El mundo cumple cuatro décadas desde que se detectaron los primeros casos del sida, en donde se han venido realizando cientos de investigaciones obteniendo varios avances para combatir la enfermedad; sin embargo, aún no se ha podido desarrollar una vacuna para enfrentar su infección.
Un informe de la ONU reveló que la enfermedad ha causado casi 35 millones de muertes y su incidencia ha bajado desde su pico en los años 90, pero se teme que no sea lo suficiente para lograr el objetivo de erradicarla completamente en 2030.
A pesar de estos avances, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) que causa el sida, todavía no cuenta con una vacuna para combatir la infección antes de que se desarrolle la enfermedad, la cual afecta a unas 38 millones de personas en el mundo.
¿Por qué es necesaria la vacuna?
El acceso a los medicamentos antirretrovirales, que ayudan a mantener baja la carga viral en el cuerpo de las personas contagiadas y a mantenerlas sanas, se ha generalizado ayudando a prevenir la transmisión del VIH a sus parejas.
Las personas que tienen un alto riesgo de infección también pueden tomar la denominada profilaxis previa a la exposición (PrEP), una pastilla que se administra a diario y que reduce el riesgo de infección en un 99%.
“Pero el acceso a los medicamentos no está establecido en todas partes del mundo”, indicó Hanneke Schuitemaker, directora de descubrimiento de vacunas de Johnson & Johnson (J&J).
De acuerdo con los expertos, los países tienen grandes disparidades socioeconómicas en el acceso a estos tratamientos y por eso las vacunas han sido históricamente las herramientas más eficaces para erradicar las enfermedades infecciosas.
Precisamente, la farmacéutica Johnson & Johnson viene avanzando con dos ensayos clínicos en humanos para su vacuna contra el sida por lo que se espera que los primeros resultados se obtengan “a finales de este año”.
¿Por qué es tan difícil de desarrollar?
El mundo ha desarrollado en tiempo récord las vacunas contra el COVID-19 las cuales han demostrado tener una alta eficacia y seguridad para reducir drásticamente los contagios y muertes en los países.
Los científicos han explicado que muchos de estos medicamentos utilizan tecnologías que fueron probadas por primera vez con el VIH y por eso el mundo se pregunta por qué no han funcionado y no se ha tenido la misma rapidez para desarrollar una vacuna contra el sida.
“El sistema inmunológico humano no se recupera a sí mismo del VIH, aunque ha quedado muy claro que podría recuperarse bastante bien del COVID-19”, indicó Larry Corey, investigador principal de la red de ensayos de vacunas contra el VIH (HVTN), un organización que financia el desarrollo de vacunas contra este virus en todo el mundo.
Ver más: ¿Cómo funcionan las vacunas desarrolladas para el COVID-19?
Las vacunas contra el COVID-19 buscan producir anticuerpos que se adhieren a la proteína pico del virus para evitar que infecte las células humanas.
El inmunólogo que lidera el desarrollo de una vacuna de ARN mensajero contra el Sida en el Scripps Research Institute, William Schief, explicó que una de las diferencias que se tienen frente a estos virus es que el VIH también cuenta con las llamadas proteínas de espiga, pero cuenta con cientos de variantes en cada persona infectada, lo cual dificulta lograr una efectividad de la vacuna.
“El VIH, un retrovirus, se integra en el ADN del organismo que contagia, que sirve de huésped. Por lo tanto, para ser eficaz, la vacuna debe detener la infección por completo, no solo reducir la cantidad viral que libera el VIH en el cuerpo”, indicó Schief.
¿Qué avances se han tenido?
La comunidad científica ha avanzado en cientos de investigaciones para desarrollar la vacuna contra el sida, pero hasta el momento no se ha obtenido éxito en este objetivo.
La única vacuna candidata que alguna vez proporcionó protección contra el virus fue considerada el año pasado demasiado ineficaz en un ensayo clínico llamado “Uhambo”, realizado en Sudáfrica.
Sin embargo, hay mucha expectativa con la vacuna de J&J que se está probando con 2.600 mujeres del África subsahariana, por lo que los primeros resultados de este ensayo, bautizado “Imbokodo”, se esperan durante el 2021.
La eficacia de esta vacuna contra el Sida también se evalúa en 3.800 hombres que tienen sexo con otros hombres o personas trans en Estados Unidos, Sudamérica y Europa. En principio, los resultados de este otro ensayo, el “Mosaico”, estarían en 2024.
La vacuna de J&J contra el VIH utiliza la misma tecnología utilizada contra el COVID-19, la del “vector viral”: un tipo de virus muy común llamado adenovirus que es modificado para transportar en el organismo información genética para combatir el virus objetivo, produciendo en este proceso moléculas capaces de provocar una respuesta inmune frente a un amplio espectro de cepas del VIH.
Los refuerzos de esta vacuna incluyen directamente proteínas sintéticas. Otro enfoque prometedor es generar “anticuerpos neutralizantes de amplio espectro” que se adhieren a áreas que muchas variantes del VIH tienen en común.
Asimismo, se viene evaluando si la novedosa tecnología de ARN mensajero, que ha mostrado ser bastante eficaz para combatir el COVID-19, pueda mostrar buenos resultados frente al Sida, debido a su gran capacidad de adaptación por parte de los científicos.
Este alternativa tiene como objetivo, a través de varias dosis, “educar” poco a poco a los linfocitos B que producen los anticuerpos. Los investigadores también esperan entrenar a otros linfocitos, los “T”, para eliminar las células que hayan sido infectadas.
La vacuna candidata para el sida aún está lejos de poder reclamar un ensayo clínico en debida forma pero hay mucha expectativa de que esta vacuna que convierte las células en fábricas de vacunas y cuya tecnología ha sido probada contra el COVID-19, establezca un antes y un después en la lucha contra el VIH.
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