No hay nada más fuerte y sanador que el amor de mamá. Esa figura dulce y protectora que vemos al nacer es el primer acercamiento al amor y la confianza. Su crianza favorece la construcción de nuestra personalidad y es que cuando estamos bebés la vemos como la muestra de lo que se debe hacer y al crecer no hay mucha diferencia. La mayoría considera a su madre como su ejemplo a seguir porque el amor de una madre transforma corazones.
Esa conexión que hay entre las madres y los hijos es realmente mágica e inexplicable. Cuando se tiene una buena madre en casa se sabe que no hay un amor más grande, puro, fuerte e incondicional que ese, sin embargo, a veces solemos darlo por sentado.
El amor de una madre es la prueba más irrefutable del amor puro, es tener un lazo irrompible que va más allá de la muerte, es saber que cuentas con alguien en las buenas y en las malas, es esa sopita caliente que te ayuda a mejorarte cuando estás enfermo y esa sensación de felicidad al tener a una persona que te ame sin importar tus decisiones de vida.
Por eso, es bueno agradecer todo lo que esa mujer ha hecho por nosotros, cada esfuerzo y sacrificio realizado a lo largo de los años. Procura recordárselo en vida y no cuando sea demasiado tarde.
Aunque no es agradable pensar en esa separación física, lo cierto es que hoy estamos con personas que amamos pero mañana no sabemos. Es mejor expresarle a mamá todo lo que sentimos cuando pueda saberlo y apreciarlo. De lo contrario, solo tendrás un nudo en la garganta rompiéndote la voz y un pensamiento de arrepentimiento por no devolverle ese amor que ella te brindó desde que estabas en su vientre.
Agradece cada expresión en el rostro de tu madre porque solo representa la preocupación o alegría que siente por ti, los momentos en donde tuvo que endeudarse por llevarte a una clínica para curar tu mal o darte una educación con la que pudieras cumplir tus sueños, por acompañarte en cada desvelo cuando tenías que entregar una tarea compleja o ir a una práctica para desempeñar algún deporte o arte que te fascinaba, por todas las veces que sacrificó sus gustos para ir detrás de los tuyos.
Eres la persona que eres gracias a los esfuerzos de tus padres, especialmente por el amor de mamá. Por eso, nunca dejes de agradecerle a esas personas que dedicaron parte de sus vidas para darte lo mejor y hacerte sentir especial.
Da gracias por todas las veces que tu mamá estuvo contigo cuando te equivocaste, por los momentos en donde caíste y fue tu madre la que te ayudo a levantar, por las ocasiones en las que estabas perdida y desorienta en tu mundo y ella te guío por el camino correcto. Da gracias porque aunque ella tiene sus propias batallas, no le tembló el pulso para ponerse los guantes y ayudarte en la pelea. Agradece por la mamá que tienes.
Sin duda todos tenemos a la mejor mamá del mundo. Ámala, respétala, valórala y dile lo mucho que le agradeces cada esfuerzo y sacrificio que hizo por ti. Ellas lo merecen todo, pero el regalo más especial será tu amor incondicional.
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