Esta semana fue sentenciada a tres años de prisión Luisa Toledo, la superiora de un convento de monjas Carmelitas en Argentina, que fue acusada de tortura por los castigos aplicados a las religiosas bajo su supervisión.
Según reporte de TN, la mujer actuaba bajo el nombre de María Isabel de la Santísima Trinidad y regentaba el convento de monjas Carmelitas descalzas en Nogoyá, provincia de Entre Ríos.
El mandato era que mientras más dolor experimentaran, más cerca de Dios estarían, según testimonio de las afectadas a ‘Periodismo para todos’, que destapó el caso en un reportaje de investigación en 2016.
Entre los castigos enumerados por la denunciante se encuentran golpes, rezar con la lengua pegada al piso, ponerse mordazas durante días, pasar frío, darse latigazos y estar encerradas en celdas. También se aplicaban métodos medievales como el cilicio, que es un aro de alambre con púas que se enreda en la pierna para lastimarla.
Una víctima declaró que eran forzadas a darse latigazos. “El látigo es una especie de flagelo que se hace con cuerdas, se lo pasa por cera derretida y se lo deja secar para que pegue más duro”, describió.
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Encierro y abuso psicológico
Dijo que muchas veces pidió a la superiora irse del convento, pero ella no la dejó, y que no se escapaba porque todo estaba enrejado y cerrado bajo llave. Al maltrato físico se sumaba el abuso psicológico: asegura que fue acosada y culpada de las enfermedades de otras monjas del convento.
La mujer, que hoy está separada de la iglesia, denunció el caso ante el obispo, que en su momento no hizo nada al respecto. Tres meses después de salir el reportaje, el Vaticano ordenó que la superiora fuera retirada de su cargo el convento de Nogoyá.
Durante el juicio, su defensa se centró en que la superiora no reconocía que su accionar fuera malo, pues estaba haciendo lo que ella creía que debía para expiar los pecados y acercarse a Dios.
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Toledo, que hoy tiene 67 años, fue condenada por privación ilegítima de la libertad, doblemente calificada por el uso de violencia y amenazas. Según declaraciones de su defensa a medios argentinos: “La madre no tiene ni temor ni miedo porque realmente está convencida de que todo lo que hacía son designios de Dios. Ellas tienen otra forma de ver la vida y el mundo”.
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