Definitivamente ser mujer no es sencillo y es que administrar el hogar, cumplir con las actividades laborales, sacar tiempo para las amigas, verificar que no falte nada en la cocina, realizar yoga o pilates y cuidar a los hijos no es tarea fácil. Sin embargo, aunque parezca una locura, hace algunas décadas las mujeres no podían hacer cosas tan simples como montar en tren o comprar zapatos.
La figura femenina de la actualidad es una que no duda en expresar todo lo que le incomoda, defender sus derechos y luchar para conquistar todas sus metas. No obstante, antes las mujeres eran consideradas un ciudadano de segunda.
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Cosas que las mujeres antes no podían hacer
No podían adquirir zapatos deportivos
Los tenis, sneakers, dad shoes o como prefieras llamarlos eran un privilegio de hombres. Si querías comprar unos, tenías que seleccionar estilos y tallas diseñadas para caballeros. Esto fue así hasta 1980, cuando Reebok presentó por primera vez unos zapatos deportivos creados para mujeres.
El embarazo podía ser una causa de despido
Hablando de mujeres capaces de cumplir múltiples roles en un mismo día, hace apenas 42 años quedar embarazada era motivo de despido.
Así como lo lees. Fue solo hasta 1978 que se aprobó la ley de discriminación por embarazo para impedir que las empresas tuvieran derecho de sacar a una mujer de su nómina solo por el hecho de convertirse en madre.
Montar en tren era un riesgo
A principio del siglo XIX y con la llegada de las máquinas de vapor, las mujeres tenían prohibido montar en tren.
¿La razón? Algunos “expertos” creían que el cuerpo femenino no estaba diseñado para soportar altas velocidades, y que el útero se desprendería en el instante en el que tren acelerara. Esta misma teoría se llevó a los deportes de alto impacto y por ello las mujeres no podían jugar football, correr maratones o practicar boxeo.
Nada de tarjetas de crédito
Aunque la diferencia salarial entre hombres y mujeres sigue siendo un problema sin resolver, hace 50 años los bancos pretendían dictar la manera cómo las mujeres gastaban su dinero.
Ninguna fémina soltera, podía acceder a tarjetas de crédito. Y solo las afortunadas casadas podían solicitar una tarjeta por la mitad del monto requerido, siempre y cuando llevaran a un hombre a firmar la solicitud.
La Ley de Igualdad de Oportunidades de Crédito de 1974 cambió la cláusula e hizo ilegal que cualquier acreedor discrimine a un solicitante por motivos de raza, color, religión, nacionalidad, sexo o estado civil.