La barbería popular o “de calle” está lejos de ser un fenómeno nuevo en Venezuela. Durante décadas han existido estilistas que ofrecen sus servicios en plazas, comunidades de bajos recursos o lugares transitados.
No obstante, la crisis ha incrementado este tipo de oficios de manera informal ante la imposibilidad de rentar un local o establecimiento comercial.
Juan Medina, de 28 años, instaló hace ocho meses su peluquería de calle bajo un tarantín de techo de zinc en el sector El Relleno, una de las zonas más empobrecidas de Maracaibo, en el occidente de Venezuela.
“En todos los aspectos, estoy mejor que en una barbería regular”, dice.
Cobra un dólar (30.000 bolívares) en efectivo por cada corte. En promedio, atiende entre 110 y 120 clientes a la semana.
Ha recibido carne, queso, pan, arroz y harina como pago de sus clientes en sus cuatro meses de experiencia como estilista de calle.
Un trabajo de la Voz de América, da cuenta de que Medina integra una docena de barberos de acera, como comúnmente se les conoce, en la misma zona. En una misma avenida, pueden coincidir hasta cuatro.
“Aquí, la gente viene por la economía, por el precio. En una barbería, un corte puede salir en cinco dólares y aquí solo pagan un dólar”, explica Juan.
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Es cada vez más común ver a barberos laborando en las calles y plazas de grandes ciudades de Venezuela, como Maracaibo y Caracas.
Le va mejor que cuando trabajaba en una barbería tradicional en un centro comercial de la ciudad.
Abraham Díaz, de 20 años, también cobra por looks juveniles y clásicos a 50 metros de distancia del puesto de José.
El oficio lo aprendió gracias a tutoriales de YouTube, comenta, postrado en su silla, a la espera de su primer cliente del día cerca del mediodía.
Una máquina Wahl original, modelo Clipper Corp, es su instrumento para su corte insignia, el “desvanecido” en versiones “en ve” o “en la barbilla”.
Hay días en los que ni siquiera puede tomarse un respiro de mañana ni de tarde. Le llueven clientes de un universo variopinto: son de diversas clases sociales; niños; adultos; de otras comunidades del norte de Maracaibo.
“Tenía que hacer algo, porque nadie lo iba a hacer. No tenía qué ponerme en los pies, ni pantalones”, admite, señalando la bermuda y las sandalias que viste, recientemente comprados.
El economista Luis Crespo explica que el nacimiento de oficios informales como la barbería callejera en el país es parte de la “reinvención forzada” del venezolano desde 2017 por la profundización de la crisis económica.
“Muchos venezolanos se ven en la necesidad de reinventarse en la búsqueda de actividades que generen mayores ingresos para cubrir las necesidades”, indica el profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Actualmente el salario mínimo en Venezuela es de 150 mil bolívares (7 dólares) y la canasta alimentaria de octubre se ubicó en 7.585.401 bolívares (237 dólares).
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