Centros comerciales con menos gente, una decoración más sencilla y muy pocas vitrinas adornadas. Chile vive una Navidad austera, en medio de la incertidumbre y un comercio golpeado por la crisis social que estalló hace dos meses.
En un país con altos índices de consumo, la mayoría de los chilenos gastará menos dinero en regalos y afrontará una celebración más sencilla que otros años, en un clima de incertidumbre y temor desde que estallaron las manifestaciones sociales el 18 de octubre.
Un estudio especial sobre la Navidad de la consultora Deloitte reveló “una percepción muy pesimista de la economía nacional y un ajuste de la economía personal tras la situación país”, debido al impacto de las manifestaciones sociales, saqueos e incendios.
Previo al estallido social, los chilenos tenían previsto gastar 183.000 pesos (244 dólares) en su presupuesto total de Navidad, que incluye regalos y comidas. Pero ahora su intención de gasto se redujo en un 9%, de acuerdo al reporte de Deloitte.
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“Este año no hay mucho ánimo de celebración. Si no fuera por los niños, realmente no haría nada”, dice Johanna Cárdenas, una ama de casa y madre de tres hijos, que recién esta semana armó su árbol de Navidad, cuando otros años lo hacía los primeros días de diciembre.
Como muchos chilenos, este año Johanna optó por jugar con su familia al ‘amigo invisible’ en vez de comprar regalos para cada uno, por el temor a ir a los grandes centros comerciales o el centro de Santiago, debido a la posibilidad de toparse con las protestas, que aunque en menor número no ceden a dos meses del inicio del estallido social.
– Ambivalencia –
Sin un final de la crisis a la vista, la incertidumbre se apodera del estado de ánimo de los chilenos, arrastrando con ellos sus decisiones de compra.
“Gran parte de la restricción del consumo actual está fundamentado en el tema de no saber qué lógica de continuidad laboral y de estabilidad económica tendremos de aquí a marzo (cuando arranca un nuevo año laboral)”, explica a la AFP, Sergio González, psicólogo social y antropólogo de la Universidad de Santiago.
Derivado de esa incertidumbre, los chilenos están experimentando también un “estrés implícito” por la falta de referentes que le aseguren confianza y seguridad, sumiéndose en ciertos estados de melancolía o tristeza, aunque a ratos también de esperanza de poder construir un mejor país.
“Es esta la ambivalencia en la cual se vive cuando se está en proceso de cambio”, agrega el especialista.
Junto a las masivas manifestaciones en reclamo de una mayor igualdad social, miles de locales comerciales, supermercados y otras grandes tiendas fueron saqueados, atacados o incendiados, en Santiago (sobre todo en el centro) y ciudades como Valparaíso (centro), Concepción (sur) y Antofagasta (norte).
El temor a nuevos ataques llevó a gran parte del comercio a sellar sus vitrinas con gruesos latones de metal o madera, dejando de lado o en un reducido espacio la decoración de Navidad, que tradicionalmente se comenzaba a instalar inmediatamente después de la celebración de la fiesta de Halloween, el 31 de octubre.
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“Estamos atendiendo”, rezan carteles instalados en varios locales del centro de Santiago para alertar a los consumidores que detrás de los latones el local sigue abierto.
En una concurrida cadena de farmacias, se optó por el siguiente mensaje: “Local abierto. Estamos atendiendo en la medida que las circunstancias lo permitan y la seguridad de nuestros clientes y colaboradores no se vea afectada”.
Con un horario más reducido, los grandes centros comerciales también tuvieron que adaptarse a la nueva realidad.
En el Costanera Center, el centro comercial más grande de Sudamérica, se cierran las puertas varias horas antes y este año se optó por no instalar un enorme árbol de Navidad, ante el riesgo de que pudiera ser incendiado.
Con sus vitrinas exteriores completamente tapiadas, el comercio callejero ha florecido en sus alrededores, al igual que en el centro, donde este año a los juguetes, comida y adornos de Navidad se han sumado también todo tipo de objetos alusivos a las protestas sociales, como camisetas, lentes protectores de balines o pañuelos para protegerse del gas lacrimógeno.
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