El 26 de abril de 1986 el mundo presenció el peor desastre nuclear de la historia con la explosión de un reactor en la planta de Chernóbil, la cual tuvo consecuencias devastadoras para toda Europa y millones de personas.
Desde entonces, la gran Zona de Exclusión de Chernóbil se ha convertido en un macabro monumento a los errores humanos, pero 35 años después de que se registrara este lamentable accidente los ucranianos intentan superar este hecho y resurgir a través del turismo.
La noche del 26 de abril es una fecha inolvidable para la humanidad ya que el reactor número 4 de la central de Chernóbil, situado a un centenar de kilómetros de Kiev, explotó durante una prueba de seguridad.
Durante 10 días, el combustible nuclear ardió y liberó a la atmósfera elementos radioactivos que contaminaron, según algunas estimaciones, hasta tres cuartas partes de Europa, especialmente las entonces repúblicas soviéticas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia.
Las autoridades soviéticas empeoraron la catástrofe al no decirle a la gente lo que había ocurrido. Aunque la cercana localidad de Pripyat, donde vivían trabajadores de la planta, se evacuó al día siguiente, los dos millones de habitantes de Kiev no fueron informados pese al riesgo de lluvia radiactiva.
De esta forma, el mundo solo supo del desastre cuando se detectó un aumento de la radiación en Suecia. Unas 116.000 personas fueron evacuadas en 1986 de los alrededores de la central, que siguen actualmente prácticamente inhabitados. En los años posteriores, 230.000 personas también se vieron obligadas a dejar todo atrás.
Durante cuatro años, unas 600.000 personas se desplegaron en el lugar de la catástrofe con escasa o ninguna protección para sofocar el incendio, aislar el reactor con una cubierta de hormigón y limpiar los alrededores.
El balance de víctimas de la catástrofe sigue siendo objeto de debate. El comité científico de la ONU (Unscear) solo reconoce oficialmente una treintena de muertos entre los operarios y bomberos que fallecieron por la radiación después de la explosión.
Sin embargo, en 2006 la ONG Greenpeace estimó en unos 100.000 el número de muertos provocados por los efectos radiactivos de la catástrofe nuclear.
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La central de Chernóbil mantuvo su producción de electricidad hasta diciembre de 2000, cuando la presión de los países occidentales logró apagar su último reactor operativo.
Tras años de dilación, a finales de 2016 se instaló un gigantesco arco de acero sobre el reactor dañado, una estructura que cubrió el agrietado e inestable “sarcófago” de hormigón y que debe garantizar la seguridad durante los próximos 100 años.
Resurgir con el turismo
Las autoridades estiman que los humanos no podrán vivir allí de forma segura hasta dentro de 24.000 años, pero la zona de exclusión de Chernóbil se ha convertido en un lugar que atrae cada vez a más turistas que buscan vivir grandes emociones y por eso Ucrania quiere que se incluya en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
Tras el accidente nuclear de 1986 se estableció una zona de exclusión de 2.600 kilómetros cuadrados en donde la única actividad que se realizaba era la de los trabajadores que gestionaban los residuos y atendían un sarcófago construido a toda prisa sobre el reactor.
La radiación siguió saliendo del edificio del reactor hasta 2019, cuando todo el edificio quedó cubierto por una enorme estructura de hormigón, en donde varios robots empezaron a desmontar el reactor y las autoridades sintieron un nuevo optimismo por la región.
“Este es un lugar de tragedia y recuerdo, pero es también un lugar donde se puede ver cómo una persona puede sobreponerse a las consecuencias de una catástrofe global. Queremos que aparezca un nuevo relato, que no es una zona de exclusión, sino una zona de desarrollo y recuperación”, indicó Bohdan Borukhovskyi, ministro ucraniano de Medio Ambiente.
En ese sentido, las autoridades ucranianas se han enfocado en fomentar el turismo como una forma de resurgir de este hecho y volver a escribir una nueva página en los libros que los tienen como la mayor tragedia nuclear de la historia.
“Nuestro turismo es único, no es un concepto clásico de turismo. Esta es una zona de meditación y reflexión, una zona donde puedes ver el impacto del error humano, pero también puedes ver el heroísmo humano que lo corrige”, indicó Borukhovskyi.
Precisamente, la zona de Chernóbil ha visto multiplicarse por dos el número de turistas tras una premiada miniserie de televisión de 2019, y las autoridades confían en que el nivel de interés se mantendrá o crecerá una vez se supere la pandemia global.
Una de las cosas que más interesa a los turistas es ver las ruinas de Pripyat, una ciudad antes moderna de 50.000 habitantes que ahora está tomada por la ruina y la vegetación. Ante este escenario, se han puesto en marcha planes para construir caminos que faciliten que los visitantes puedan recorrer los restos.
La planta de Chernóbil está fuera de servicio, pero aún queda mucho trabajo por hacer en la planta. Se espera que el desmantelamiento de los cuatro reactores no termine antes del año 2064.
Ucrania también ha decidido utilizar la zona desierta para almacenar los residuos de las otras cuatro centrales nucleares del país, en una instalación que abrirá este año. Hasta hace poco, el combustible ya utilizado se procesaba en Rusia.
“Hacemos todo lo posible para que este territorio, donde ahora es imposible que viva la gente, se utilice de forma provechosa y genere un beneficio al país”, resaltó Serhiy Kostyuk, responsable de la agencia que gestiona la zona de exclusión.
¿Qué sucede con la radiación?
El nivel de radiación en la zona es lo bastante bajo para que los turistas la visiten y los trabajadores cumplan con sus tareas, pero la residencia permanente está prohibida. Sin embargo, más de 100 personas siguen viviendo en los 30 kilómetros (18 millas) a la redonda de la central nuclear, pese a las órdenes de que se marchen.
Entre ellas está el exmaestro Yevgeny Markevich, de 85 años, quien considera que “vivir en casa es una gran felicidad, pero es triste que ya no sea como antes”.
Este hombre cultiva en la actualidad patatas y pepinos en su jardín, lo cual le ha permitido sobrevivir parcialmente en la zona,
Los efectos sobre la salud humana que puede tener vivir allí en el largo plazo siguen siendo objeto de un intenso debate científico. Inmediatamente después del accidente, 30 trabajadores de la planta y bomberos murieron por graves efectos de la radiación. Más tarde, miles de personas murieron de enfermedades relacionadas con la radiación, como el cáncer.
Sin embargo, algunos expertos se han sorprendido ya que muchos esperaban que el lugar se convirtiera en una zona muerta durante siglos, pero la fauna silvestre ha prosperado en donde osos, bisontes, lobos, linces, caballos salvajes y docenas de especies de aves viven en la zona libre de gente.
Según los científicos, los animales han resultado ser mucho más resistentes a la radiación de lo esperado, y pudieron adaptarse rápidamente a la fuerte radiación. Científicos ucranianos investigan el fenómeno junto con colegas de Japón y Alemania.
De esta forma, Chernóbil espera resurgir a través del turismo a partir de ese escenario místico que se ha configurado en la zona de exclusión.
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