¿Ya podemos hablar de la maldición olímpica de Tokio?
En 1940, hace ochenta años, los Juegos Olímpicos debían realizarse en Tokio y el imperio japonés no pudo organizarlos a causa de “problemas con China”. Lo que está sucediendo ocho décadas más tarde con los cinco aros no puede más alegórico: el certamen Tokio 2020 fue postergado hasta 2021 a causa de la pandemia de coronavirus, cuyo caso uno se registró en la ciudad china de Wuhan.
Desde 1896, cuando el Barón Pierre de Coubertin rescató la tradición de las competencias deportivas panhelénicas de la Grecia antigua, se han celebrado 31 Juegos Olímpicos. En 124 años, solo cuatro ediciones han sido diferidas o canceladas, dos de ellas en la capital nipona.
Sí, es la maldición olímpica de Tokio.
Si bien los Juegos de 1964 se llevaron a cabo sin sobresaltos en el archipiélago más próspero de la Tierra, Tokio arrastra una especie de maleficio olímpico.
La manifestación genésica de la maldición olímpica de Tokio ocurrió hace ya ocho decenios. A la ciudad más importante del Japón le tocaba ser la primera locación asiática de los Juegos y tomar la antorcha que le pasaba Berlín 1936. Tuvo que dejarla caer.
Pero aquella vez Tokio no fue una víctima inocente de circunstancias ajenas a su control. Japón fue la única responsable de que la sede de los Juegos fuese mudada a Helsinki, Finlandia.
Su agresión militar a la vecina China, a la que sometieron a un brutal régimen de ocupación, le valió el repudio internacional y la amenaza de boicot a la cita olímpica por parte de potencias como Estados Unidos y Reino Unido, que ya veían el expansionismo japonés como amenaza.
Tokio se rindió. El Comité Olímpico Japonés desistió de acoger los juegos. Alegó “problemas con China”.
La maldición olímpica de Tokio se apoderó también de Finlandia, la nueva sede, a la que la capital japonesa había vencido en la votación del Comité Olímpico con el apoyo de la Italia fascista de Benito Mussolini.
Finlandia fue invadida, y tomada, por el Ejército Rojo de la Unión Soviética, pese a la heroica resistencia finesa. En definitiva, la competencia de 1940 nunca se llevó a cabo. Tampoco la de Londres 1944. El mundo estaba en guerra.
Y vuelve a estar en guerra en 2020, esta vez contra un enemigo tan diminuto como mortal: el coronavirus, que ya se ha cobrado más de quince mil vidas y le ha bajado las suicheras, una por una, al deporte mundial.
Tokio 2020 resistió, pero no aguantó los embates de un problema que ya no es chino, sino global. A diferencia de lo que ocurrió en 1940, los Juegos de 2020 fueron postergados, no eliminados. Es otra modalidad de la maldición olímpica de Tokio.
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