptar que la familia real, y por lo tanto los hijos de la pareja, no llevaran su apellido sino el de su esposa. Y aunque aspiraba a ser visto como comonarca, tuvo que resignarse a un eterno papel de secundario tras una de las mujeres más famosas y poderosas del mundo.
Isabel II siempre lo describió como su “roca” y su “apoyo”, pero la familia Windsor estaba lejos de la satisfacción cuando la joven princesa anunció que quería casarse con el entonces fogoso Felipe.
El diplomático y escritor Sir Harold Nicolson reveló que el rey Jorge VI y su esposa lo encontraban “grosero, mal educado y sin modales” y consideraban “que sería probablemente infiel” y por eso intentaron presentar a su hija a otros candidatos más conformes con el perfil que ellos deseaban.
En ese periodo tras la Segunda Guerra Mundial, la aristocracia británica se sentía incómoda con los allegados alemanes del príncipe. Sus cuatro hermanas mayores, casadas con príncipes alemanes cercanos al Reich, no fueron invitadas a su boda con Isabel.
El apodo cariñoso con el que el príncipe Felipe se dirigía a su esposa se hizo público en 2006 con la película “The Queen” de Stephen Frears en la que, cuando se mete en la cama, le dice “muévete, repollo”.
“Pregunté en los círculos reales y me dijeron de buena fuente que es así como el duque a veces llama la reina”, explicó el guionista de la película, Peter Morgan, al diario The Times.
Este nombre afectuoso podría provenir de una traducción literal de la expresión francesa “mon petit chou” (“mi pequeño repollo”), ya que el duque Felipe de Edimburgo había vivido siete años en Francia durante su infancia.
Frío en la relación con Carlos
Las relaciones con su hijo mayor, Carlos, nunca fueron especialmente “calurosas” y llegaron a su nivel más bajo en 1995, según el semanario The Mail.
Los dos hombres se habrían declarado “la guerra” tras la decisión del duque de talar 63 viejos robles en el parque del castillo de Windsor. El príncipe Carlos, ecologista convencido, habría acusado a su padre de vandalismo, según el diario.
A menudo descrito como un padre duro y frío, cuando Carlos era un niño joven y sensible decidió enviarlo al austero pensionado escocés de Gordonstoun, cuyos rigores habrían endurecido al atlético Felipe pero resultaron un verdadero infierno para su hijo.
El duque de Edimburgo era conocido por su amor por los caballos y por las actividades ecuestres como el polo y las carreras de carruajes, un deporte en el que compitió para Reino Unido. También le gustaba escribir, pilotar aviones y tenía gran afición por los automóviles.
Sin embargo, la pasión del príncipe por la pintura era menos conocida pero era un coleccionista de obras de arte. Además, también pintaba él mismo: su obra más célebre es un cuadro de 1965 en que se ve a su esposa leyendo la prensa matutina y titulado “La reina en el desayuno, castillo de Windsor”.
Aunque al príncipe Felipe de Edimburgo no se le conocía una afición desmedida por el deporte, su imagen, al igual que la de la Reina Isabel II, siempre ha estado ligada a los grandes eventos deportivos en el Reino Unido del último siglo.
Aficionado al cricket, deporte que practicaba en sus años mozos, y jugador de polo, en el que sí compitió de manera seria en su juventud, el duque de Edimburgo ha estado presente a lo largo de los años en algunas de las instantáneas más importantes del deporte británico, hasta que decidió retirarse de la vida pública en 2017.
El fútbol nunca fue su gran devoción, ni tampoco el tenis a pesar del profundo arraigo de Wimbledon en la familia real. Sus pasiones fueron el polo, el cricket, participando en partidos benéficos, y los caballos, pero sus obligaciones como consorte de la reina le llevaron a tener que interesarse también por el deporte rey: el fútbol.
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