Estados Unidos se enfrenta a la escasez de un recurso esencial para el desarrollo de una vacuna para el coronavirus: los primates. Incluso, desde antes de la pandemia de COVID-19, los Institutos Nacionales de Salud (NIH), ya habían alertado sobre la reducción de monos, sin embargo, y después del desarrollo de más de 100 vacunas en los últimos siete meses, la cantidad de estos mamíferos ha llegado a su mínimo.
El mono rheus es uno de los diferentes primates necesarios para la investigación de los laboratorios en Estados Unidos y el mundo, ya que las posibles fórmulas o antídotos creados para combatir el coronavirus se ponen a prueba en estos animales antes de implementarlos en los humanos.
Sin embargo, el mayor problema es que las variedades de primates en las que se hacen las pruebas para las vacuas del COVID-19 se están agotando y llegando a su fin en los laboratorios estadounidenses.
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Aunque la investigación de primates en EE. UU. es costosa, controvertida y supone un enorme desafío incluso en circunstancias normales, tras la llegada de la pandemia, la adquisición de monos se ha convertido en un reto mucho mayor.
“Ya no podemos encontrar ningún primate rhesus. Han desaparecido por completo”, dijo Mark Lewis, director ejecutivo de Bioqual, una organización de investigación por contrato que se especializa en pruebas con animales, en entrevista con The Atlantic.
Precisamente, los Institutos Nacionales de Salud (NIH) habían alertado en un informe en octubre de 2018 que el país contaba con unos 31.500 primates no humanos (PNH), como son llamados los monos en el ámbito de la investigación médica. Además, indicaban que no podrían satisfacer una demanda futura en caso de un brote impredecible. A la fecha, diversos centros de investigación han reportado que el número disponible de PNH está llegando al mínimo.
Entre algunas de las razones que han llevado a la escasez de monos está que, en esencia, a raíz del coronavirus, se ha duplicado de manera exacerbada la cantidad de primates para las pruebas que se llevan a cabo con el fin de encontrar una vacuna efectiva que erradique el COVID-19.
A esto se suma que, con la llegada del virus al mundo, se registró una caída masiva en el suministro de China, que proporcionó el 60 por ciento de los casi 35.000 monos importados a EE. UU. en el 2019. Ahora, con la guerra comercial entre el país asiático y EE.UU. el panorama parece ser aún más oscuro.
Los primates infectados con COVID-19 deben mantenerse en laboratorios de nivel 3 de bioseguridad animal, los cuales cuentan con requisitos específicos de diseño y ventilación para evitar la propagación de patógenos. No obstante, Estados Unidos tiene un número limitado de laboratorios ABSL-3, lo que también se ha sumado a la escasez de primates.
“Recibo numerosas llamadas semanalmente de compañías que buscan probar tratamientos de COVID-19 en el centro de investigación de California, pero tengo que decirles ‘lo siento, no podemos comenzar su investigación'”, relató a The Atlantic Van Rompay, del centro de Investigación de California, uno de los siete centros de primates financiados por los NIH que trabajan con investigadores académicos y de la industria.
La anterior decisión obedece a que, en vista de la escasez de primates en medio de la pandemia de coronavirus, los NIH ahora están decidiendo de forma centralizada qué estudios pueden utilizar los centros nacionales de primates bajo una iniciativa público-privada llamada Aceleración de las intervenciones terapéuticas y vacunas COVID-19 (ACTIV), lo cual ha supuesto un nuevo cuello de botella burocrático.
Aunque los monos representan solo el 0.5 por ciento de los animales utilizados en la investigación biomédica de EE. UU. ,ya que la investigación médica en laboratorios se realiza en un 95% en roedores, como hámsteres o ratones, los primates representan el último paso antes de los ensayos clínicos en humanos y comparten muchas características de su fisiología con los humanos.
Al tener una estrecha relación con los seres humanos, los primates son de gran ayuda a la hora de investigar los efectos de los medicamentos o tratamientos que puedan curar enfermedades en la humanidad, como en este caso, el coronavirus.
En el caso del mono rhesus, uno de los más importantes y más utilizados en la investigación, es considerada la especie “más parecida a los humanos” con una similitud de 90% de su ADN con el de los humanos, según el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, lo que demostraría la importancia de los primates, no solo en el desarrollo de una vacuna para el coronavirus, sino en general para la investigación.
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