Los científicos del mundo están examinando algunas vacunas elaboradas hace décadas contra otros gérmenes y virus para ver si podrían proteger a las personas del contagio del coronavirus; al menos hasta que se tenga una vacuna más precisa para el COVID-19.
Las vacunas se desarrollan para atacar una enfermedad específica pero las que están hechas con cepas vivas de bacterias o virus parecen fortalecer la primera línea de defensa del sistema inmunológico; una forma más general de proteger contra gérmenes.
Además; los expertos han asegurado que algunos libros de historia demuestran que a veces eso genera algún tipo de protección contra otras virus o gérmenes totalmente diferentes.
Todavía no hay evidencia de que la estrategia fortalezca al sistema inmunológico lo suficiente para que ayude a combatir el coronavirus.
Aunque se prevé que el desarrollo de una nueva vacuna demore de 12 a 18 meses; algunos investigadores dicen que es el momento de hacer pruebas más rápidas de esta estrategia; empezando con una vacuna contra la tuberculosis.
“Esto es aún una hipótesis. Si funciona podría ser una herramienta muy importante para poder atravesar este periodo peligroso hasta que tengamos en el mercado una vacuna adecuada y específica”, indicó Mihai Netea; doctor del Centro Médico de la Universidad Radboud en Holanda.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una severa advertencia para que no se use la vacuna contra la tuberculosis para el COVID-19; a menos que los estudios demuestren que funciona.
Aproximadamente 1.500 empleados médicos holandeses ya participaron en un estudio que dirige el equipo de Netea. Utilizando esa vacuna contra la tuberculosis, de nombre BCG, que está hecha de un primo bacteriano vivo; pero debilitado del germen de la tuberculosis.
En Australia; los investigadores esperan inscribir a 4.000 empleados de hospitales para probar también la BCG, y 700 ya recibieron o la vacuna contra la tuberculosis o una inyección placebo; pero se planea realizar investigaciones similares en otros países como en Estados Unidos.
Posiblemente luego se trabajará con la vacuna oral contra la polio; formada por gotas hechas de virus de polio vivos pero debilitados.
La Global Virus Network (Red Global de Virus) con sede en Baltimore espera comenzar estudios similares con esa vacuna y está en conversaciones con las autoridades de salud.
“Se requieren estudios rápidos para saber si podría haber efectos a largo plazo para una segunda ola de esto”, indicó Robert Gallo; quien dirige el Instituto de Virología Humana en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland.
En los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos; los investigadores están en las primeras conversaciones sobre propuestas para estudiar las vacunas contra la tuberculosis y polio; con el objetivo de determinar si podrían generar una defensa contra el COVID-19.
LAS PRIMERAS PISTAS
Los científicos comenzaron a notar hace unos años que varias vacunas vivas tienen lo que el doctor Victor Nizet, un experto en inmunología de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en San Diego, llama “una curiosidad importante que la gente ha estado interesada en tratar de aprovechar”.
La BCG es aplicada principalmente a los recién nacidos en países en desarrollo; y sólo ofrece una protección parcial contra la tuberculosis; una infección bacteriana.
Sin embargo; estudios de observación mostraron que durante la niñez los infantes vacunados tenían una mejor supervivencia general; incluyendo frente a los virus respiratorios.
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En 2018; el equipo de Netea publicó una prueba más directa. Demostró que la BCG estimula las defensas inmunológicas iniciales lo suficiente para que cuando menos pudieran bloquear en parte otro virus administrado de forma experimental un mes después.
¿Y qué hay de la vacuna oral contra la polio?
El especialista en vacunas de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) Konstantin Chumakov; quien enfatizó que no hablaba en nombre del organismo; aseguró que su madre era una científica soviética que en la década de 1970 publicó una investigación que mostraba que los casos de gripe se reducían notablemente después de la aplicación de la vacuna oral contra la polio.
En 2015, investigadores daneses también encontraron algunos indicios de protección cruzada tras la aplicación de las vacunas orales contra la polio.
Las gotas orales todavía se usan en países en desarrollo, mientras que en Estados Unidos y otras zonas que han erradicado esa enfermedad se usa la vacuna inactiva para vacunaciones rutinarias en la niñez.
DIFERENTES TIPOS DE INMUNIDAD
Hay tipos de defensa inmunológica que se superponen. La meta usual de una vacuna es preparar al cuerpo para reconocer una amenaza específica a la salud y desarrollar anticuerpos capaces de combatirla cuando se presente una infección en particular.
Pero eso toma tiempo. Así que; a la primera señal de infección, una primera línea de soldados de a pie (los glóbulos blancos de la sangre) se pone en acción para ahuyentar al invasor; lo que se llama inmunidad innata. Si fallan, entonces el cuerpo desarrolla fuerzas “especiales” más específicas para unirse al combate.
La BCG parece reprogramar a las células inmunológicas innatas de forma que puedan eliminar más fácilmente el germen directamente, destacó Netea.
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Los científicos no involucrados en el esfuerzo de probar estas vacunas contra el COVID-19 dicen que vale la pena intentarlo.
“La base científica me parece bastante lógica. Lo desconocido es si los coronavirus están en el espectro de cosas ante las que esa inmunidad innata de primera línea puede proteger eficientemente”, destacó Nizet.
Algunos científicos han teorizado que a los países que tienen a grandes sectores de la población vacunados con la BCG les irá mejor en la pandemia.
Sin embargo; la OMS advirtió que dados los problemas en lograr un conteo total preciso, es muy pronto para sacar conclusiones sobre este tipo de hipótesis.
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