Armando tiene 58 años. Es el Santa Claus que cada Navidad, desde hace siete años, recorre con Rodolfo (su taxi) las calles de Villahermosa, capital del suroriental estado mexicano de Tabasco, para recibir cartas, regalar juguetes y ofrecer una sonrisa a los niños.
Durante su jornada de trabajo y durante la luz roja de los semáforos de Villahermosa, el alegre hombre ataviado de rojo y botas negras, con barba blanca y estruendosa carcajada, grita con alegría a transeúntes una ¡feliz Navidad! a bordo de su auto.
Familias le saludan desde las calles y quienes le hacen la parada le transmiten sus buenos deseos y él, por su parte, les pide su cooperación por el costo del viaje, que varía entre 30 y 50 pesos (1,5 y 2,5 dólares), dependiendo la zona o el tipo de servicio.
Armando tiene como meta regalar mil juguetes a igual número de niños en esta Navidad.
El Santa Claus taxista dice sentirse triste por la manera vertiginosa en que la violencia y la “narcocultura” en México han trastocado la inocencia de niños que, en sus cartas de deseos, le piden juegos bélicos y dispositivos móviles con aplicaciones violentas.
“Quieren ser narco o algo así parecido y ahí es lo difícil. Es espantoso, pero así está pasando con la tecnología de hoy, que no la estamos usando como debería de ser”, acusó el taxista, quien recordó que en el pasado “todos los niños soñaban con ser policía”.
Por ello, Armando pidió a la sociedad y a las autoridades a reforzar los valores morales en los hogares y en instituciones educativas para ofrecer una atención debida y respetuosa a los niños “que serán los jóvenes del mañana”.
“Los responsables hoy en día son los papás. No echemos culpa a los maestros por la educación de nuestros hijos cuando un niño se forma y se deforma en casa”, señaló. Armando se levanta todos los días a las siete de la mañana para iniciar su jornada. Los residentes se acercan a su taxi para saludarlo efusivamente o para tomarse una fotografía con él.
El taxista usa su vehículo, al que llama Rodolfo (como el reno de Santa Claus), para buscar juguetes donados por organizaciones sociales o familias que se solidarizan con su obra altruista.
El Santa taxista está casado y tiene tres hijos adultos con nueve nietos. Su esposa está mal de salud y a pesar de sus serias dificultades económicas, este hombre de gran calidad humana se esfuerza por cumplir los deseos de los niños.
Cuenta que todo se inició hace una década tras su participación en eventos sociales en los que por primera vez sintió el cariño y la felicidad de un niño con discapacidad de escasos recursos que recibió una bicicleta gestionada por la ciudadanía.
Tres años después, decidió personificar a Papá Noel. Tomó su taxi, compró juguetes y solicitó donaciones para hacer felices a niños de escasos recursos en comunidades marginadas, donde regaló los primeros 150 muñecos, balones y cochecitos.
Cuenta que Navidad es la peor época de ingresos económicos para su actividad como conductor, pues dedica su tiempo para asistir a posadas, escuelas y colectas. Pero las sonrisas y la alegría detonadas por sus actos significan la mejor recompensa.
“Esta iniciativa nace del corazón, no es lucrativo. Tal vez sea el mes que menos ingresos tengo pues tengo que andar en la recaudación y me hablan para cualquier lado y tengo que ir con el taxi porque esa es la tradición”, expuso.
“A donde me invitan allá va Santa Claus, y en pago me dan juguetes y con eso vamos haciendo el número de niños que queremos alcanzar”, abundó.
Su labor altruista es reconocida entre sus usuarios, que amablemente cooperan con su donación y le acompañan a entregar juguetes.
“Habemos personas que no nos tentamos el corazón en Navidad y su ejemplo es un acto de amor que nos motiva”, opinó Elisa, una pasajera que pagó 30 pesos por un viaje dentro de Villahermosa.
“Es un gesto magnífico porque a estas alturas no hay gente que haga esto con pasión y amor”, dijo Alfredo, otro usuario que viajó a la zona comercial de Tabasco 2000.
Cuando el Santa Claus se estaciona en el algún punto de Villahermosa, los niños corren hacia él con carta en mano para pedir sus juguetes; otros salen acompañados de sus padres a realizar su donación anual y le acompañan en su gesto de amor.
El Viejo Pascuero dijo sentirse desilusionado de las autoridades mexicanas, que en su opinión han faltado a la promesa de generar oportunidades en las familias y la niñez para alcanzar una “vida digna” y sortear las dificultades económicas que enfrentan millones de familias en un país atrapado por la inseguridad y la pobreza.
En vez de juguetes, el hombre de rojo, barba blanca y botas negras suplicó al presidente Andrés Manuel López Obrador seguridad para las familias mexicanas.
“Señor presidente, necesitamos seguridad. Yo me atrevería a decir en este momento que ya no podemos andar solventando o aguantando a todo aquel que traiga una pistola y que vaya y le dé un beso”, apuntó.
Armando usa para estas fechas tres trajes en los que invirtió 15.000 pesos (766 dólares) y debido a su congestionada agenda mandó a confeccionarse otros dos, con un gasto total de 25.000 pesos (1,277 dólares).
Al terminar su participación como Santa Claus y cumplir su reto de mil juguetes, anunció que participará como Melchor, uno de los tres Reyes Magos, que interpretará junto con dos amigos en enero del próximo año.
América Digital/EFE
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