Los esperanzadores anuncios sobre los avances y efectividad de las vacunas para el coronavirus han generado grandes expectativas en el mundo ante un escenario que podría poner fin a la pandemia del COVID-19.
Desde hace varios meses la comunidad científica y las compañías farmacéuticas han venido estudiando un virus desconocido para poder determinar sus consecuencias en la salud y para desarrollar posibles vacunas o tratamientos contra esta enfermedad.
Tras varios meses de estudios y ensayos clínicos con miles de personas, algunas vacunas ya se encuentran en las fases avanzadas y estarían ad portas de presentar una autorización de uso ante las autoridades sanitarias.
Además, ya vienen produciendo las primeras dosis mientras que los gobiernos se preparan para enfrentar el reto logístico de su distribución y diseñar las campañas de vacunación.
Sin embargo, este escenario está cada vez más cerca pero algunos sectores han manifestado su preocupación no solo por el rápido desarrollo que tuvieron estas vacunas sino también por los efectos secundarios tras su aplicación, a pesar de que todas han cumplido con un estricto protocolo de seguridad y efectividad.
Ver más: ¿Cuáles son las diferencias que tienen las vacunas más avanzadas contra el COVID-19?
En ese sentido, un indicador primordial para la vacunación será la persuasión y pedagogía ya que históricamente casi todos los efectos indeseables de las vacunas aparecen en las seis semanas posteriores a la aplicación.
Por ejemplo, los voluntarios que participaron en los grandes ensayos clínicos de los laboratorios Pfizer/BioNTech y Moderna tuvieron un seguimiento de dos meses para poder determinar los efectos secundarios que posiblemente tendrían estas vacunas.
“Hay una diferencia entre rápido y demasiado rápido. Dos meses bastarán para detectar la inmensa mayoría de los efectos secundarios”, indicó Saad Omer, director del Instituto de Salud Global en la Universidad de Yale.
Lo cierto es que la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU. (FDA) exige seis meses de seguimiento, pero si no ocurre nada grave en los dos primeros meses es improbable que cuatro meses adicionales revelen algo más sobre los efectos secundarios.
De acuerdo con los expertos, una de las ventajas y aspectos que generan tranquilidad es que estas vacunas fueron probadas en un gran grupo poblacional de más de 30.000 o 60.000 personas de varios rangos de edades.
Las farmacéuticas Pfizer y Moderna informaron que, en los dos meses posteriores a las segundas dosis, no se registró ningún efecto indeseable “grave”, es decir que pusiera la vida del paciente en peligro o provocara su hospitalización o su invalidez.
Sin embargo, tras la aplicación de las dosis la mayoría de farmacéuticas han identificado algunos efectos secundarios como cansancio, dolores de cabeza, enrojecimiento y dolor en el lugar de la inyección, sobre todo después de la segunda dosis.
De acuerdo con las compañías, estos efectos no representan un mayor riesgo y pueden ser solucionados sin necesidad de hospitalización y con algunos medicamentos, en los casos en los que se registre una alta sintomatología tras la vacuna.
Tras una posible autorización de uso, la vigilancia sobre estas vacunas durará años. En Estados Unidos y en Europa existen sistemas eficaces para detectar estadísticamente todo aumento de determinados sucesos médicos graves en la población vacunada, y confirmar una posible relación de causa y efecto.
Por ejemplo, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) detectaron con las vacunas contra la gripe un mínimo aumento del número de casos del síndrome de Guillain-Barré, en el que el sistema inmune ataca el sistema nervioso, pero no se encontró ningún vínculo claro entre la vacuna y la enfermedad.
“Todos esos casos ocurrieron en las seis primeras semanas”, indicó Edward Belongia, investigador en el Marshfield Clinic Research Institute, que evalúa las vacunas contra la gripe desde hace más de 15 años para los CDC.
Sin embargo, una de las preocupaciones de los expertos está relacionada con la aceptación de una posible vacuna contra el COVID-19, ya que se ha evidenciado que gran parte de la población tiene una desconfianza frente a esta inmunización.
En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido que los países y sectores científicos generen una concientización sobre la importancia de estas vacunas contra el COVID-19, implementando unas campañas de pedagogía que aclaren todas las dudas que tenga la población.
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