Era tímido, indefenso. A veces bebía cerveza, fumaba cigarrillos y aunque su aspecto parecía rudo, en realidad era amistoso. Wojtek fue un oso adoptado por el ejército polaco que se unió a la lucha contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, cuando apenas era un osezno. Llegó a convertirse en un héroe de guerra.
De más de 222 kilos de peso, Wojtek era un oso pardo siberiano cuya historia se remonta a 1942, cuando un grupo de soldados polacos llegó a Irán, recibido por las fuerzas del Reino Unido, para organizarse en dos divisiones que serían destinadas al Líbano y a Palestina, donde se encontraban otras fuerzas de la resistencia polaca.
En medio de una travesía por los montes Zagros, la cordillera que separa a Irán de Irak, se cruzaron con un niño kurdo que llevaba un osezno en un saco. De acuerdo con versiones entregadas por varios soldados, la madre del pequeño oso había muerto en manos de cazadores, por lo que el animal había quedado huérfano.
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El oso Wojtek estaba en malas condiciones, lo que despertó la compasión de los soldados polacos, quienes entendían lo que era atravesar por momentos difíciles, debido a que la Segunda Guerra Mundial les había provocado las tristezas más profundas de sus vidas.
Así que no dudaron en negociar con el niño. A cambio del osezno, los soldados ofrecieron comida, golosinas y una navaja suiza con un bolígrafo incorporado. El pequeño aceptó, cerraron el trato y, desde entonces, el oso se unió a las fuerzas polacas de la Segunda Guerra Mundial, con rumbo a Palestina.
Al ser tan pequeño el oso, requería de muchos cuidados. Una atención que, curiosamente, los soldados no dudaron en brindarle. El oso debía ser amamantado, por lo que los soldados improvisaron un biberón con una botella de vodka, con el que le daban leche de sus raciones. Asimismo, le daban frutas, miel y jarabe a medida que el oso fue creciendo. Con el tiempo, las condiciones de salud del animal fueron mejorando.
Cuando los soldados llegaron a Palestina, el oso ya había desarrollado un fuerte vínculo con sus padres soldados, quienes también hicieron las veces de madres y amigos. Wojciech Narebski, el oficial al mando de las fuerzas polacas, quedó sorprendido al ver al oso en el campamento y, lo más importante, la grata relación que llevaba con sus compañeros de guerra.
“Era como un perrito. Le daban leche de una botella como si fuera un bebé, así que sentía a esos soldados como sus padres, confiaba en ellos y era muy amistoso”, relató en medios el oficial Wokciech.
El oso compartía el mismo nombre del oficial, Wojtek, un diminutivo de Wojciech, que significa “guerrero sonriente”.
Pero a medida que el oso crecía, su presencia en el campamento también parecía complicarse, debido a que causaba algunos estragos. A causa del calor de la región, el oso buscaba cualquier manera de refrescarse, por lo que a veces destrozaba las provisiones de cerveza, arrasando con una bebida predilecta para los soldados de la Segunda Guerra Mundial; saqueaba las provisiones; o, incluso, se adueñaba de las duchas, una habilidad que aprendió por sí mismo.
El oso Wojtek, más que un arma de guerra, era el alma de las tropas
Sin embargo, debido a su tamaño, cuando el oso Wojtek llegó a la adolescencia, algunos soldados lo entrenaron para ser quien impartía bromas pesadas a los nuevos reclutas. Los agarraba cabeza abajo haciéndoles creer que se los comería.
El oso Wojtek se integró completamente en las tropas polacas, con el tiempo se convirtió en un soldado más, aprendiendo, incluso, a desfilar a dos patas. Además, era como un hermano, a quienes los soldados le jugaban a la lucha libre; bebía alcohol, igual que los demás y hasta se tragaba los cigarrillos.
