Por casi 10 años permaneció allí esperando volver a ver a su dueño salir de la puerta de la estación de tren. Murió con el anhelo de que se reencontrarían y con la idea errada de que su amo aún vivía. La verdadera historia de Hachiko, el perro japonés, va más allá que solo la película de ‘Siempre a tu lado’.
Hachiko nació en 1923. Su dueño, Hidesaburo Ueno, era un agrónomo que impartía clases en la Universidad de Tokio.
Ueno encontró al perro en 1924, cuando apenas era un cachorro. Al hallarlo, no quiso dejarlo abandonado, pero, para entonces, tampoco quería quedarse con él en casa, así que en un principio solo sería mientras hallaba una familia. No pasaron los suficientes días, cuando Ueno ya se había encariñado con el perro, así que cambió de opinión.
Su decisión se hizo más fuerte cuando notó que el animal sufría una desviación en las patas delanteras, que daban la forma del número ocho, un término que en japonés se dice ‘Hachi’, de allí el origen de su nombre Hachiko.
Hidesaburo Ueno y Hachiko se hicieron amigos inseparables. Sin entrenarlo, cada mañana el perro acompañaba al profesor hasta la estación de tren de Shibuya, Japón, donde se daban un simple hasta luego. Sorpresivamente, cuando Ueano regresaba de trabajar, el perro estaba allí.
Tanto transeúntes, como trabajadores del lugar, daban cuenta de la estrecha amistad y el vínculo tan fiel que se había creado entre el profesor y Hachiko. Para muchos, el animal admiraba a su amo.
Casi un año después, el 21 de mayo de 1925, el profesor Hidesaburo Ueno falleció por una hemorragia cerebral. El perro no entendía que su dueño ya no era parte del mundo terrenal, por lo que continuó esperando en la estación de tren de Shibuya, donde vio a su amo por última vez y de donde siempre lo esperaba al regresar. En su interior, solo confiaba que algún día el profesor saliera nuevamente por la entrada del lugar.
Desde aquel 21 de mayo, Hachiko no dejó la estación. Taciturno y triste, solo esperaba que Ueno tuviera que llegar en cualquier momento.
De la estación de Shibuya nadie lo pudo apartar. Hizo su vida allí, aun bajo el invierno, la lluvia, el frío, el sol, la fidelidad de Hachiko no se quebrantó. De hambre tampoco murió, pues los viajeros que pasaban por allí se encargaron de alimentarlo y cuidarlo.
‘El perro fiel’, como denominaron a Hachiko, llevó a que en abril de 1934 se inaugurara una estatua en su honor. El propio Hachiko hizo parte de la ceremonia, aunque en su pensamiento solo estaba el regreso del profesor Ueno, un regreso que no llegaría jamás.
La fama no se hizo esperar, Hachiko se convirtió en una estrella y su historia se conoció en cada rincón de Japón. Precisamente, Kishi Kazutoshi, autor de un libro sobre su historia, y Sakano Hisako, sobrina del profesor Ueno, también visitaron al animal.
Hacia los años treinta, la fidelidad de Hachiko, fue utilizada a favor de una ideología cercana al fascismo. Su lealtad, incluso, se comparó con la doctrina del ‘bushido‘, la cual establecía un fuerte vínculo entre el guerrero samurái y el señor al que servía. Así las cosas, Hachiko simbolizaba la obediencia del pueblo japonés a su emperador.
De acuerdo con el historiador Aaron Skabelund en ‘Empire of Dogs: Canines, Japan and the Making of the Modern Imperial World’, los comerciantes no tardaron en encontrar en en aquella historia emotiva un propulsar para hacer crecer sus negocios. Así que aprovecharon que la tan afamada celebración del “año del perro” del zodiaco japonés se aproximaba, por lo que el nombre de Hachiko se convirtió en la imagen y el pretexto para la venta de todo tipo de productos; desde baterías de cocina o libros, hasta quimonos, muñecos y postales.
Sin embargo, la espera de Hachiko por su amo llegó a su fin. El 8 de marzo de 1935 su cuerpo fue hallado intacto en la estación del tren.
Hachiko fue disecado y llevado al Museo de Ciencias Naturales de Tokio. Aquella estatua hecha en su honor, daba cuenta de su paso en la vida esperando a un amo fallecido. Pero, durante la Segunda Guerra Mundial, el monumento tuvo que ser fundido, debido a que el Ejército necesitaba el bronce para fabricar armas.
No obstante, en 1947, una nueva estatua se levantó en Shibuya, para mantener en alto la lealtad del perro.
Finalmente, en 1987, ‘Hachiko Monogatari’, de Seijiro Koyama, alcanzó un gran éxito. Después llegó el remake de Hollywood ‘Siempre tu lado, Hachiko’, en 2009.
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