Las teorías conspirativas que han surgido en medio de la pandemia del COVID-19 han sido uno de los principales problemas de desinformación. Por ejemplo, en las últimas semanas se ha difundido en las redes sociales que las pruebas PCR para la detección del coronavirus podrían causar supuestos daños cerebrales.
Desde hace unas semanas circula en América Latina a través de Facebook un mensaje que cuestiona el papel de la medicina moderna y advierte sobre el supuesto “daño cerebral” que pueden causar los test PCR para el COVID-19, técnica que considera una “lobotomía encubierta” sin relación alguna con la detección del virus.
“¿Saben ustedes cómo se practicaba la lobotomía en el siglo XIX? ¿Todavía siguen pensando que la ‘medicina’ moderna es para ayudarnos!?… ¿Todavía creen que esa maldita prueba del PCR es para detectar el supuesto virus (…)? ¿Por qué razón no hacen la prueba vía sanguínea (…) cuando las pruebas sanguíneas son efectivas!?”. Así empieza este mensaje, en tono conspirativo.
La falsa información cuestiona la función de introducir un hisopo en la nariz hasta supuestas partes frontales del cerebro para detectar el virus ya que “no existe ninguna relación de esta maldita prueba” con “detectar si se es portador del ‘virus”.
De esta forma, las cadenas de desinformación aseguran que estas pruebas PCR supuestamente exponen a las personas a un supuesto daño cerebral.
Sin embargo, los científicos han explicado que los test PCR (“reacción en cadena de la polimerasa”) no pueden causar ningún daño a nivel cerebral porque el bastoncillo utilizado para recolectar las mucosas llega solo hasta una cavidad en la garganta separada por una pared de hueso de la región craneal.
El director médico de la Unidad de Genética de los laboratorios colombianos Colcan, Carlos Estrada, una de las instituciones autorizadas en ese país para la toma de PCR, explicó que mediante la toma del hisopado nasofaríngeo no existe ningún tipo de compromiso con el sistema nervioso central ni del cerebro.
“El elemento utilizado para tomar la muestra, que es un hisopo en ningún momento tiene contacto con estructura alguna del sistema nervioso central, ya que anatómicamente el ser humano cuenta con una serie de estructuras óseas que aíslan la cavidad nasal de la cavidad craneana”, indicó Estrada.
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De acuerdo con el experto, para acceder a la zona en la que se encuentra el tejido cerebral haría falta realizar “algún tipo de maniobra traumática que pueda ocasionar la ruptura de ese tipo de estructuras óseas para que el hisopo pueda llegar al sistema nervioso”.
“Eso nunca ocurre y ese tipo de complicaciones nunca se dan cuando hacemos ese tipo de tomas para el estudio de COVID-19 mediante la PCR”, resaltó el especialista.
La lobotomía fue una técnica médica impulsada en los años 30 del siglo XX por el neurocirujano portugués António Egas Moniz, que permitía acceder a la región frontal de la corteza cerebral mediante una incisión en la parte baja del ojo con un instrumento puntiagudo.
Una vez penetrado el cráneo, se procedía a eliminar las conexiones neuronales deficientes, a las que en ese momento se atribuían enfermedades como la depresión o la esquizofrenia.
La práctica de este procedimiento tuvo tal éxito que Egas Moniz recibió en 1949 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina (compartido con el suizo Walter Hess) por su descubrimiento del valor terapéutico de las lobotomías -también conocidas como leucotomías-, que ya en la década de los sesenta quedaron en desuso por el impulso de medicinas eficientes para las enfermedades mentales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha explicado que el procedimiento que se lleva a cabo durante una prueba PCR es una simple inserción de un bastoncillo por la cavidad nasal hasta llegar a la estructura denominada nasofaringe, con la finalidad de tomar una muestra del epitelio respiratorio.
De esta forma, una vez que se toma la muestra del fluido se realiza un proceso biológico en un laboratorio en el que se aísla el ARN del COVID-19 para identificar si hay rastros genéticos y antígenos de la enfermedad en el paciente analizado.
“Hay alguna muestra que puede causar algún tipo de trauma ligero, pero en ningún momento causamos alteración alguna a nivel del sistema nervioso central, mucho menos lobotomías, como se le está haciendo ver al público en general”, manifestó Estrada.
De acuerdo con el experto, el procedimiento puede generar algunas molestias y complicaciones menores a la hora de realizar la prueba como dolor o un poco de sangrado al introducir el hisopo, pero esto dependerá directamente de la estructura anatómica del paciente y la dificultad para introducir el bastoncillo.
En ese sentido, las autoridades han recomendado que estas pruebas se realicen en sitios certificados y especializados para evitar cualquier tipo de complicación con laboratorios o centros médicos que quieren hacer negocio con este tipo de pruebas de detección del COVID-19.
Los expertos también han explicado que las pruebas sanguíneas (test de anticuerpos) no sirven para detectar el coronavirus sino que permiten confirmar si un paciente ha sufrido alguna infección del COVID-19 en el pasado, no en el momento de la prueba.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), han explicado que en estas pruebas de anticuerpos se analiza la sangre para detectar proteínas generadas por el cuerpo para luchar contra un virus “que podrían permitir saber si se tuvo una infección por COVID-19”.
En ese sentido, las autoridades han indicado que los test de anticuerpos no deberían utilizarse para diagnosticar una infección actual por COVID-19, excepto cuando hay demoras con las pruebas de detección virales.
Una de las razones sobre esta recomendación es que un test de anticuerpos puede que no muestre si actualmente se padece una infección por el COVID-19 porque el organismo tarda entre una y tres semanas en generar anticuerpos después de una infección.
Para la detección del coronavirus también se están realizando pruebas rápidas que miden los antígenos, como se conoce a las sustancias que provocan que el sistema inmunitario produzca anticuerpos contra sí mismo, según señala la base de datos médica MedLine, administrada por la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU.
Estos test de antígenos, más rápidos y baratos que las PCR pero menos precisos, analizan también una muestra de mucosa (o de saliva) y debe igualmente ser el personal sanitario y de laboratorio capacitado el que lleve a cabo la toma de muestras, el ensayo y la interpretación de los resultados.
De esta forma, este tipo de pruebas de antígenos tienen la ventaja de que sus resultados se obtienen más rápido frente a las PCR (pero no las reemplazan) porque no requieren un reactivo para su procesamiento.
En ese sentido, las pruebas de antígenos se recomiendan para diagnosticar infecciones en casos sintomáticos en personas que se encuentren en los primeros 11 días desde su aparición o en pacientes que hayan tenido un contacto con una persona positiva en un periodo similar.
Sin embargo, los expertos han asegurado que estas pruebas podrían dar una falsa sensación de seguridad cuando arrojan resultados negativos, aún cuando las personas podrían tener el virus pero no han generado un nivel de antígenos para su detección, por lo que las pruebas PCR siguen siendo las más efectivas para diagnosticar la infección del COVID-19.
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