Tras más de un año de pandemia, algunas compañías farmacéuticas han iniciado los ensayos clínicos de las vacunas del COVID-19 para los niños menores de 16 años lo cual es considerado un paso crucial para una nueva fase de inmunización considerada necesaria para acabar la pandemia.
Los científicos han explicado que los niños han sido una de las poblaciones que menos se ha visto afectadas por el COVID-19, aunque se han registrado algunos casos graves y muertes en varios países del mundo.
En ese sentido, las vacunas que han sido autorizadas en la actualidad solo están destinada para la población adulta ya que los ensayos clínicos se evaluaron en personas mayores de 18 años.
Ante este escenario, la farmacéutica estadounidense Moderna inició los ensayos de una vacuna contra el COVID-19 para niños menores de 12 años y espera tener resultados este año.
Aunque los niños suelen librarse de lo peor de la enfermedad, los menores de 18 años representan aproximadamente una quinta parte de los 330 millones de estadounidenses y muchos de ellos se han infectado sin enfermar gravemente.
“Si realmente queremos llegar a la inmunidad de grupo, será necesario vacunar al 80% de la población, y no podemos hacerlo sin vacunar a los niños”, explicó Lee Savio Beers, presidente de la Academia Americana de Pediatría (AAP).
La vacuna de dos dosis de Moderna está actualmente autorizada para su uso en adultos y la compañía ya está realizando un estudio sobre adolescentes que se espera que finalice en junio. El nuevo ensayo incluirá a 6.750 participantes de entre seis meses y 12 años.
Por su parte, la vacuna de Pfizer ya está autorizada para mayores de 16 años y la empresa está realizando un estudio en adolescentes, al igual que Johnson & Johnson; mientras que AstraZeneca ya está estudiando su vacuna en niños mayores de seis años.
Los estudiantes, una prioridad
El impacto de la pandemia en el estudio de los niños ha generado preocupación de las autoridades y por eso el retorno a clases es una de las prioridades en los próximos meses.
Sin embargo, aún existe el temor de que los niños, por su alto nivel de interacción, puedan contraer la enfermedad.
Los beneficios de vacunar a los niños son directos, para prevenir cuadros graves pediátricos de COVID-19 y la misteriosa condición postinfecciosa conocida como síndrome inflamatorio multisistémico en los niños. Pero también hay ventajas indirectas en términos de limitar la propagación del virus en los países.
“El cálculo de riesgo-beneficio es diferente cuando se vacuna a un niño de nueve años y a una persona de 90. ¿Qué nivel de efectos secundarios son tolerables?, ¿es la actual generación de vacunas la mejor para el nivel pediátrico?”, explicó Amesh Adalja, investigador del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud.
De acuerdo con la experta, las vacunas que se encuentran en desarrollo podrían ser menos reactivas que las actuales y por eso es necesario realizar los estudios en poblaciones focalizadas.
La investigadora también consideró que es más urgente las vacunas para niños en edad escolar, que se asemejan más a los adultos en la forma en que pueden propagar la enfermedad.
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Según los últimos datos oficiales, 294 personas menores de 18 años han muerto por COVID-19 en Estados Unidos, una mínima parte de la cifra global de 535.000.
La mayoría de las investigaciones también han demostrado que los niños más pequeños, en particular los menores de 10 años, también tienen menos probabilidades de infectarse y por tanto de propagar el virus.
“Millones de niños se han infectado con el virus y cuantos más niños se infecten, más niños tendrán potencialmente complicaciones”, explicó Henry Bernstein, profesor de pediatría de la Escuela de Medicina Zucker y del Centro Médico Infantil Cohen.
Para el experto, el COVID-19 está perturbando la educación de los niños ya que “sabemos que está causando problemas de salud física y mental, así como problemas emocionales”.
Aunque Bernstein está a favor de vacunar a los niños, resaltó que es imprescindible que las vacunas estén bien estudiadas porque “los niños no son pequeños adultos” y difieren en importantes aspectos fisiológicos a los adultos.
“Realmente merecen tener estudios que demuestren que estas vacunas son seguras y eficaces para los niños”, indicó Bernstein.
Por su parte, el director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EE.UU. (NIAID), Antony Fauci, consideró que los niños podrían ser vacunados a finales de 2021 o en el primer trimestre de 2022, dependiendo de los avances de los ensayos clínicos.
La vacunación en la población infantil es uno de los temas claves en Estados Unidos y en el mundo debido a que podría aliviar la carga de millones de padres cuyos hijos se han visto obligados a recibir educación de forma virtual.
Las situaciones varían mucho según la región del país y la naturaleza de las escuelas (públicas, privadas, religiosas), y hay una lucha de poder entre las autoridades sanitarias y los profesores por la reapertura de las instituciones y el riesgo de contagio en las instituciones.
La vacuna en niños, una herramienta de seguridad
Gran parte de los países en el mundo mantienen las escuelas cerradas o bajo un sistema mixto entre la presencialidad y virtualidad, por lo que algunos expertos consideran que es crucial avanzar rápidamente en el regreso a clases por su impacto en el desarrollo formativo en los niños.
Ninguno de los expertos entrevistados cree que la vacunación deba considerarse un requisito previo para la reapertura de las escuelas, sino que debe verse como una medida entre otras.
“Al igual que con otros tipos de medidas preventivas que hemos estado recomendando: el distanciamiento físico, el lavado de manos y el uso de mascarillas, la vacunación es otra de las muchas herramientas para ayudar a prevenir la transmisión”, aseguró Nipunie Rajapakse, médico de enfermedades infecciosas pediátricas de la Clínica Mayo.
Sin embargo, algunos expertos han planteado que como los niños suelen ser menos sensibles al COVID-19, la prioridad de la vacunación debería estar enfocada en las personas con factores de riesgo.
“Pero en algunos casos puede ser difícil predecir exactamente qué niño corre el riesgo de desarrollar infecciones graves”, aseguró Rajapakse.
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Esto es especialmente cierto en el caso del síndrome inflamatorio multisistémico, la complicación pediátrica más temida, que se produce semanas después de la infección y causa inflamación en diferentes partes del cuerpo de los niños.
Por ejemplo, en Estados Unidos se han producido más de 2.600 casos y 33 muertes por esta afección derivada del contagio del COVID-19
De esta forma, se espera que en los próximos meses se obtengan resultados de los ensayos clínicos de las vacunas para el COVID-19 en niños, por lo que el mundo deberá avanzar por lo pronto con la vacunación masiva en la población adulta.
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