El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaría convirtiendo la hostilidad entre razas en el núcleo de su campaña de reelección, e incluso algunos de sus críticos creen que la estrategia podría conseguirle un segundo mandato.
De acuerdo a la agencia AP, todas las campañas presidenciales con éxito de la edad moderna se han construido sobre la idea de la suma, de ganar votos más allá de los seguidores más fieles.
Pero Trump escogió la división, con la creencia de que el polarizado país que dirige simplemente elegirá bandos en temas como la raza.
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El miércoles 17 de julio, durante un acto en Greenville, Carolina del Norte, redobló sus ataques al atacar a cuatro jóvenes mujeres congresistas, pertenecientes a minorías étnicas.
El público respondió coreando “¡Envíenla de vuelta!”, haciéndose eco del tuit de Trump durante el fin de semana sobre que las legisladoras -todas ellas ciudadanas estadounidenses_ deberían “volver” al país del que llegaron.
“Sí creo que estoy ganando la batalla política”, dijo Trump en la Casa Blanca. “Creo que voy ganando por mucho”.
Campaña en historia
Desde la campaña de George Wallace en 1968, ningún candidato _y desde luego, ningún presidente en el cargo_ ha convertido las divisiones raciales en el centro de su campaña.
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Aunque los comentarios del mandatario causaron indignación e incluso una resolución de condena en la Cámara de Representantes, el presidente y su equipo creen que la estrategia tiene más ventajas que inconvenientes.
“Al margen de si sus tuits son racistas o no _no estoy diciendo que no lo sean_, está consiguiendo que los medios conviertan a estas congresistas extremadamente progresistas, socialistas, ingenuas, en el rostro del Partido Demócrata”, señaló Terry Sullivan, crítico habitual de Trump y que dirigió la campaña del senador Marco Rubio en las primarias republicanas de 2016. “Lo que está haciendo aquí es triste, pero es política inteligente”.