En 1944, las tropas polacas se sumaron a las camaradas que luchaban en la Italia dividida. Pero no era permitida la presencia de mascotas. Así que los soldados polacos, que no querían separarse de su compañero, lo enlistaron como parte de la 22ª Compañía de Suministros de Artillería, con su respectiva documentación, rango (soldado raso), e incluso su propia paga, uniforme y tienda. Fue entonces cuando el oso logró embarcar.
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El oso Wojtek no era propiamente un arma de guerra. Era un amigo, era la esperanza para muchos, era el alma y la moral de seguir adelante en medio de la Segunda Guerra Mundial. El oso era el que les levantaba el ánimo a los soldados cuando parecían caer emocionalmente.
Sin embargo, una vez en la batalla de Montecassino, Italia, una de las más duras que se libraron en suelo italiano, Wojtek ayudó a transportar cajas de municiones. Con su gran fuerza y resistencia ayudó a que los aliados pudieran tomar Montecassino. Su papel fue considerado fundamental por las tropas, por lo que fue ascendido al rango de cabo. Desde entonces, la 22ª Compañía adoptó como nuevo emblema la insignia de un oso transportando un proyectil.
Wojtek continuó ayudando a transportar suministros hasta la toma de Bolonia, Italia, en abril de 1945, fecha en la que culminó la resistencia fascista en Italia. Al terminar la guerra, muchos polacos no regresaron a su país, de hecho, varios de ellos se quedaron en otros países del bando aliado como Estados Unidos o el Reino Unido.
Por su parte, los soldados de la 22ª Compañía, incluido el oso Wojtek, se trasladaron a Escocia. Allí, el recibimiento como héroes y celebridades no se hizo esperar. El oso fue acogido como un personaje importante de la Segunda Guerra Mundial, durante un desfile organizado en Glasgow, para recibir a los combatientes.
Un oso con honores de héroe
En 1947 se disolvió, oficialmente, la 22ª Compañía, por lo que el mayor inconveniente era encontrar un nuevo hogar para el oso soldado Wojtek. Finalmente, el zoológico de Edimburgo decidió hacerse cargo de él.
Tras una adolescencia libertina, aguerrida y llena de aventuras, Wojtek, quien apenas tenía cinco años, recibió la jubilación y el grado honorífico de teniente.
Después de su llegada al zoológico, sus “padres y amigos de guerra” no lo abandonaron. Cada tanto lo visitaban, por dos largos años. Le llevaban cigarrillos, cerveza y, por si fuera poco, jugaban luchas con él, rememorando los viejos tiempos.
A pesar de los meses, Wojtek nunca los olvidó. Cuando los veía, inmediatamente los reconocía. Saludaba con entusiasmo con solo oír sus voces. Así que su protagonismo no solo fue en la Segunda Guerra Mundial, sino que también se convirtió en un icono del zoológico.
Sin embargo, su ánimo poco a poco decayó. Quizá, las aventuras y la vida activa durante la Segunda Guerra Mundial le generaban más ganas de vivir. El estar con su amigos y con quien lo vio crecer lo llenaba de esperanza. Pero la vida monótona del zoológico parecía no ofrecerle ningún aliciente. Así que los exsoldados propusieron liberarlo en los bosques de Escocia, pero las leyes británicas no lo permitían.
Al llegar a los 21 años, aproximadamente, el veterano más famoso del ejército polaco, Wojtek, falleció. En 1963, el oso soldado dejó el mundo terrenal, en parte, por daños generados en el esófago. Pero su historia no dejó de ser emblemática. Se le atribuyeron honores de héroe de guerra y se le dedicó una placa durante una ceremonia a la que asistieron sus padres y compañeros de armas.
En 2015, escoceses y polacos organizaron una colecta de 300.000 libras, con las que lograron erigirle un monumento en los jardines de West Princes Street, Edimburgo. La estatua está esculpida en granito de las montañas polacas y fue inaugurada por Wojciech Narebski, el oficial que lo había aceptado entre sus filas en Palestina durante la guerra.
Aunque el oso Wojtek no pudo regresar a Polonia, su memoria yace hoy en tierra polaca, recordado como el gran soldado de la Segunda Guerra Mundial.