Para los brasileños, Carlos Wizard Martins es un empresario que entró al club Forbes en 2014. Pero los migrantes venezolanos a quienes ayuda en Brasil ven en este multimillonario algo más valioso: una oportunidad para comenzar de nuevo.
De acuerdo a la agencia AFP, Martins se mudó en agosto de 2018 con su esposa de Sao Paulo a Boa Vista, capital del fronterizo estado de Roraima, para cumplir una misión asignada por la iglesia mormona de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que frecuenta desde que era adolescente en su natal Curitiba, en el sur de Brasil.
“Muchas veces me siento como empleado de un centro de llamadas”, dice sonriendo y mostrando las decenas de mensajes que recibe de sus voluntarios en su Whatsapp.
De 62 años y casi retirado de los negocios, es dueño de un conglomerado de más de 20 empresas, defiende como solución trasladar estos migrantes a otros estados para aumentar sus oportunidades y evitar la sobrecarga de Roraima.
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El gobierno brasileño desplegó una operación con la que ha transportado a 8.755 venezolanos desde febrero de 2018. Martins y su red de voluntarios, otros 3.000 desde agosto del mismo año.
“Lo hicimos sin gastar un céntimo”, afirma.
Para acelerar el proceso, cerró un acuerdo para utilizar los asientos vacíos de las tres aerolíneas que viajan desde Boa Vista.
Primero analiza el perfil de cada familia para recolocarla gracias a su red de voluntarios que apoya a los migrantes hasta que consiguen trabajo.
En 90 % de los casos esto ocurre en 60 días.
La llegada de más de 120.000 venezolanos a Brasil desde 2016 ha transformado Pacaraima y Boa Vista, las ciudades más próximas a la frontera, enclavadas en el norte del país. Trece refugios dan cobijo allí a casi 7.000 migrantes, mientras otros miles duermen en las calles.
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“Es un hombre muy generoso, impresiona cómo es capaz de hacerte sentir que todo estará bien”, dice Alfredo Muñoz, un exguarda de seguridad de Caracas que llegó a Brasil con su esposa y dos hijos y que ahora está en Sao Paulo gracias a la red de Martins.
Ya más serio, dice ser criticado a diario por ayudar a venezolanos y no a brasileños pobres. A lo que replica: “No se puede perder la perspectiva. El pobre siempre existió y siempre va a existir, pero un refugiado está llegando aquí con la ropa del cuerpo (…) Es una situación de alta vulnerabilidad”.
La misión de Martins termina en junio de 2020. A medio camino se considera “satisfecho”, pero para ampliar la escala de su red creó recientemente en Brasilia un frente interreligioso. “Si una iglesia refugia a 3.000 personas, con diez, vacío los refugios”.
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