La relación que tienen muchos agricultores con los animales salvajes no ha sido históricamente buena, pero un ganadero ha decidido proteger al jaguar para darle una lección al mundo de que es posible convivir con este animal para su conservación.
La historia la protagoniza el ganadero colombiano Jorge Barragán, que le tomó cariño al felino más grande de América y decidió firmar la paz a pesar de que tenga que perder algunas de sus vacas.
Precisamente, cuando los jaguares atacan a los novillos muchos de los ganaderos les responden con escopeta y lamentablemente terminan matándolos creyendo que de esta forma podrán “controlar” este conflicto con este animal.
Sin embargo, este hombre de 61 años decidió hace una década ponerle fin a su ganadería extensiva y decidió apostarla a cuidar el hábitat del jaguar en la sabana del departamento del Casanare.
Barragán es dueño de miles de cabezas de ganado y está convencido de que el jaguar “vale más vivo que muerto” y por eso no le importa perder una que otra res para cuidar a este felino.
En ese sentido, decenas de jaguares cruzan por su propiedad de 15.000 hectáreas (una superficie mayor que la de París, de 10.500 ha), ubicada en el municipio de Hato Corozal en donde a veces lo hacen muy cerca de sus novillos y se registran ataques.
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Sin embargo, el ganadero viene recibiendo cierta compensación por las visitas de científicos y turistas, atraídos por la posibilidad de ver al enorme felino que se encuentra “casi amenazado” por la extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Se creó una cultura de siempre matar el felino para solucionar el problema. Pero nosotros estamos haciendo lo contrario”, señaló este ganadero que se siente orgulloso de proteger al jaguar dentro de su finca.
Una histórica relación
Con toda una tradición en la ganadería, el jaguar es un viejo conocido en la familia de Jorge Barragán pero su tensa relación con este felino empezó a cambiar cuando lograron captar su presencia con una fotografía que fue tomada con una cámara trampa que fue instalada por un estudiante en 2009.
“Sabíamos que teníamos un jaguar en la sabana, pero fue más emotivo cuando vi la primera foto”, recuerda Jorge al ver a este majestuoso animal.
En la actualidad, su finca cuenta con una docena de cámaras ubicadas en puntos selváticos de La Aurora, la propiedad familiar.
Barragán descarta fotos de zorros, chigüiros, cerdos y pecaríes hasta que por fin da con una del jaguar, que suele medir unos dos metros de largo y pesar más de 100 kilos.
Tras 12 años de monitoreo, el ganadero ha bautizado a varios especímenes de la zona. Las manchas de cada individuo son únicas, como huellas dactilares, y por ese cree que puede diferenciarlos.
“Su trabajo es un ejemplo increíble porque lleva más de diez años. A lo largo de todo este tiempo se han logrado identificar 54 individuos de jaguares”, explica Samantha Rincón, investigadora de la Fundación Panthera, dedicada a la conservación de felinos.
La hacienda se ha convertido en un ejemplo en la mitigación del conflicto entre humanos y jaguares y ha demostrado que es posible convivir con este felino.
En ese sentido, ha instalado de cercas electrificadas para resguardar a los bovinos más jóvenes, hasta la introducción de razas de ganado más briosas que defienden el resto de la manada cuando se enfrentan al jaguar.
Además, ha decidido no deforestar, ni cazar potenciales presas del jaguar para no afectar su ecosistema natural haciendo que salga de su hábitat a cazar animales domésticos.
Aunque estas propuestas riñen con la tradición ganadera de ahuyentar al depredador, en Colombia hay 55 haciendas que siguen los pasos de La Aurora según datos de Panthera.
El precio de conservar
El ganadero reconoce que ha tenido que cambiar por completo el concepto de ganadería que tradicionalmente se tenía y por eso ahora ha permitido que partes de su finca recuperen el monte natural para conservar más especies y se decidió hace 30 años que la cacería de animales silvestres en la propiedad está prohibida.
Como resultado, La Aurora es una sabana casi virgen. Atravesarla en 4×4 toma más de dos horas. En el camino se aprecian decenas de chigüiros, venados y babillas descansando plácidamente en estanques naturales.
Aún así, los jaguares devoran cada año unos 100 novillos, cada uno de los cuales representa unos 300 dólares, pero el ganadero es consciente que el alto costo que tiene que perder vale la pena para conservar al jaguar.
“Esas pérdidas las vamos compensado con el turismo. Digamos que no las compensamos totalmente pero sí amortiguamos un poco”, indicó Barragán.
Sin embargo, la realidad en otras haciendas sigue siendo otra ya que los monocultivos de arroz y palma africana han crecido en el Casanare y vienen arrasando el hábitat del jaguar.
“Tener un felino dentro de una ganadería siempre produce cierto temor (…) pero nuestra experiencia es que podemos convivir con el jaguar”, concluye.
Finalmente, la organización Panthera calcula que hay unos 15.000 individuos de jaguar en Colombia y unos 170.000 en las Américas.
De acuerdo con los expertos, esta especie llegó a poblar el continente desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina, pero ese rango se ha reducido a la mitad en las últimas décadas.
De esta forma, este ganadero que decidió proteger al jaguar se ha convertido en un ejemplo para el mundo de que es posible conservar a esta especie a pesar de que esta iniciativa sea difícil porque se tiene que sacrificar la rentabilidad de un negocio.
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