El Tapón del Darién es una zona selvática que divide a Colombia y Panamá y que desde hace varios años se ha convertido en una de las rutas de migrantes más usadas en el mundo.
Cada año miles de personas de países como Haití, Cuba, Venezuela, Ecuador, Colombia e incluso de algunos países de África o Asia llegan a esta zona del departamento de Antioquia buscando cruzar la frontera colombo-panameña.
Sin embargo, en esta peligrosa travesía tienen que enfrentarse a la inhóspita selva en la que existen numerosos ríos y en donde habitan animales tan temidos como el jaguar y serpientes venenosas.
La crisis humanitaria en esta región se ha venido agudizando cada vez más con el paso de los años y las autoridades migratorias han encendido las alarmas por el represamiento de personas que se viene registrando en los municipios colombianos de Necoclí y Acandí.
Miles de migrantes llegan anualmente a esta zona buscando el denominado “sueño americano”, por lo que se tienen que enfrentar a una larga travesía a través de unos 266 kilómetros en medio de la selva para llegar a Centroamérica y posteriormente a EE.UU.
Sin embargo, la vulneración de derechos humanos, la falta de atención médica y alimentos ha hecho que el Tapón del Darién se haya convertido en las rutas de migrantes más peligrosas y transitadas del mundo.
Las cifras de las autoridades panameñas dan cuenta que al cierre de septiembre habían cruzado unos 151.582 migrantes irregulares, registrando un aumento considerable frente a los 133.726 que cruzaron para esta misma fecha del 2021.
La Misión en Panamá de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indicó que este año podrían cruzar “fácilmente” unos 200.000 viajeros indocumentados.
De esta forma, familias enteras, con niños e incluso bebés, arriesgan sus vidas por este paso fronterizo enfrentándose a las difíciles condiciones de la selva buscando un mejor futuro en Norteamérica.
Algunos estiman que cruzar el Tapón del Darién les podría tomar cinco o seis días de exigente caminata en medio de la tupida vegetación, caudalosos ríos y un gran nivel de humedad.
Caminando por lodazales, cruzando ríos y enfrentando las altas temperaturas de la selva estas personas llevan su físico al límite sin importar que esto los lleve a perder posiblemente la vida.
También es conocido que en estas montañas existen los denominados “coyotes” y grupos armados que pueden cobrar varios dólares para pasarlos al otro lado de la frontera guiándolos por la espesa selva tropical.
Algunos migrantes han confesado que han visto personas morir ahogadas en los ríos o tras enfermarse gravemente durante el recorrido. Incluso, muchos dan cuenta que se han presentado ataques entre ellos mismos con armas de fuego.
Una apuesta por un mejor futuro
Las condiciones sociales, políticas y económicas que atraviesan algunos países en el mundo ha llevado a que miles de personas busquen un mejor futuro en naciones desarrolladas como EE.UU. y Canadá.
De esta forma, la crisis desatada por la pandemia y el incremento de la pobreza ha obligado a que miles de personas decidan migrar ilegalmente a través de América en su objetivo de llegar al norte del continente.
Caminando, o viajando en buses, lanchas y barcos, estos migrantes hacen todo lo posible por llegar a la frontera entre Colombia y Panamá para iniciar una larga y tortuosa travesía que les permita llegar a Centroamérica.
Estas personas tienen que someterse a difíciles condiciones ya que tienen que aguantar hambre, dormir en condiciones inhumanas e incluso a caminar a pesar de estar embarazadas o de sufrir graves enfermedades.
Precisamente, estos escenarios han hecho que el flujo de caminantes no pare de crecer y se estima que a finales de 2022 se podría registrar cifras récord de migrantes por esta zona del planeta.
Lo cierto es que la selva literalmente se está tragando a estas personas que emprenden este viaje cargados de mochilas, agua en botellas y carpas con la incertidumbre de tener un futuro pero con el riesgo de que su sueño pueda morir en medio de la selva.
Incremento de migrantes venezolanos
Las autoridades de Panamá indicaron que gran parte de los migrantes (+60 %) vienen siendo venezolanos que han huido de su país por la crisis y han decido continuar hacia el norte tras vivir en Colombia y otros países de Suramérica en donde probaron suerte.
La oficina de Migración reseñó que solo en septiembre unos 38.399 venezolanos cruzaron el Tapón del Darién, siendo la nacionalidad más predominante; seguidos de los ecuatorianos (2.594), haitianos (2.170), colombianos (1.302) y cubanos (490).
El resto de los migrantes provienen de países como la India, Senegal, Brasil, Bangladesh, República Dominicana, Angola, Nepal, Somalia, Camerún, Perú, Afganistán, China, Chile, Congo, Eritrea, Nigeria, Uzbekistán, Sri Lanka, Siria, entre otros países africanos y asiáticos.
De esta forma, las autoridades panameñas están tratando de registrar biométricamente a estas personas y les brindan en la medida de los posible alimentación y atención médica, en un operativo considerado único en el continente.
Grave crisis humanitaria
El gobierno de Colombia también ha encendido las alarmas ante esta compleja situación que se vive en esta región fronteriza, ya que en las últimas semanas más de 3.000 personas diarias se están adentrando a la selva del Tapón del Darién.
Aunque este fenómeno no es nuevo, los pobladores de municipios como Necoclí (Antioquia), Acandí y Capurganá (Chocó) han sentido la grave presión social y humanitaria que se ha generado por cuenta del gran número de migrantes.
La Procuraduría colombiana hizo un llamado para que se imponga un estricto control a los servicios marítimos que movilizan a los migrantes con el objetivo de evitar que se registre un tragedia mar adentro.
De hecho, muchas de estas embarcaciones salen con sobrecupo y la problemática es tan grande que la policía y autoridades locales han perdido completamente el control de la situación.
“La situación está difícil. Nos va a estallar esta vaina en la cara”, indicó un habitante de Capurganá, el último municipio antes de iniciar la travesía por la selva del Darién.
De esta forma, se espera que los gobiernos de Colombia y Panamá se articulen para diseñar una estrategia para este fenómeno migratorio; pero el principal objetivo será buscar una solución regional para la crisis humanitaria.
La canciller de Panamá, Erika Mouynes, hizo este llamado durante una sesión en la 52 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) pidiendo responder a este “grito” de miles de migrantes.
“En este momento hay una crisis migratoria que hay que atender y tenemos que responder ese grito de cientos de miles de hermanos americanos que están pasando por una situación muy difícil, con una justa corresponsabilidad”, indicó Mouynes.
Por su parte, la viceministra colombiana de Asuntos Multilaterales, Laura Gil, indicó que “el país no construirá muros para contener la migración y no permitirá que sus fronteras se conviertan en cementerios”.
La realidad es que el mundo está presenciando uno de los fenómenos migratorios más peligrosos del planeta, el cual se ha convertido en un reflejo de la grave situación económica, política y social que viven varios países del continente.