Un multitudinario y solemne funeral del papa emérito Benedicto XVI fue celebrado por su sucesor el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro.
Miles de fieles y autoridades acudieron a esta emblemática plaza para asistir a las exequias del expontífice que falleció a sus 95 años el pasado 31 de diciembre.
El funeral inició sobre las 09.30 horas (08.30 GMT) frente a las puertas de la basílica luego de que el cuerpo del papa emérito fuera dejado en un féretro tras ser expuesto en cámara ardiente durante tres días a donde cerca de 200.000 personas asistieron a darle el último adiós.
La ceremonia fue presidida por el papa Francisco, pero debido a sus problemas de movilidad, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, fue el encargado de concelebrar la misa del funeral.
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No obstante, antes de entrar en la basílica, el papa Francisco se detuvo de pie algunos minutos delante del féretro y puso su mano sobre él.
Por primera vez en la historia reciente de la Iglesia Católica un sumo pontífice reinante ofició el funeral de su antecesor tras su renuncia a su pontificado.
Sin embargo, los historiadores explicaron que la primera vez que un papa presidió el funeral de su predecesor fue en 1802 cuando el papa Pío VII hizo el entierro de Pío VI, pero tres años después de que falleciera en el exilio como prisionero de Napoleón y de que sus restos fueran llevados a Roma.
De esta forma, 220 años después, el Vaticano tuvo que presenciar este hecho inédito al organizar un funeral de un papa que no estaba en ejercicio y tener que diseñar un protocolo especial para darle una santa sepultura al hombre que rigió la Iglesia Católica durante ocho años (2005-2013).
A la ceremonia solo fueron invitadas las delegaciones oficiales de Italia y del país natal de Benedicto XVI, Alemania, pero otras muchas autoridades políticas y religiosas asistieron a título personal a este magno evento del catolicismo.
Mucha solemnidad
La ceremonia fue completamente solemne pero sobria, tal y como lo había pedido el papá emérito antes de morir.
Sin embargo, el funeral de Benedicto XVI estuvo marcado por un enorme simbolismo que es muy característico de la milenaria historia de la Iglesia católica.
De esta forma, los funcionarios del Vaticano tuvieron que adaptar un protocolo para estas exequias inéditas ya que Joseph Ratzinger no era un papa reinante tras haber renunciado a su pontificado en 2013, un hecho completamente inédito en seis siglos de historia.
En ese sentido, se tuvieron que modificar las lecturas y las súplicas finales del libreto y, tras su sepultura, no se declararon las “novendiales”, el periodo de nueve días de luto que sigue a cada muerte de un pontífice ya que el papa “vigente” sigue vivo.
Los restos de Benedicto XVI también fueron revestidos con la dignidad papal: ataviado con la casulla roja (color del luto pontificio) y una mitra blanca con bordes dorados, aunque sin el Anillo del Pescador, anulado tras su renuncia como manda el canon católico.
También se siguió el protocolo pontificio en lo que respecta a su féretro, compuesto de tres ataúdes introducidos uno dentro del otro: el primero de madera de ciprés forrado con terciopelo carmesí, el segundo de zinc sellado y el último, de madera de olmo que es el que estará visible.
En la primera caja, junto a los restos del pontífice, se introdujeron las medallas y monedas acuñadas durante su pontificado (2005 y 2013), así como los distintos palios, la estola de lana blanca símbolo de jurisdicción, que tuvo como arzobispo de Múnich y Roma.
Igualmente, se introdujo un cilindro de metal con el llamado “Rogito”, un breve texto con los actos más destacados de su pontificado.
El funeral se prolongó durante unas tres horas y, tras los ritos fúnebres, el féretro de Benedicto XVI fue trasladado a la cripta de la basílica vaticana en donde reposan otros pontífices del pasado.
De esta forma, los restos del papa emérito descansarán, cumpliendo su voluntad, en la tumba que fue de su admirado antecesor: Juan Pablo II (1978-2005), luego de que los restos de este papa fueran trasladados en 2011 a una capilla tras su beatificación.
Finalmente, el mundo fue testigo de un funeral completamente inédito, por lo que el nombre de Benedicto XVI marcará la historia de la Iglesia Católica no solo por su renuncia y trabajo apostólico sino también con su muerte.