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Táctica rusa: veneno para salirse con la suya

Este miércoles 02 de septiembre, el laboratorio especial de las Fuerzas Armadas alemanas que analizó muestras tomadas al abogado y principal dirigente opositor, ruso Alexei Navalny, encontró “pruebas inequívocas” de que fue envenenado con un agente neurotóxico, perteneciente a la clase Novichok, un grupo de agentes nerviosos desarrollados por la Unión Soviética. Podría haber sido introducido en un té que se bebió el dirigente en el aeropuerto de la ciudad rusa de Tomsk, antes de tomar un avión.

Las reacciones han sido varias, la primera la de la canciller alemana, Angela Merkel, quien condenó el intento de asesinato de Navalny por envenenamiento, que atenta contra los derechos y valores fundamentales” y señaló que el ataque “tendrá una respuesta comùn adecuada”, pues Navalny fue víctima de un “intento de asesinato” y ahora hay preguntas serias que sólo el gobierno ruso puede y debe responde “Alguien trató de silenciarlo y, en nombre de todo el gobierno alemán, lo condeno, en los términos más enérgicos”;. El embajador ruso en Alemania fue llamado a consultas.

También lo ha hecho el Parlamento alemán, la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, el conjunto de la Otan y el resto de los socios europeos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instó a los responsables a “responder ante la Justicia” por un acto que calificó de “cobarde y despreciable”. El ministro británico de Exteriores, Dominic Raab, afirmó que “El Gobierno ruso debe decir la verdad”

Incluso, la Casa Blanca insistió en que “Estados Unidos está muy preocupado por el envenenamiento, un hecho condenable”. El episodio se produce en un momento de tensión bilateral con Moscú, acusada de cometer varios ciberataques recientes contra las autoridades alemanas y hasta de liquidar a antiguos agentes del Kremlin en suelo germano.

Es que ésta no es la primera vez que se usa la antigua técnica de envenenar al enemigo como antes la usaban Nerón y Calígula Se ha vuelto una fatídica costumbre en las esferas del poder del Kremlin. Se utilizó una sustancia similar a este agente neurotóxico para envenenar al espía ruso exiliado Sergei Skripal y a su hija, Yulia, en Gran Bretaña en 2018; ambos sobrevivieron, pero una mujer que accidentalmente encontró el veneno murió. El ex oficial de la KGB, Alexander Litvinenko, bebió té en un hotel de Londres en 2006 y pronto murió.

Otro caso es el envenenamiento de la destacada periodista de investigación Anna Politkovskaya, en el año 2004, quien también se enfermó mientras volaba al sur de Rusia en medio de una crisis de rehenes en Beslán.

Aunque Anna sobrevivió al envenenamiento, fue asesinada a tiros en el 2006, cuando investigaba las violaciones de derechos humanos en la campaña de Rusia contra los insurgentes en el norte del Cáucaso.

Otras víctimas, un miembro del grupo de protesta Pussy Riot; un ex presidente de Ucrania; y el colaborador del Post Vladimir Kara-Murza, periodista y activista de la oposición que ha sobrevivido a dos envenenamientos en Moscú. Boris Nemtsov, el líder de la oposición más prominente antes de Navalny, fue asesinado a tiros en un puente cerca del Kremlin en 2015.

El propio Alexei Navalny, cuyos videos de Internet que documentan la corrupción de los gobernantes de Rusia, incluido el ex primer ministro Dmitry Medvedev, han recibido decenas de millones de visitas, ya había sido víctima de otras acciones contra su vida. En 2017, perdió la visión en uno de sus ojos tras ser atacado con un tinte verde antiséptico. El año pasado fue hospitalizado después de que una sustancia química desconocida lo afectara mientras estaba bajo custodia policial.

Navalny estuvo a punto de pagar con su vida, el éxito de convocatoria de sus multitudinarias manifestaciones promovidas en Moscú contra la corrupción y el fraude electoral. Aparentemente oponerse a Putín viene acompañado de una sentencia de muerte, sobre todo si hace de forma asertiva como lo venía haciendo Navalny quien había creado una red nacional de oficinas para promover contendientes frente a los candidatos del partido gobernante de Putin en las elecciones locales.

Lo cierto es que quién puso veneno en su té, y quién ordenó que lo pusieran allí, debe ser encontrado y expuesto. No puede una vez más, Rusia salirse con la suya tras este acto criminal y deplorable.

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