La Antártida registró este mes temperaturas superiores a los 20ºC, algo “nunca visto” en el continente blanco, dijo este jueves el científico brasileño Carlos Schaefer, que realizó sus mediciones en la isla Marambio (o Seymour).
La temperatura registrada el 9 de febrero fue de 20,75ºC, agregó Schaefer, aclarando que el dato “carece de valor como tendencia de un cambio climático“.
“Es solo una señal de que algo diferente está sucediendo en esa zona”, precisó el científico especializado en permafrost (suelos congelados), en una conversación por Whatsapp.
El dato “no permite anticipar cambios climáticos. Es un dato en una investigación”, pero “nunca se vio en la Antártida un registro de ese tipo”, subrayó.
El pasado 6 de febrero, temperaturas récord de 18,3 ºC se registraron en la base argentina antártica de Esperanza. El récord anterior, de 17,5 ºC, se remontaba al 24 de marzo de 2015, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional de Argentina.
¿Es el turismo responsable del dramático cambio?
La Isla Rey Jorge, donde se ubican bases científicas de Argentina, Brasil, China, Chile, Rusia y Uruguay, es el espacio elegido por las empresas turísticas para acercar a sus clientes a una experiencia indescriptible, pero el aumento exponencial del turismo y sus perspectivas de futuro preocupa seriamente a las naciones firmantes del Tratado Antártico: el impacto ambiental puede ser irreparable.
Desde 1991, la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO) busca promover la práctica de viajes seguros y ambientalmente responsables, aunque ahora debe adecuarse a una nueva realidad turística.
Algunos países ya han tomado medidas al respecto, como Uruguay y Perú, que trabajan juntos con la mira puesta en analizar cómo se está desarrollando el turismo en la península Fildes, una de las más visitadas de la isla.
Mariana Ríos, integrante del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Uruguay, y Juan Carlos Heaton, del servicio de Áreas Naturales Protegidas del Perú, cuentan su experiencia recorriendo los rincones de la isla para hablar con los miembros de las bases, con los turistas y comprender un poco más cómo se da este fenómeno.
Ríos teme por el volumen de visitantes, tanto de aquellos que buscan una nueva aventura como de quienes hacen parte de las bases, e insiste en que “urge la ordenación de ese turismo” para garantizar el futuro de la península y de la isla.
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Cuando uno camina por los senderos de la Rey Jorge, que se extienden por varios kilómetros y unen tanto las bases como los deslumbrantes paisajes, es casi inevitable cruzarse con grupos de curiosos.
“Realmente es una actividad estacional -explica Heaton sobre el turismo antártico en esta época del año-, vemos que hay una dinámica y la preocupación particularmente que tenemos es que se vaya a generar alguna tendencia, masificación”.
Un escenario completamente diferente
En algunas de las bahías es más común toparse con los inmensos cruceros turísticos que con sus famosas ballenas, aunque con suerte, en algún instante, se las puede avistar sobre las aguas heladas, como si saludaran hacia la costa. No obstante, el sonido de los barcos y las potentes alarmas de los buques se escuchan irremediablemente, rompiendo el silencio y la calma.
Áreas protegidas, como la Isla Ardley, en la que viven miles de pingüinos de diferentes especies, también se ven afectadas por el impacto del turismo, y aunque muchos rincones son reservados ya hay una playa dedicada en exclusiva para que los turistas puedan interactuar con estos exóticos animales.
Tras una década de récords en aumento de las temperaturas, que cerró con 2019 como el segundo año más caluroso del que se tenga registro, el decenio 2020 comenzó con la misma tendencia. El mes pasado quedó como el enero más caluroso que se haya registrado.
Con información de EFE y AFP