Freddy Brito acababa de cantar en un autobús en la capital de Perú y estaba cruzando la calle con su pierna buena cuando el conductor de un taxi azul aceleró y se desvió hacia él.
“¡Veneco!”, gritó el hombre utilizando una palabra despectiva hacia los venezolanos. “¡Váyanse de aquí!”.
Brito pudo esquivar por poco el auto, que rozó su cuerpo y tiró al suelo su preciado reproductor de casetes azul con las canciones que en otra vida estuvieron a punto de hacerlo famoso en Venezuela.
“Si los ángeles no me cuidan, me hubiese atropellado”, dijo.
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De acuerdo a la agencia AP, en las últimas semanas, varios videos publicados en redes sociales en Perú mostraron a migrantes agredidos, amenazados o acosados, generando preocupación por el aumento de los ataques xenófobos contra los recién llegados.
Una línea telefónica recién establecida documentó 500 incidentes en un periodo de solo dos semanas.
Los incidentes van desde desalojos de viviendas y robo de salarios a amenazas violentas y agresiones.
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En un video, una joven venezolana es azotada en una calle oscura por varios asaltantes, que le dejaron marcas moradas en sus muslos. En otro, hombres vestidos con uniformes militares anuncian a través de un altavoz que no dejarán que “otro venezolano miserable” entre a Perú. En un tercero, un joven suplica a la docena de policías que lo rodean que no se lleven la pequeña caja de bombones que está tratando de vender para ganarse la vida.
“¿Con que voy a comer yo?”, dice al borde de las lágrimas.
Trabajadores de derechos humanos advierten de la existencia de una serie de condiciones asociadas habitualmente con el auge de la xenofobia. Varias naciones que acogen a un importante número de migrantes venezolanos están experimentando inestabilidad política y una desaceleración económica al tiempo que anuncian nuevas políticas para restringir su entrada.
“No es sorprendente que el aumento de la llegada de personas a países con economías que no están preparadas para absorber esa fuerza laboral derive en esta situación”, apuntó Tamara Taraciuk Broner, subdirectora interina de Human Rights Watch para las Américas. “Es una de las mayores preocupaciones que tenemos”.
Brito y su esposa huyeron de Venezuela hace un año porque alimentar a sus seis hijos era cada vez más difícil. El hombre, que en su día formó parte de una popular banda de merengue, señaló que la devastadora crisis económica de su país hizo le imposible avanzar en su carrera musical. La familia también estaba preocupada por su seguridad en una nación donde los robos y los secuestros son frecuentes.
Tras perder una pierna luego de recibir un disparo en una fiesta cuando tenía 20 años, Brito contó que unos ladrones llegaron a intentar sacarle la prótesis cuando estaba sentado en un banco cerca de su casa.
La prótesis se ajusta a su rodilla derecha y necesita un revestimiento que debería cambiarse cada seis meses, pero que ahora tiene tres años. Se le clava en su piel y le causa tanto dolor que prefiere no usarla y recorrer Lima saltando sobre un pie.
“Siento que estoy en el aire con este pie caminando”, comentó riendo.
Ruth Guillén, su esposa, encontró trabajo en una peluquería cuando llegaron. Según cuenta, algunos clientes se negaban a dejar que les tocase el pelo porque es venezolana. Su familia fue expulsada de dos departamentos solo por su nacionalidad, explicó. Ahora viven en un albergue de una iglesia.
“Tu vienes con sueños. Y resulta que cuando llegas, te encuentras con otro panorama”, añadió.
Las entrevistas de ACNUR con migrantes venezolanos en toda Latinoamérica muestran que el 46,9% se han sentidos discriminados, frente al 36,9% de inicio de año. En Colombia, el 51,7% reportaron discriminación, mientras que en Perú, alrededor del 65% dijeron que se habían sentido rechazados por su nacionalidad.
Aunque el tamaño de las muestras es relativamente pequeñas, las cifras ofrecen un vistazo a un fenómeno complejo.
El gobierno de Perú está trabajando con el embajador nombrado por la oposición venezolana para documentar e investigar los casos, pero funcionarios de alto nivel rechazaron la idea de que restringir su entrada al país conduzca a un comportamiento xenófobo.
“No creemos que el Perú sea un país xenófobo, pero obviamente si hay pequeños focos de discriminación”, dijo.
Agusti, el representante de la ONU, apuntó que hay gente trabajando para combatir una cobertura mediática engañosa que creó la percepción generalizada de que los venezolanos son responsables del aumento de la delincuencia. Las estadísticas de la agencia penitenciaria peruana indican que apenas cinco de cada 10.000 venezolanos que viven en el país fueron encarcelados y acusados de un delito, agregó.
Actualmente en Perú viven 866 mil venezolanos, y es el segundo país con la comunidad de ciudadanos de esta nacionalidad más grande.
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