La aparición de un virus completamente desconocido en el planeta representó uno de los mayores retos para la ciencia, no solo para conocer el potencial impacto del COVID-19 sino también para identificar y desarrollar los medicamentos y vacunas para combatirlo.
De esta forma, la comunidad científica empezó a hablarle al mundo sobre variantes, mutaciones, anticuerpos, inmunidad, proteína Spike, aerosoles, pruebas de antígenos o PCR, temas que se volvieron recurrentes en las noticias y que han sido cruciales en el 2020 para el manejo de la pandemia.
Ante este complejo escenario de salud global, la ciencia ha batido durante 2020 varios récords de audiencia, de colaboración, recursos y termina el año consiguiendo un histórico e importante hito: el desarrollo en pocos meses de la vacuna contra el COVID-19.
Desde que se detectaron los primeros casos de esta enfermedad en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan (China) y mucho antes de que la mayoría de países empezaran a tomar medidas de confinamiento, la comunidad científica se afanó en escudriñar el COVID-19, y enseguida un equipo de investigadores chinos logró la secuenciación de su genoma completo.
La obtención de su “libro de instrucciones” y que este se compartiera en abierto para toda la comunidad científica permitió investigar sobre su origen, sus antepasados (es muy parecido a otros virus aislados en murciélagos), su evolución o su relación y similar a los otros dos coronavirus que han causado en el pasado infecciones importantes en humanos como el MERS y el SARS-CoV-1.
La llave del virus
Determinar la denominada “llave” que utiliza el virus para infectar la células ha sido uno de los aspectos fundamentales para el desarrollo de las vacunas.
Los científicos han explicado que la “llave” del COVID-19 es la misma que usaba el anterior SARS, una proteína denominada S (Spike) o proteína de la espícula que se une a otra llamada ACE2 (la “cerradura”) y que está en nuestras células.
Precisamente, las vacunas de Pfizer/BionTech, Moderna y la de Astrazeneca y la Universidad de Oxford, aunque con tecnologías distintas, producen la proteína Spike del COVID-19 para que el organismo la detecte y genere defensas contra el virus.
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Pero antes de conseguir vacunas eficaces por encima del 90 % (otro récord) y comenzar la vacunación en Estados Unidos, México, Gran Bretaña o España, la ciencia fue revelando cuestiones importantes sobre los síntomas -como la pérdida del olfato y del gusto- o sobre aquellas patologías que pueden aumentar el riesgo, como las enfermedades cardiovasculares y pulmonares o el cáncer.
Asimismo, las investigaciones permitieron establecer la dinámica de transmisión del virus identificando un riesgo de contagio a menos de dos metros, por contacto, cuando se tose, estornuda o habla alto.
Sin embargo, aún sigue sin conocerse qué cantidad de virus es necesaria para una infección, pero los lugares cerrados, con mucha gente, con personas en contacto cercano y durante largo tiempo y sin ventilación es considerado un escenario de alto riesgo.
Igualmente, se sabe que hay personas y eventos “supercontagiadores” y también que las mascarillas, la higiene frecuente de manos y la distancia social son parte imprescindible del manual de la protección frente al COVID-19.
El debate sobre la transmisión
El tema de la transmisión ha generado polémica, en concreto con los aerosoles, las gotas más pequeñas (de menos de 5 micras) del virus.
Aunque no está clara la duración y distancia de estas gotículas, que por su tamaño podrían permanecer en suspensión más tiempo, hay estudios que hablan, por ejemplo, de virus “viable” en el aire de una habitación de hospital a casi cinco metros del paciente, muy por encima de las recomendaciones actuales.
El debate sobre el papel de los aerosoles y su peso en la infección ha durado prácticamente hasta final de año pero la ciencia cada vez más ha despejado un poco estas dudas.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud comenzó a incorporar el riesgo sobre estas gotículas a mediados de julio, coincidiendo con una carta de 200 científicos advirtiendo sobre la transmisión aérea del COVID-19.
Ante esta advertencia, muchas autoridades tomaron medidas para evitar el contagio de coronavirus a través de aerosoles y emitiendo nuevo pautas de protección, especialmente en espacios cerrados y con poca ventilación.
