La canciller alemana, Angela Merkel, llegó este viernes al antiguo campo de exterminio nazi de Auschwitz, en su primera visita a este símbolo del Holocausto en los 14 años que lleva al frente del gobierno.
Su visita, la primera de un canciller alemán desde 1995, coincide además con el auge el antisemitismo y la extrema derecha en Alemania y con la desaparición de los últimos testigos de los horrores de Auschwitz, lo cual complica la transmisión de la memoria.
A primera hora de la mañana, Merkel atravesó el portón del antiguo campo, en el que se lee aún la siniestra consigna nazi: “Arbeit macht frei” (“El trabajo nos hace libres”).
La canciller estaba acompañada por el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, por un superviviente de Auschwitz, Stanislaw Bartnikowski, de 87 años, y por representantes de la comunidad judía.
El jueves, Merkel anunció la concesión de 60 millones de euros a la Fundación Auschwitz-Birkenau para el mantenimiento del sitio donde fueron asesinados más de 1,1 millones de personas entre 1940 y 1945.
La mayoría murieron al poco de llegar al campo de concentración y extermino nazi, situado en la actual Polonia.
La visita de la canciller, que nació nueve años después de la Segunda Guerra Mundial, tiene lugar poco antes de la conmemoración del 75º aniversario de la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo ruso, el 27 de enero de 1945.
Está previsto que Merkel guarde un minuto de silencio ante el Muro de la Muerte, donde fueron fusilados decenas de miles de detenidos.
Resurgir del antisemitismo
Después, la canciller visitará Birkenau, a tres kilómetros del campo principal, en particular la rampa donde eran “seleccionados” los deportados cuando descendían de los trenes de transporte de animales: los más jóvenes, los más ancianos y los más frágiles eran enviados directamente a la muerte.
La canciller, para quien el Holocausto es “una ruptura en la civilización”, pronunciará un discurso a media jornada.
En Alemania, el recuerdo del Holocausto está en el centro de la reconstrucción de su identidad de posguerra pero las autoridades están preocupadas por el aumento de actos antisemitas.
El jueves Merkel reiteró que la “lucha contra el antisemitismo y contra toda forma de odio” es una de las prioridades de su gobierno.
También insistió en la “determinación” de las autoridades para que la comunidad judía, en pleno crecimiento, se desarrolle plenamente en Alemania.
En octubre, un atentado fallido contra una sinagoga de Halle conmocionó al país. El autor, que mató a dos personas al azar, es un joven seguidor de las tesis negacionistas.
El partido de extrema derecha AfD, que hace dos años entró en el Bundestag (Parlamento), aboga por el fin de la cultura del arrepentimiento.
Últimos testigos
El nombre de Auschwitz se ha convertido en un símbolo del mal absoluto. Judíos de toda Europa, desde Hungría a Grecia, fueron exterminados en este lugar.
Muchos detenidos, entre ellos menores, fueron sometidos a experimentos atroces por parte del doctor Josef Mengele, el “ángel de la muerte”. También en este campo, que contenía tres cámaras de gas y cuatro hornos crematorios, se utilizó por primera vez en 1941 gas Zyklon B.
Para el presidente del Consejo Central de Judíos de Alemania, Josef Schuster, “no hay ningún otro lugar de memoria que muestre con tanta agudeza lo que pasó en el Holocausto”.
“El asesinato industrial de masas” sigue “estremeciendo” a los visitantes, dice Schuster a la AFP.
Pero los últimos testigos de esta infamia humana, conocidos o menos conocidos, están desapareciendo.
Leon Schwarzbaum, de 98 años, y uno de los últimos supervivientes con vida, recuerda las “chimeneas que escupían fuego cuando se quemaba a la gente” y los “gritos horrorosos” de las víctimas durante el exterminio de los gitanos en agosto de 1944.
Antes que Merkel, sus predecesores en el cargo Helmut Schmidt, en 1977, y Helmut Kohl, en 1989 y 1995, visitaron Auschwitz.
En 14 años en el poder, la canciller ha multiplicado los gestos fuertes al visitar Ravensbrück, Dachau, Buchenwald, y el museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén.
En 2008, fue la primera jefa de un gobierno alemán que pronunció un discurso en la Knéset, el Parlamento israelí. Entonces recordó “la vergüenza” que mancha a los alemanes.
América Digital/AFP