Erling Haaland, delantero estrella del Borussia Dortmund, y Yassine Bounou (Bono), portero del Sevilla, protagonizaron un momento extraño en los octavos de final de la Champions. Al noruego le anularon un gol por determinación del VAR, pero le aprobaron un penal por la misma vía. Cuando Haaland estaba por cobrar le pena, se escuchó “Kiricocho” a tres voces andaluces, y así una pequeña parte del corazón del mítico entrenador argentino Carlos Bilardo latió en el Signal Iduna de Dortmund.
La maldición de Kiricocho hizo efecto. Haaland erró el tiro, tapado por Bono, que le dijo algunas cosas para ponerlo en su lugar. Pero la situación extraña no había acabado. El árbitro turco Cuneyt Cakir, después de que el balón estaba en el otro polo de la cancha, mandó a repetir el penal, pues consideró que el arquero se había adelantado. No hubo conjuro que detuviera al noruego que anotó, y se le encimó a Bono para gritarle molesto “Kiricocho”, o un intento de la palabra.
“No tengo ni idea de lo que le grité, le dije lo mismo que me había dicho él”, confesó Haaland sobre el “Kiricocho”, y sin querer había regresado a la palestra uno de los cuentos más supersticiosos de la magnífica carrera de Bilardo. “No sé qué significa”.
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Muchos pueden estar como Haaland, preguntándose: ¿qué es Kiricocho, acaso se trata de una mala palabra, una maldición, un señalamiento despectivo? Pues nada de eso. Es solo uno de esos conjuros casi incompresibles que habitan en el fútbol y el deporte en general. Se usa para enviarle malas vibras a un rival o al menos hacerlo molestar, sacarlo de concentración. Y tal parece que aunque el noruego luce como un Terminator imperturbable, la palabra de origen argentina lo sacó de sus casillas.
Kiricocho, la nueva palabra que ha aprendido Haaland, ni siquiera es un término: se trata del nombre de un hincha acusado de ser portador de mala suerte con el que se topó Carlos Bilardo en 1982. El entrenador, ya para ese entonces, cuatro años antes de proclamarse campeón del mundo en México, era un obsesivo compulsivo feligrés de las supersticiones.
Después de intentar suerte en Colombia con el Deportivo Cali y en su regreso a la Argentina con San Lorenzo de Almagro, Bilardo retornó a donde había comenzado su carrera técnica en 1971: Estudiantes de La Plata. Fue para la temporada 1982-83. Se cuenta que Kiricocho era un hombre fanático al club, que cada vez que se aparecía para ver un entrenamiento una especie de maldición caía sobre algún jugador. La supuesta mala suerte del seguidor se reflejaba en la lesión de un futbolista.
La “mala suerte” de Kiricocho
El misterio esotérico de Kiricocho llegó a los oídos de Bilardo, y a diferencia de Haaland y otros jugadores de nuestra actualidad, no se molestó ni perdió la razón. Quiso usar al fanático como un gato negro enviado a molestar a los rivales. El relato reseña que el entrenador le dio una misión a Kiricocho: recibir a los adversarios que visitaban a Estudiantes de La Plata.
Quién sabe por qué, pero al parecer la maldición de Kiricocho dio resultado. Estudiantes, con Bilardo a la cabeza, se tituló como monarca de la Primera División de Argentina ese año, con 21 victorias, 12 empates, tres derrotas, 50 goles a favor y solo 18 en contra. El fanático, tildado al principio como un pájaro de mal agüero, se convirtió en una reliquia. De alguna forma la historia trascendió y se regó por los campos de fútbol, y no solo de la Argentina, sino de varias partes del mundo. Ese es un verdadero misterio.
Después de que Bilardo terminó sus responsabilidades con la Asociación de Fútbol Argentino, y alcanzó el título en el Mundial de 1986 y el subcampeonato en Italia 1990, descansó un poco. Regresó a los banquillos en 1992, en España, con el Sevilla, el club que sufrió esta semana a Haaland, y se sorprendió cuando escuchó la palabra “Kiricocho”. Cuentan que no entendió por qué el nombre había llegado a Sevilla, a Europa, muy lejos de Argentina.
En Andalucía la historia de Kiricocho llegó antes que Bilardo, seguramente llevada por futbolistas argentinos que hicieron vida en España, y el nombre se convirtió en una maldición lanzada a aquellos rivales que estaban en un momento importante, como el lanzamiento de un tiro penal.
Kiricocho no tiene rostro
Si bien pocas veces el aficionado se da cuenta, porque antes del Covid-19 la bullaranga de los estadios ocupaba toda la atención del sonido, las canchas vacías han hecho que palabras privadas de los futbolistas se cuelen a los micrófonos. Eso le ha dado vida a Kiricocho, cuyo nombre se ha escuchado varias veces en partidos de Europa, como le ocurrió al Borussia Dortmund de Haaland.
Bilardo regreso a dirigir en Argentina en 1996, con Boca Juniors. En un pequeño corto de Movistar+ se cuenta que una de las primeras cosas que hizo el entrenador fue preguntar por Kiricocho, quizás quería verlo de nuevo y contarle que su nombre se había convertido en una pintoresca maldición en el fútbol profesional. Nadie supo qué decirle al técnico. El aficionado había desaparecido y nadie sabía de él. Fue un personaje fugaz, sin rostro, pero con legado, o quizás nunca existió y se convirtió en el “amigo imaginario” más representativo del fútbol suramericano.
Kiricocho contra Robben en Sudáfrica 2010
De acuerdo con una nota de Goal.com, Kiricocho, así como se le apareció a Haaland, también fue invocado en uno de los más emocionantes momentos del fútbol en tiempos recientes. Fue invocado por el español Joan Capdevila en la final de la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. “Solo la he utilizado una vez en la famosa parada de Iker (Casillas) a (Arjen) Robben”, contó el español. “En plan desesperado, lo primero que se me pasó por la cabeza fue la palabra Kiricocho. La usé una vez y me fue bastante bien. No la he usado más”.
La maldición, o quizás maleficio, de Kiricocho, también es usada como una broma para molestar a futbolistas supersticiosos. Se sabe que jugadores de Francia la pronunciaban en los entrenamientos de la selección para el Mundial de Rusia 2018 solo para molestar a Antoine Griezmann.
Kiricocho es una de esas cosas raras que tiene el fútbol, que logró sacar de concentración hasta al propio Haaland. Así de presente está Bilardo todavía, aunque no dirige desde 2004 y con 82 años vive el retiro de una destacada y curiosa trayectoria.
América Digital