La mayor parte de Japón recupera desde hoy la normalidad tras frenar los contagios de coronavirus; lo que se ha logrado con una estrategia que no incluye confinamiento obligatorio ni test masivos y que despierta interrogantes entre los expertos.
Pese a ser uno de los primeros países en registrar contagios fuera de China y a su magnitud demográfica; Japón está lejos de las naciones con más casos (suma unos 17.000) y puede presumir de una de las menores tasas de mortalidad por COVID-19 (el 4,1 % de los enfermos, o 0,52 por cada 100.000 habitantes).
El Gobierno nipón decidió levantar este jueves la alerta sanitaria declarada en la mayor parte de su territorio tras registrar una notable ralentización de los nuevos contagios de COVID-19 en Japón; aunque esa medida excepcional sigue por ahora vigente en Tokio y otras 8 prefecturas.
Tras registrar el 15 de enero su primer caso de COVID-19 conectado con la ciudad china de Wuhan, Japón fue uno de los primeros países en restringir la entrada de viajeros provenientes de las zonas más afectadas por el brote; y a finales de febrero recomendó ya el cierre de colegios y cancelar eventos multitudinarios a nivel nacional.
“Nuestra estrategia ha sido efectiva a la hora de controlar los clúster de contagios durante la fase inicial”; dijo Shigeru Omi, uno de los principales asesores del Ejecutivo nipón sobre la pandemia del COVID-19, al anunciar junto al primer ministro, Shinzo Abe, el levantamiento de la alerta en gran parte de Japón.
Sin embargo; Japón ha realizado pocos test PCR -menos de 200 por cada 100.000 habitantes- en comparación con otros países y en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud; debido a que ha priorizado las pruebas a pacientes con síntomas graves y a la baja disponibilidad y fiabilidad de dichos test, según las autoridades niponas.
Ante los sucesivos llamamientos de expertos a incrementar el volumen de pruebas; el Gobierno se ha comprometido a hacerlo y ha aprobado un nuevo método de test rápido de antígenos que comenzará a usar en las próximas semanas.
“Sin saber cuánta gente exactamente hay infectada, no podemos tomar una estrategia apropiada para prevenir más contagios”, dijo este jueves el científico nipón Tasuku Honjo, premio Nobel de Medicina en 2018, en una rueda de prensa telemática.
Para Honjo, eminencia mundial en inmunología, resulta un “misterio” que Japón haya logrado contener el coronavirus sin haber aplicado confinamiento obligatorio; test a gran escala ni un sistema preciso de trazabilidad de contagios.
Una de las posibles explicaciones es el uso generalizado entre la población de mascarillas; el cuidado extremo de la higiene de las manos y el escaso contacto físico entre personas; prácticas habituales en Japón antes del coronavirus y que ahora figuran entre las directrices con las que muchos países afrontan la “desescalada”.
“Ahora la gente en todo el mundo está aprendiendo gradualmente la importancia de llevar mascarilla”; subrayó en este sentido Kazuto Suzuki, profesor de Políticas Públicas en la Universidad de Hokkaido, en una teleconferencia.
Este experto también destaca la “adaptabilidad” del sistema sanitario nipón, con cobertura universal pero descentralizado; lo que permite a cada prefectura ajustar sus recursos médicos según la demanda o compartirlos con otras regiones, además de contar con una experiencia contrastada para tratar enfermedades respiratorias.
Otra singularidad del modelo japonés es el lema de las “3 Cs” empleado por las autoridades, que llama a evitar los espacios cerrados y mal ventilados; las muchedumbres y las conversaciones a poca distancia interpersonal.
Se trata de “recomendaciones más amplias” que el distanciamiento social y “más flexibles” que el confinamiento obligatorio, según Suzuki; quien considera que estas medidas podrían ser también útiles en otros países.
“Lo más importante para frenar al virus ha sido la consciencia sobre salud del pueblo japonés y su colaboración a la hora de seguir nuestras recomendaciones”, dijo el antes citado Omi; quien no obstante advirtió del alto riesgo de nuevas oleadas de contagios.
Abe también quiso huir de la complacencia al señalar que “queda un largo camino por delante”; y llamó a la población a adaptarse a un “nuevo estilo de vida” que incluye respetar las “3 Cs” de forma cotidiana y seguir reduciendo la vida social.
Mientras los nipones tratan de habituarse a esta nueva normalidad, el caso de Japón sigue intrigando a expertos de dentro y fuera; entre ellos el mencionado Nobel nipón de Medicina, quien mencionó dos teorías que podrían explicar la baja prevalencia y mortalidad del COVID-19 en Japón.
La primera apunta a que la vacuna contra la tuberculosis que se administra a toda la población en Japón -uno de los pocos países que aún aplican esta práctica médica-; podría reforzar al sistema inmunitario frente a otros patógenos como el nuevo coronavirus.
La segunda señala una diferencia genética habitual entre las poblaciones asiáticas y occidentales que afecta al sistema inmunológico y podría condicionar la respuesta ante el SARS-CoV-2.
Ambas son “hipótesis” en fase de investigación, según Honjo, quien espera respuestas “tarde o temprano”.
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