Esta semana el New York Times, inició un boletín con análisis a profundidad de lo que ocurre en Estados Unidos en plena temporada electoral, lo hacen de la mano de Max Fisher y Amanda Taub, quienes son los autores de The Interpreter una columna en la que dialogan con expertos de todo el mundo para interpretar la actualidad global.
El artículo de este jueves hace un interesante análisis de qué es lo que se está jugando con el reemplazo de la magistrada Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema antes de la elección del 3 de noviembre, algo que supone mucho más que un posible “viraje hacia la derecha en la jurisprudencia estadounidense que podría afectar el sistema de salud, la inmigración, los derechos electorales y otros temas para toda una generación”. Se trata de lo que algunos definen como la crisis del sistema político estadounidense y su vulnerabilidad.
Citan los autores, a Daniel Ziblatt, académico de Harvard y coautor junto Steven Levitsky de un trabajo académico titulado Cómo mueren las democracias, donde ambos profesores estudian cómo han desaparecido diversas democracias y qué podemos hacer para salvar la estadounidense, y se pasean desde la dictadura de Pinochet en Chile hasta el discreto y paulatino desgaste del sistema constitucional turco por parte de Erdogan. Ziblat les confirma a Marx Fischer y Amanda Taub que el sistema democrático estadounidense “es totalmente vulnerable”
Señala el artículo la creciente inclinación de la corte hacia la derecha, la violación del estándar que le aplicaron los republicanos a la solicitud de Barack Obama ,cuando 10 meses antes de una elección presidencial, bloquearon la nominación que él hiciera para la corte y que ahora no aplican a la nominación, por parte de del Presidente Trump, de un juez también a la corte a menos de 40 días para las elecciones.
“Son tres los más graves problemas de la democracia estadounidense los que convergen en este asunto. El sistema presidencial bipartidista del país ha enfocado la gobernanza básica como una competencia de suma cero en pos de la supremacía. Los desbalances estructurales han otorgado al Partido Republicano más poder con menos votos. Y un aumento en la polarización política ha creado una sensación de urgencia que justifica medidas drásticas para debilitar a los oponentes.
Algunos de los colapsos democráticos más graves, descubrieron Ziblatt y su coautor, Steven Levitsky, ocurrieron en el siglo XX en Sudamérica, en países donde los sistemas presidenciales bipartidistas se parecen mucho al de Estados Unidos. Y la espiral descendente inició, una vez más, cuando el partido en el poder empezó a torcer una serie de normas importantes —pero tácitas— para ir tomando el control de la corte más alta”.
Continúa, el artículo del New York Times: “En Argentina, el partido del presidente abusó del poder para reemplazar a los magistrados de la Corte Suprema e instaló a jueces leales en tres de los cinco lugares. En Venezuela, el presidente Hugo Chávez llenó el tribunal y agregó unos doce nuevos jueces. Chile tal vez sea el ejemplo más preocupante: aunque la forma de romper las normas fue distinta, llevó a un ciclo de escalada entre los partidos hasta que el país —durante largo tiempo visto como similar a Estados Unidos en longevidad y estabilidad democrática— cayó en la violencia y la dictadura”
El patrón es parecido en todos los casos.
“ Un partido viola normas para ganar una ventaja estructural más allá de la proporción del voto que posee. El otro lado responde del mismo modo. Al final, las normas desaparecen y con ellas la democracia tal como la comprendemos”.
Toman los autores un ejemplo para explicarlo de una forma más sencilla. “Imagina un partido de béisbol donde un equipo empieza por romper reglas y casi no enfrenta consecuencias. Esto obliga al otro equipo a tomar una decisión difícil. Puede seguir cumpliendo con las reglas con la esperanza de que los oponentes voluntariamente renuncien a romper las reglas. O puede quedar a mano y torcer algunas reglas a sabiendas de que esto podría desencadenar un toma y dame que escalará hasta el punto en que ya no estén jugando béisbol en realidad sino más bien un pleito en el campo”
De allí rescatan la idea más significativa:
“Hay un motivo por el cual las batallas por la corte superior de un país son a menudo lo que empujan a las democracias tambaleantes hacia el colapso: es una oportunidad para que un equipo elija a los árbitros que supervisan el juego”.
De nuevo citan los periodistas del New York Times a Ziblatt: “Cuando a un sistema dividido se le impone esta polarización es más probable que haya una guerra institucional” “Todo es suma-cero”.
Quiero citar a Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política y social, investigador de la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática, quien concluye en su libro “La política en tiempos de indignación” que “la mejor forma de destruir una democracia es democráticamente”
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