El gobierno chino notificó este viernes que al menos seis miembros del personal médico que atiende el coronavirus (COVID-19) han fallecido por causa de la enfermedad, y otros 1.716 han resultado infectados.
Zeng Yixin, viceministro de la Comisión Nacional de la Salud, indicó que las cifras fueron recabas hasta el pasado martes, donde 1.102 de estos casos de infección se habrían registrado en Wuhan, epicentro del brote, y otros 400 en otros puntos de la provincia de Hubei.
Pese a que las autoridades mantienen estrictas normas de protección para evitar el contagio de médicos y enfermeras, y aunque algunos hospitales no reportan un solo especialista de la salud infectado, las autoridades de la provincia encendieron las alarmas para contener lo que podría convertirse en una crisis médica.
No obstante, el gobierno chino y la OMS distribuyen en abundancia equipos de protección en los hospitales de Wuhan y se espera que la cifra de médicos de primera línea infectados se frene y no se registren nuevas muertes.
Los héroes del brote
Los riesgos que enfrenta el personal sanitario se pusieron en evidencia este 7 de febrero cuando el médico oftalmólogo Li Wenliang, quien había alertado del comienzo de la epidemia en diciembre, sucumbió a la enfermedad en Wuhan.
Su muerte provocó un fuerte malestar en la población, puesto que el médico había sido detenido en diciembre por las autoridades por supuestamente divulgar “información sin confirmar”. Ante ello, 10 académicos de la ciudad publicaron una carta abierta en la que pedían libertad de expresión.
Más de 10 horas sin poder sentarse, ir al baño o tomar agua
El personal médico que pone frente al brote, no solo asume la responsabilidad de salvar la vida de los miles de pacientes esperando ser atendidos, sino que pone en riesgo su propia salubridad.
Según explicó para la BBC una enfermera que trabaja en unos de los hospitales de Wuhan, y quien decidió mantener oculta su identidad ante los medios, las jornadas para asistir la emergencia son críticas y el panorama desalentador.
Médicos y enfermeras trabajan 10 o más horas al día y durante este tiempo no pueden comer, tomar agua, tomar un descanso o ir al baño.
“Al finalizar el turno, cuando nos quitamos los trajes, nos damos cuenta que nuestra ropa está completamente llena de sudor. Nuestra frente, nariz, cuello y otras partes de la cara, nos quedan llenas de marcas profundas y algunas veces incluso cortadas”, manifestó la enfermera.
Muchos de estos médicos y enfermeras son voluntarios y no están atendiendo la emergencia por compromisos laborales o promesas económicas, estos aspectos pasan a ser irrelevantes para estos profesionales de la salud que ponen en riesgo su propia vida para salvar la de otros.
“Muchos de mis colegas duermen sentados en sillas después de terminar su turno porque están simplemente muy cansados para caminar”, agregó la enfermera entrevistada por la BBC.
Titanes que han evitado el desabastecimiento
Quienes también han sacrificado su integridad para atender la emergencia son los distribuidores de alimentos que han mantenido abastecidos los mercados que permanecen abiertos en Wuhan. Decenas de camiones ingresan a la ciudad con regularidad para garantizar que ningún producto entra en desabastecimiento y que los precios se mantienen a niveles razonables.
Varios de los conductores que llegan a Wuhan con toneladas de alimentos son también voluntarios, quienes sin promesas de pago han contenido la emergencia evitando que el caos sea aún mayor.
El número total de muertos en China por la epidemia de COVID-19 se aproximaba este viernes a los 1.400 y la cifra de personas contaminadas asciende a 63.851 (100 nuevas muertes y cerca de 5.000 nuevos infectados), según datos oficiales. Aunque las cifras siguen siendo alarmantes, las autoridades sanitarias indican que el aumento de casos marca un decrecimiento en las últimas semanas y que de continuar así el coronavirus podría neutralizarse para el mes de abril.