Su nombre es Carmela Bustelo de 26 años, una joven colombiana que tiene la dicha de contar una historia inspiradora: haber superado el cáncer, al tiempo que desarrolló un exitoso emprendimiento y, más tarde, convertirse en madre.
“El peor momento puede ser el mejor”, asegura Carmela, al tiempo que recuerda el diagnóstico médico que llegó a sus 21 años: un agresivo Linfoma de Hodgkin, un tipo cáncer que se origina en el sistema linfático.
Una tos seca y la sensación de falta de aire, que la venían invadiendo desde hacía algunos meses en 2017, impidieron una salida de chicas con sus amigas adolescentes de ese entonces; pero además, fue la razón de su alerta para asistir a una consulta médica.
Los análisis médicos encontraron una mancha negra de 17 centímetros pegada al pulmón, por lo que los doctores sugirieron internarla inmediatamente.
“Me quería ir, no entendía qué estaba pasando. Nunca tuve síntomas más allá de la tos, el resultado me agarró por sorpresa. Mi idea era ir, que me dijeran qué tomar y volver con mis amigas”, contó.
En ese momento estaba cursando el cuarto año de arquitectura, carrera con la que soñaba desempeñar, pero, que tuvo que abandonar.
Apenas dos días después del diagnóstico, Carmela tuvo que someterse a una operación y a las pocas semanas arrancar con quimioterapia. En total serían 12 sesiones durante un período de seis meses. Pero, más tarde la suma de su tratamiento se tradujo en 70 sesiones de quimioterapia, 20 de rayos y hasta un autotrasplante de médula para combatir el cáncer.
Como resultado de este proceso comenzó la caída de su cabello y el uso de una peluca natural que ella misma hizo con extensiones. Pero, dado a lo incómoda que le resultaba, le surgió una maravillosa idea que fue la base de un emprendimiento que la motivaría y le cambiaría la vida en este proceso: comenzó a confeccionar vinchas y turbantes que se adaptasen a su cabeza con retazos de tela que tenía en su casa.
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Para Carmela había solo dos opciones: quedarse a llorar o luchar por su recuperación, y ella escogió con mucha firmeza la segunda alternativa.
“Aprendí a disfrutar desde lo más simple como hacerme un café a la mañana hasta de mi trabajo, mis amigos y familia. Tuve la posibilidad de quedarme tirada en la cama llorando o de darlo todo y salir adelante, y elegí poner la cabeza en frío y entregarme al tratamiento. Y eso es lo que quiero transmitir: siempre podemos elegir cómo afrontar algo, todo depende de uno”, reflexionó.
Luego de cuatro meses de tratamiento, Carmela logró tomarse unos días de vacaciones con sus amigas, y así, entre bromas y juegos, se le ocurrió la idea de comenzar a capitalizar su idea de pañuelos y turbantes que venía confeccionando.
“Lo arranqué sin mucha expectativa, como un entretenimiento, pero con el objetivo de ser un nexo con otras personas que estuvieran pasando por lo mismo que yo”, contó.
Fue así como nació ‘House of Cholas’, en honor a su apodo ‘Chola’, el cual comenzó a promocionar en una cuenta de Instagram. Y como nunca lo imaginó, solo en el primer día de la cuenta logró alcanzar 1.000 seguidores y así sucesivamente siguió el crecimiento, a tal punto, de que, según contó, “se me fue de las manos porque no tenía suficiente stock”.
Este hecho hizo que junto a su madre, quien es su actual socia, comenzaran a potenciar el emprendimiento, al tiempo que continuaba con su tratamiento.
“Lo más lindo de esto era que además de sentirme acompañada, era un pasatiempo y una distracción. Los días que no tenía quimio me las ingeniaba para ir a comprar mercadería, fabricar y hacer los envíos”. Y así, lo que comenzó como una forma de compaginar con quienes estaba en su misma situación, tuvo un vuelco de 360 grados.
En ese proceso pasaron seis meses de tratamiento en los que llegó un nuevo chequeo para evaluar su avance, sin embargo, el resultado no fue alentador tenía que continuar el tratamiento, esta vez más intenso.
“Siempre digo que mi marca nació de manera genuina, desde la adversidad. Con cada problema de salud nuevo que se me presentaba, surgía una oportunidad para mi emprendimiento. Cada obstáculo era un nuevo punto de partida”, relató.
Transcurriendo el 2019, y ya a casi dos años de su diagnóstico, la joven culminaba una segunda etapa de su tratamiento sin signos de mejora.
“Lloré, me angustié, me asusté, pero al toque le dije a mi médica ‘cómo seguimos´, puse la mente en blanco y me entregué a lo siguiente que fue un autotrasplante de médula”, explicó. Para este procedimiento tenía que permanecer 21 días internada y aislada, ni siquiera podía recibir visitas porque su cuerpo había sido reseteado y estaba casi sin defensas con el riesgo de contagiarse de cualquier cosa.
Pero, aún con esta opción, los médicos volvieron a informar sobre una negativa de mejora. “Nos queda una última carta para jugar, Carme, me dijeron mis médicos, mientras tanto sentía que el mundo se me iba apagando”” recordó.
Su última esperanza era someterse a inmunoterapia y, como ella misma contó, en su caso “la cuarta fue la vencida”. Por fin llegó la noticia más esperada: le dieron alta médica y podía volver a disfrutar de su vida, pero con cuidados extremos, ya que, coincidió con la llega de la pandemia del covid-19.
“Con la cuarentena de por medio, le volví a sacar ventaja a esta adversidad y me reinventé diseñando tapabocas que la rompieron. Además, aproveché para dedicarle de lleno al crecimiento del emprendimiento”, contó.
Y fue así como ‘Carme’ comenzó su segunda oportunidad de vida. En marzo del año pasado retomó la universidad y, a las dos semanas del inicio, la vida la puso una vez más frente a una situación que tampoco se esperaba y por la que tuvo que volver a dejar, pero esta vez por algo positivo: la vida le deba un nuevo regalo: ser mamá.
En su vientre crecía Ciro, quien hoy es la luz de sus ojos y quien representaba otro milagro en su vida. “Jamás me esperé esto porque durante el tratamiento tuve que operarme para sacar y congelar un óvulo a modo de protegerlo ya que, por la intensidad de los medicamentos corría el riesgo de tener problemas para tener hijos”, expresó.
Esta nueva etapa de su vida la describió como un desafío diario que disfruta y afronta con las enseñanzas que le dejó ser sobreviviente de cáncer. “Después de lo que viví, tengo el aprendizaje de que nada es para siempre y que todo tiene solución. Tener un mal día es algo pasajero y no es grave (…) Aprendí a ver todo como una bendición: en el embarazo tenía náuseas, las mismas que tuve en las quimios, pero ahora eran una fiesta, eran por algo lindo”, recordó.
Durante su proceso Carmela se apoyó en las redes para hacer catarsis, y entre su emprendimiento, el relato de su historia y su visión resiliente de la vida, ha logrado construir de manera inesperada y orgánica una comunidad de 73.000 seguidores, entre los que reúne famosos e influencers.
Hoy en día cuenta con racionamientos como personalidad destacada de la juventud porteña, se convirtió en oradora y frecuentemente es invitada a dar charlas para contar su historia, concientizar y ayudar a otros a atravesar de la mejor manera estos duros momentos.
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