La inmunidad, una de las grandes incógnitas
Una de las incógnitas que aún investiga la ciencia es por qué muchas personas infectadas no presentan síntomas y algunos estudios han identificado que un 20 % de los casos son asintomáticos.
Los expertos han sugerido que este escenario se estaría dando por desarrollar una respuesta inmune rápida, por presentar una inmunidad previa por una reacción cruzada con otros coronavirus, por factores genéticos o porque la carga viral fue muy baja en el momento de la infección.
En los niños se ha mencionado, entre otros, que pueden tener un sistema inmune inmaduro que no desarrolle esa tormenta de citoquinas (moléculas inflamatorias) que hace que el sistema inmunológico se descontrole, pero en este caso, como en el resto, faltan evidencias.
Otro de los temas sobre los que aún no hay certeza es sobre los casos de reinfección y sobre cuánto dura la inmunidad, algo que la ciencia tendrá que determinar con nuevas investigaciones.
Algunos estudios han establecido que los anticuerpos neutralizantes duran tres meses, otros cinco o seis, pero lo cierto es que el COVID-19 es una enfermedad nueva y aún no ha pasado el tiempo suficiente para hacer seguimiento a los pacientes.
Además, la gran heterogeneidad de la respuesta inmunitaria es otro de los factores que complican su conocimiento. Lo más complejo está siendo entender el vínculo entre respuesta inmunológica humoral de inmunoglobulinas -anticuerpos- y la respuesta celular de los linfocitos T -leucocitos esenciales para eliminar infecciones-.
Asimismo, a la ciencia también le queda por responder cuánto estarán inmunizadas aquellas personas vacunadas; aquí ocurre lo mismo, no ha pasado el suficiente tiempo, desde que se inoculó a los voluntarios de los ensayos clínicos hasta ahora, para conocer estos detalles y por eso solo el paso del tiempo permitirá determinar la duración de esta inmunidad.
El paso de los meses ayudará asimismo a establecer las secuelas, por ejemplo, de un COVID-19 grave y a aclarar la utilidad de algunos tratamientos. Medicamentos como la hidroxicloroquina o el remdesivir han sido sometidos a ensayos clínicos y han pasado en este año de servir como tratamiento a no ser útiles, o a serlo con limitaciones.
La aparición de una nueva variante
Los científicos han resaltado que es positivo para las vacunas que el coronavirus no mute muy rápido, pero la aparición de una nueva variante en el Reino Unido ha sido calificada como normal pero ha generado preocupación por, al parecer, tener una mayor capacidad de transmisión.
Hay miles de mutaciones y por ahora se cree que no afectan a las vacunas. Entre las mutaciones que han llamado la atención está la D614G en la proteína S, que en un primer momento se pensó que con ella el virus infectaba más que el original, y las que se acaban de conocer en una variante del coronavirus identificada en Reino Unido.
Se trata de 17 mutaciones, 8 de las cuales se encuentran en la proteína S; con esta variante (VUI-202012/01) la preocupación es mayor -se han llegado a cancelar vuelos y bloquear fronteras-, pero a día de hoy los científicos insisten en que si bien parece que se propaga con más facilidad no hay evidencias de que sea más mortal.
Las farmacéuticas han explicado que esta mutación no afectaría a la efectividad de las vacunas y que en todo caso las tecnologías empleadas permiten su fácil rediseño para adaptarlas a las nuevas variantes. Aún así, las certezas sobre la VUI-202012/01 son pocas y las investigaciones siguen avanzando.
Lo cierto es que el 2020 termina con las buenas noticias sobre las vacunas, las cuales fueron desarrolladas en tiempo récord gracias al conocimiento previo sobre otros coronavirus y los recursos humanos y económicos concentrados en el objetivo de controlar y poner fin a la pandemia.
Sin embargo, este año también termina con un incremento exponencial de casos en todo el mundo lo cual ha generado preocupación de las autoridades ante lo que pueda pasar en las primeras semanas del 2021, año en que la ciencia seguramente será protagonista ante una incidencia de un virus que no se ha controlado completamente.
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