La intención de resaltar la belleza siempre ha acompañado a las mujeres, sin embargo, antes esta dinámica no era tan sencilla como hoy en día pues muchas usaban como maquillaje insectos, flores tóxicas e incluso radiación para sentirse más bonitas.
Antes de la Primera Guerra Mundial no existían químicos sintéticos para dar color a productos como las sombras y los labiales, así que para conseguir el popular tono rojo símbolo de rebelión femenina, se usaba la sangre de insectos.
“El principal ingrediente para el color rojo del labial es el carmín. Y el carmín es básicamente sangre de piojos machacados; suena desagradable pero incluso hoy en día se usa en algunos cosméticos”, explica la especialista en maquillaje vintage, Ashley Miller.
Esta flor contiene químicos que pueden bloquear funciones del sistema nervioso. En la medicina moderna se utilizan algunas de sus propiedades con propósitos sedativos o calmantes de dolor, sin embargo, su uso sin prescripción médica puede causar visión borrosa, vómito, alucinaciones o arritmia cardíaca.
No obstante, en Italia, en 1910, las mujeres aplicaban gotas de Belladona en sus ojos para dilatar la pupila y aumentar las pulsaciones performando una curiosa técnica de seducción.
Durante los primeros años del siglo XVIII la radioactividad se convirtió en una novedosa alternativa de belleza disponible en múltiples cosméticos y productos de aseo. Marcas de renombre para la época, particularmente en Francia y Londres resaltaban los beneficios de la radioactividad en sus pintalabios, polvos para el rostro y cremas.
Debido a la poca claridad científica del momento la creencia popular se limitaba a que este elemento ‘contenía energía’ capaz de eliminar manchas, arrugas y marcas en la piel para mantener un rostro terso. Años más tardes, varias muertes fueron vinculadas a una enfermedad llamada ‘radio necrosis’ la cual estaba relacionada con el uso de estos cosméticos y desde entonces la radioactividad en el maquillaje empezó a reducirse.
Las geishas japonesas utilizaban raspadura de nueces de roble con vinagre para blanquear los dientes. Aunque aún se le adjudican propiedades naturales blanqueadoras al vinagre de manzana, gracias a su alto contenido ácido, también se ha relacionado con daño permanente en el esmalte del diente y exposición a las caries.
El amor por estos puntos en el rostro no existió siempre, aunque actualmente las pecas son sinónimo de belleza y hasta existen filtros y procedimientos estéticos capaces de simularlas en el rostro de quien no nació con ellas, antes no eran bien recibidas.
A inicio de 1900 solo la piel pálida y limpia representaba clase y elegancia, por ello, intentar remover las pecas o blanquear el rostro era una misión bastante común. Las que no optaban por procesos invasivos, usaban vinagre, rábano, ácido láctico y leche agria, aunque las más arriesgadas recurrían a cremas de amonio, peróxido de hidrógeno y cremas que contenían hasta 15% de mercurio.
Fue solo hasta 1935 que la FDA advirtió sobre el riesgo de usar más del 5% de mercurio en productos cosméticos, tras descubrirse que es responsable de atrofia muscular, insomnio y disminución en la función cognitiva.
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