Ni los muertos están a salvo en Maracaibo, la sofocada capital del estado Zulia, al occidente de Venezuela.
Los ladrones profanaron algunos nichos y féretros en el cementerio de El Cuadrado desde finales el año pasado, robando desde decoraciones a artículos de los cadáveres mientras el país se sume en un nuevo nivel de privación.
“Hace ocho meses de aquí se llevaron hasta los dientes de oro de los muertos”, dijo José Antonio Ferrer, el encargado del camposanto donde están sepultados un destacado doctor, un rector universitario y otras figuras locales.
Gran parte de Venezuela se encuentra en un estado de deterioro y abandono provocado por la escasez de algunas de las cosas que más necesita la gente: dinero en efectivo, comida, agua, medicamentos, electricidad, gasolina.
Algunos de los casos de miseria más graves se repiten a diario en las calles de Maracaibo, que en su día fue el corazón de la floreciente industria petrolera nacional. Fue aquí en marzo donde los residentes, aparentemente guiados por la desesperación de los cortes de electricidad en todo el país, saquearon y destruyeron cientos de edificios y negocios. Las autoridades culparon a los delincuentes de la escalada, que tuvo una magnitud única en el país y solo aceleró la caída de la ciudad.
La destrucción en Maracaibo, donde los apagones eran ya habituales bastante antes de marzo, desafió a la compresión. Los accesorios de un hotel fueron arrancados o quedaron destrozados, dejando la estructura llena de escombros en una imagen que recordaba a una zona de guerra o a las consecuencias de un desastre natural.
El ambiente en Maracaibo hoy es de menos enojo y más agotamiento. Muchos de los que pueden permitírselo se van, uniéndose al éxodo de más de cuatro millones de venezolanos que dejaron el país en los últimos años. La ciudad noroccidental está cerca de la frontera con Colombia, que acoge a más de un cuarto de los migrantes.
La oposición culpa de la miseria en Venezuela a las erróneas políticas económicas y a la mala gestión y la corrupción del gobierno socialista instaurado por el fallecido Hugo Chávez. El presidente Nicolás Maduro, como su predecesor, sostiene que los problemas son el resultado de lo que él califica de guerra comercial por parte de Estados Unidos, que junto a cuatro docenas de países más sostienen que su reelección el año pasado no fue legítima porque muchos de los candidatos opositores más fuertes no pudieron estar en la boleta.
Como en otras ciudades, los cansados conductores duermen sobre sus autos mientras esperan la llegada del escaso combustible en largas filas en las gasolineras. El vidrio trasero de uno llevaba escrito en blanco “Operación Libertad” en referencia a la campaña del líder opositor, Juan Guaidó, para derrocar a Maduro.
Guaidó visitó Maracaibo, un feudo opositor de 1,5 millones de habitantes, en abril. Tuvo que tomar un barco para cruzar el lago de Maracaibo para esquivar los controles policiales de carretera y llegar hasta una multitud de simpatizantes que querían escucharlo.
A medida que el enfrentamiento político se prolonga, también lo hace la vida en Maracaibo.
Algunos revuelven en la basura, buscan comida o se apresuran a llenar cubos cuando el camión del agua para en su vecindario. Un pescador logra una captura. Un vendedor en un mercado carga con una pieza de carne que tendrá que vender pronto ya que, sin refrigeración, los alimentos perecederos se estropean rápidamente en las asfixiantes temperaturas de Maracaibo.
Los pozos de petróleo que ayudaron a que el efectivo fluyese en la nación con las reservas de petróleo más grandes del mundo dejaron paso a plataformas petroleras deterioradas e inactivas que han teñido de negro las costas cercanas.
Hay vestigios de épocas mejores o signos de que la gente sigue encontrando un camino hacia adelante. Camareros con chaqueta y corbata atienden la barra del que solía ser un bullicioso restaurante en la costa aunque no haya apenas clientes. Los niños en la calle ríen mientras se entretienen con un auto de juguete. La gente mueve suministros en carretillas.
En un parque de diversiones cerrado puede verse el esqueleto oxidado y aislado de una montaña rusa.
Ferrer, el encargado del cementerio de El Cuadrado, heredó el trabajo tras la muerte de su padre, quien ya lo había tomado del suyo. El camposanto se fundó hace casi dos siglos.
Según Ferrer, los entierros solían celebrarse hasta bien entrada la tarde, pero ahora se ha reforzado la seguridad y solo se realizan hasta mediodía para disuadir a los ladrones de tumbas.
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