Un estudio evidenció que más de 8 millones de personas murieron en 2018 en el mundo por respirar aire contaminado con partículas procedentes de la quema de combustibles como el carbón, la gasolina o el diésel, una cifra significativamente mayor de lo que investigaciones anteriores habían sugerido.
Así lo concluyeron investigadores de la Universidad de Harvard en conjunto con científicos de la Universidad de Birmingham, la Universidad de Leicester y el University College de Londres, a través de un estudio ublicado en la revista Environmental Research.
Los investigadores estimaron que 1 de cada 5 muertes (18 % a 21,5%) cada año se puede atribuir a la contaminación por combustibles fósiles, una cifra mucho más alta de lo que se pensaba anteriormente.
En ese sentido, se pudo establecer que las regiones con las mayores concentraciones de contaminación atmosférica relacionadas con los combustibles fósiles -incluyendo el este de América del Norte, Europa y el sudeste asiático- tienen las mayores tasas de mortalidad.
De esta forma, China e India registraron más de la mitad de esos decesos, mientras que otro millón se produjeron entre Bangladés, Indonesia, Japón y Estados Unidos.
Los investigadores aseguraron que el “cóctel tóxico de partículas finas” generadas por la combustión de petróleo, gas y sobre todo el carbón es responsable de al menos 25% de la mortalidad en media docena de países, todos ellos en Asia.
“Se habla a menudo del peligro de la combustión de energías fósiles en el contexto de emisiones de CO2 y del cambio climático. Pero no se tienen en cuenta los impactos sanitarios potenciales”, indicó Joel Schwartz, científico de la Escuela Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard y coautor del estudio.
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Precisamente, estas cifras duplican el número de muertes que había sido estimado por el mayor y más exhaustivo estudio sobre las causas de la mortalidad mundial -Global Burden of Disease Study- que preveía 4,2 millones de muertes en el mundo por las partículas transportadas por el aire exterior, incluidas las del polvo, el humo de los incendios forestales y las quemas agrícolas.
Ahora, se calcula que las emisiones de combustibles fósiles son responsables por sí solas de la muerte de al menos 8,7 millones de personas al año en el planeta.
Asimismo, unos estudios anteriores alertaron que la contaminación atmosférica reduce un promedio de más de dos años la esperanza de vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) había estimado que la contaminación atmosférica, que incluye la que proviene de la calefacción y las cocinas de los hogares, mata a unas 7 millones de personas al año, de las cuales 4,2 millones se dan debido a la contaminación exterior.
Alarmantes cifras
Los investigadores destacaron que estas cifras son alarmantes y pudieron ser establecidas a partir de un cambio en el método de estudio ya que los estudios previos, según Harvard, se basaban en observaciones por satélite y de superficie para estimar las concentraciones medias anuales de partículas en el aire, las PM2,5.
Sin embargo, el problema es que las observaciones por satélite y de superficie no pueden distinguir entre las partículas procedentes de las emisiones de los combustibles fósiles y las del polvo, el humo de los incendios forestales u otras fuentes, dicen los autores.
“Con los datos de los satélites, solo se ven piezas del rompecabezas”, puntualiza Loretta J. Mickley, científica de Harvard y autora del nuevo estudio, quien señala que para los satélites supone un reto distinguir entre tipos de partículas, “y puede haber lagunas en los datos”.
En ese sentido, este nuevo estudio se basó en un modelo 3D de química atmosférica que divide la Tierra en bloques, asociados a los datos de las emisiones de CO2 de diversos sectores y a simulaciones de la circulación del aire de la NASA.
“En lugar de basarnos en promedios repartidos por grandes regiones, queríamos cartografiar dónde está la contaminación y dónde vive la gente, para saber con más exactitud lo que respira”, explica Karn Vohra, de la Universidad de Birmingham.
De esta forma, los investigadores usaron estimaciones de las emisiones procedentes de múltiples sectores, como la energía, la industria, los barcos, los aviones y el transporte terrestre, además de datos meteorológicos.
En concreto, los científicos utilizaron datos principalmente de 2012 porque fue un año que no estuvo influenciado por El Niño, que puede empeorar o mejorar la contaminación del aire, y los actualizaron para reflejar “el cambio significativo” en las emisiones de combustibles fósiles de China, que se redujeron aproximadamente a la mitad entre 2012 y 2018.
“Este nuevo modelo que relaciona los niveles de concentración de partículas procedentes de las emisiones de combustibles fósiles con los resultados en materia de salud, constató una mayor tasa de mortalidad por la exposición a largo plazo a los combustibles fósiles, incluso en concentraciones más bajas”, explicaron.
El estudio señala que la exposición a las partículas procedentes de estas emisiones representó el 21,5 % del total de muertes en 2012 a nivel mundial pero en 2018 se redujo al 18 % debido al endurecimiento de las medidas de calidad del aire en China.
Los expertos han explicado que la quema de combustibles fósiles produce partículas finas cargadas de toxinas, que son lo suficientemente pequeñas como para penetrar profundamente en los pulmones, y los riesgos de inhalar estas partículas PM2,5.
El investigador de la University College de Londres, Eloise Marais, explicó que este nuevo estudio se suma a la creciente evidencia de que la contaminación del aire por los combustibles fósiles es perjudicial para la salud mundial.
“No podemos con conciencia continuar dependiendo de los combustibles fósiles, cuando sabemos que existen efectos tan severos en la salud y alternativas viables y más limpias”, concluyó Marais.
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