Tener un hijo en las bases de un hogar bien estructurado puede generar grandes beneficios. Cuando el niño puede compartir con la figura de su madre y de su padre es fundamental para un buen desarrollo y crecimiento. Sin embargo, cuando los padres suelen pelear frente a los hijos, solo crean conflictos en los más pequeños.
Si los padres tienen una buena relación, esto genera bienestar en los niños. Pero cuando en la familia solo existen las pelas y la violencia, el resultado es que los hijos, quienes necesitan de todo el amor y compresión de sus padres, solo se ven afectados.
Según información reseñada por la BBC, estudios científicos han concluido que cuando las peleas entre los padres son más agresivas o hay gritos, los niños pueden resultar gravemente afectados. Así lo defienden un artículo publicado en el Diario de psicología infantil y psiquiatría, el profesor de la Universidad de Sussex en Inglaterra, Gordon Harold y la académica Ruth Sellers.
La BBC le pidió a Harold un análisis sobre las consecuencias que pueden tener pelar frente a los hijos y se demostró que los menores expuestos al conflicto experimentan una mayor frecuencia cardíaca y presentan desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés. Lo que además puede comenzar a edades tempranas, como a los seis meses.
Otras de las consecuencias de las peleas en presencia de los hijos, es que posiblemente estos sufran retrasos en el desarrollo del cerebro, problemas de sueño, ansiedad, depresión y problemas de comportamiento.
Esto no es todo, incluso los niños que ven peleas menos intensas pero por un periodo continuado, también son susceptibles a desarrollar el mismo tipo de problemas. Los niños suelen ser receptores a lo que ven o viven, por ende si están expuestos a un ambiente violento y agresivo, esto les genera comportamientos negativos a un futuro.
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Durante un artículo publicado por Harold en la revista El desarrollo del niño, las peleas de los padres frente a los hijos afectan de forma diferente a niños y niña. Los primeros experimentan problemas de comportamientos, mientras que las segundas se ven más implicadas de forma emocional.
Aunque se ha pensado que la decisión de separarse entre los padres es uno de los peores escenarios para los hijos. Harold sostiene junto a su colega Mervyn Murch en la publicación titulada El niño y la ley familiar, que las discusiones entre los padres, afectan mucho más que la misma ruptura.
De acuerdo al diario El País, una adolescente de 14 años dejó de hablar de forma repentina; luego de recibir asistencia psicología descubrieron que la menor, había presenciado una escena de violencia del padre contra la madre.
Ella tenía “un vínculo muy grande con el padre, y la experiencia le dejó una profunda huella. Estuvo en tratamiento y en su recuperación fue fundamental conseguir (y no fue fácil) que el padre expresara su propio error y se disculpara ante la hija”, comenta el medio de noticias.
No solo pelear frente a los hijos es negativo, de acuerdo a Harol, cuando la relación entre adultos se enfría o se dejan de hablar, los niños sufren problemas emocionales y de comportamiento. De hecho la calidad de relación que existe entre los padres, establece un patrón de comportamiento que se repite en las siguientes generaciones.
El profesor de Sussex, afirma que los niños detectan rápidamente el comportamiento de los padres, incluso si las discusiones son “en privado”. Según explica el especialista es importante que los niños interpreten y entiendas las causas y posibles consecuencias de los conflictos. Para esto hay que encararlos de manera pedagógica, haciéndolos entender que es normal los desacuerdos entre parejas.
Harold, sugiere que los niños responden mejor cuando se les aclara las causas de la pelea y posibles maneras de resolverlas. Enseñarles a resolver el conflicto, es una manera de educarlos para que puedan hacerlo ellos mismo en el futuro.
Pelear frente a los hijos nunca es una buena idea, aunque los padres piensen que no se dan cuenta. Los niños podrán sentirse mucho más tranquilos con padres separados pero que lleven una relación sana de respeto mutuo. Mientras cada uno cumple con el rol que le corresponde.
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