El mundo se aproxima a cumplir un año desde que se detectaron los primeros casos de COVID-19 en China y desde entonces la comunidad científica ha venido investigando y aprendiendo sobre este nuevo virus, pero aún existe mucha incertidumbre sobre el nivel y duración que puede tener la inmunidad.
Con más de 65 millones de contagiados y más de 1.5 millones de muertos por el COVID-19, el planeta está a la expectativa de lo que pueda ocurrir con las vacunas que han mostrado ser seguras y efectivas para combatir esta enfermedad.
En medio de este escenario, los expertos han advertido que todavía existen muchos aspectos importantes por resolver como la duración o la intensidad de la inmunidad adquirida tras la infección o inducida por la vacuna, pero son cuestiones que solo el tiempo ayudará a responder.
“En estos meses hemos avanzado bastante en el conocimiento de la inmunidad frente al COVID-19 pero no lo suficiente como para hacer predicciones. Queda mucho por explorar”, indicó María Montoya, inmunóloga española del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC).
De esta forma, los científicos ya saben qué papel desempeñan algunos de los actores involucrados en la inmunidad, cómo los anticuerpos o las células que destruyen a las células infectadas por el virus.
“Aún falta determinar cuál es la implicación de cada uno de estos componentes en la eliminación de la infección y en la protección a largo plazo”, advirtió Montoya.
La importancia de la inmunidad
La inmunidad es la capacidad del organismo para protegerse de la infección de un patógeno, y se adquiere tras pasar la enfermedad o vacunarse frente a ella.
La investigadora de Inmunología del Centro de Investigaciones Biomédicas (CINBIO), África González, explicó que tanto si el patógeno es original (virus o bacteria), como si está atenuado y es inofensivo (una vacuna), el cuerpo detecta un elemento extraño y desencadena una respuesta que se produce en distintas etapas.
La primera es una respuesta rápida, la innata, una ofensiva en la que un ‘ejército’ de elementos solubles (interferones) y células (macrófagos, neutrófilos y células dendríticas) intentan retrasar el avance del virus y evitar la infección e incluso los síntomas.
En la segunda, el sistema inmune pone en marcha la respuesta adaptativa, más lenta y específica, encargada de producir anticuerpos contra el virus atacante y de eliminar todas las células del cuerpo que estén infectadas.
“Para ello, producirá células T y B de memoria, cuya misión es defender al organismo de futuras agresiones de ese mismo patógeno”, explicó González.
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Si esta respuesta inmune combinada es lo suficientemente fuerte, el organismo no sólo será capaz de eliminar el coronavirus y frenar el avance de la enfermedad, sino que además quedará preparado para eliminarlo rápidamente en el futuro; en un proceso conocido como la memoria inmunitaria.
De hecho, en eso consiste la vacunación: en hacer que el organismo recuerde al patógeno para defenderse rápidamente contra él cuando sea necesario.
¿Todos pueden ser inmunes?
Aunque el proceso sea el mismo en todas las personas, la intensidad de la inmunidad generada tras una infección depende de muchos factores como la genética, la edad, el sexo, las vacunas previas o la exposición a patógenos.
Por ejemplo, para el COVID-19 se ha observado que algunos genes pueden proteger del virus y que algunas vacunas como la de la gripe común, también dan “cierta protección”.
Sin embargo, se han identificado algunos aspectos que elevan el riesgo al contraer la enfermedad, especialmente en los hombres, las personas mayores de 65 años o tener enfermedades como diabetes, obesidad o hipertensión.
Además, algunas alteraciones genéticas también pueden incrementar la susceptibilidad de enfermar de gravedad del coronavirus.
En el lado contrario de la balanza, por ejemplo, están los niños menores de 10 años que parece que tienen menor capacidad de infectarse del COVID-19 y de contagiar y que, cuando se infectan, no desarrollan síntomas (o son muy leves) pero todavía no se podido determinar claramente por qué tienen esta condición.
“El tipo de patógeno, su virulencia y su capacidad para mutar, también determinan el tipo de infección y su gravedad, por eso, la inmunidad no es igual entre unas personas y otras, ni en intensidad, ni en duración”, explicó González.
Las mutaciones y reinfecciones
Determinar cuánto dura la inmunidad frente al COVID-19 es la pregunta del millón para la comunidad científica pero para eso se requiere seguir avanzando con los estudios y será el paso del tiempo el que permitirá esclarecer esta gran incógnita
“Sabemos que hay al menos memoria inmunitaria de ocho meses en personas que se infectaron al comienzo de la pandemia, y se sabrá más conforme pase el tiempo, antes es imposible saberlo. Tan solo se puede especular o comparar el COVID-19 con otros virus semejantes”, explicó González.
Por su parte, Montoya indicó que estamos viendo que la respuesta inmune a la infección natural del coronavirus es muy variable entre unas personas y otras y “aún no sabemos muy bien las implicaciones que esto tiene. De momento, hay más preguntas que respuestas al respecto”.
Una de las situaciones que más preocupa a los científicos y que puede ser determinante en la evolución futura de la pandemia es la capacidad de mutación del COVID-19, que puede hacer que un organismo no sea capaz de reconocer al virus y vuelva a infectarse pese a haber pasado la infección del coronavirus.
“Esto es lo que pasa con el virus de la gripe, que cambia mucho de año a año, y nuestro sistema inmunitario no reconoce bien al virus mutado. Por esto hay que revacunarse anualmente con vacunas que contienen cepas nuevas”, explicó Gónzález
Sin embargo, los científicos han determinado que la tasa de mutación del coronavirus es pequeña y por eso es muy improbable que haya nuevos contagios o serán mínimos, y que no haya que cambiar la vacuna del cada año, como ocurre con la de la gripe.
Precisamente, hasta la fecha solo se han descrito 27 casos de reinfección documentada por el COVID-19 en el mundo.
Las vacunas, la mayor apuesta
Por ahora, todos los prototipos de vacuna que están a punto de ser aprobadas por las autoridades reguladoras y que llegarán al mercado a principios de 2021, como las de Pzifer, Moderna, Oxford y AstraZeneca, se están desarrollando sobre la misma cepa de COVID-19 con pequeños cambios (mutaciones) entre ellas.
Además, las vacunas se centran en la proteína S (spike) que es la que utiliza el virus para entrar en las células humanas a través del receptor ACE-2 e infectar al organismo, de manera que la protección contra el virus estará asegurada en todas las vacunas aprobadas por las agencias reguladoras de Europa y Estados Unidos.
Si algo ha quedado claro en estos meses, es que la ciencia está preparada para responder a todas estas preguntas y desarrollar vacunas contra el COVID-19 en un tiempo récord.
Cada día responden nuevas preguntas y cada día se sabe algo nuevo, pero aún habrá que esperar un poco más antes de contestar todas las interrogantes relacionadas con el coronavirus, el cual también sería protagonista en 2021.
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