El Gobierno del presidente de EE.UU., Donald Trump, aprobó un polémico plan que permitiría la exploración y explotación de petróleo en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico en Alaska.
El proyecto ha generado una gran indignación en los grupos ambientalistas quienes han asegurado que esta aprobación es un ataque directo a la población y la fauna y flora de esta región.
La decisión anunciada por el Departamento del Interior podría conducir a la adjudicación de concesiones petroleras en una zona protegida antes de finalizar el año en este importante refugio de vida silvestre, el cual tiene unas 631.800 hectáreas de extensión y es el hábitat de especies como los osos polares y los caribúes.
El programa de perforación alcanza a una zona costera de unos 70.000 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente al tamaño de Irlanda, a lo largo del océano Ártico en la mayor zona natural protegida del país.
Aunque el Congreso designó en 1980 la franja costera de la reserva para posibles explotaciones petroleras, el Refugio del Ártico ha sido territorio vedado para las perforaciones a pesar de los esfuerzos de cuatro décadas de los republicanos por abrirlos a las empresas petroleras.
“El Congreso nos ha instruido vender lotes en la Llanura Costera del Refugio de Vida Silvestre de Alaska, y hemos tomado un paso importante hacia el cumplimiento de nuestro compromiso al determinar dónde y bajo qué condiciones se realizará el proyecto de gas y petróleo”, explicó el secretario del Interior David Bernhardt.
El debate sobre la reserva natural y explotación en Alaska
El grupo ambientalista Sierra Club explicó que cuando los congresistas republicanos insertaron un apéndice para abrir el Refugio en Alaska a las perforaciones como parte de una ley fiscal, los arrendamientos iniciarían en 2024 y podrían generar 1.000 millones de dólares en ingresos, una cifra que era cuestionable antes del caos en el mercado petrolero de este año.
Sin embargo, la organización ha explicado que cinco de los de los seis grandes bancos de Estados Unidos, como Goldman Sachs, Wells Fargo, Chase, Citi y Morgan Stanley, han reconocido que las explotaciones en el Ártico son una mala inversión.
En ese sentido, estos bancos se unieron a más de 20 instituciones financieras de todo el mundo para actualizar sus políticas inversionistas y excluir la financiación de perforaciones en esa región, incluyendo el Refugio del Ártico.
“La supuesta revisión emprendida por la administración Trump es una desvergonzada venta del Refugio Ártico. Ya nos veremos en los tribunales”, manifestó Lena Moffitt del Sierra Club.
Por su parte, el grupo Earthjustice alertó que el pueblo indígena Gwich’in considera que la llanura costera del Refugio Ártico es sagrada porque sirve como lugar de nacimiento para puercoespines y caribúes, animales de los que los nativos de Alaska dependen para la alimentación y la tradición cultural.
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El abogado de la oficina regional de Earthjustice en Alaska en Anchorage, Erik Grafe, aseguró que esa decisión pasa por alto las leyes diseñadas para proteger la vida silvestre como los osos polares y el caribú, especies que han utilizado la llanura costera como refugio para dar a luz a sus crías todos los años.
“El plan de la Administración para arruinar este lugar con el fin de obtener ganancias petroleras privadas a corto plazo es ilegal. Se trata de un refugio natural sagrado, salvaje e insustituible que no se debería sacrificar por un desarrollo petrolero que no tiene salida y que solo empeorará la crisis climática”, explicó Grafe.
Esta decisión del Gobierno de Trump se produce luego de 30 años de insistencia de las compañías petroleras y dirigentes de Alaska para explorar los recursos de este refugio nacional. Sin embargo, muchas organizaciones ambientalistas denuncian que esta iniciativa pretende desarrollarse en una zona protegida desde los años 1980.
“La administración Trump continúa su carrera para liquidar la última zona natural salvaje de nuestro país, poniendo en peligro a los pueblos indígenas y a la naturaleza emblemática que depende del lugar”, declaró Adam Kolton, director de Alaska Wilderness League.
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