La inesperada caída del expresidente Evo Morales después de casi 14 años en el poder también parece arrastrar a sus rivales, que ahora se ven opacados por nuevos líderes surgidos de las protestas y cuya irrupción configura un nuevo escenario político en Bolivia.
El primero en lanzarse a la arena electoral fue Luis Fernando Camacho, quien no tiene trayectoria previa pero acumuló capital político al liderar las manifestaciones contra el denunciado fraude electoral en los comicios presidenciales del 20 de octubre desde su bastión en Santa Cruz.
“Tengo una tarea pendiente y es que Evo Morales nunca más vuelva a gobernar”, dijo Camacho al dar a conocer días atrás su postulación. Partidos que lograron pocos votos celebraron el anuncio y se sumaron a su proyecto.
Desde Madrid, donde participa de la Cumbre de la ONU sobre cambio Climático, el expresidente Carlos Mesa -que enfrentó a Morales en las elecciones-, anticipo que volverá a postularse en los nuevos comicios que se celebrarán en cuatro meses y cuya fecha aún no se ha definido.
“Voy a ser candidato y espero un resultado que me recupere del robo del que fui víctima”, dijo. Pero su alianza de centro, Comunidad Ciudadana (CC), está reevaluando toda la estrategia electoral, incluso la lista de candidatos a la Asamblea Legislativa que será renovada en su totalidad.
“Seguimos siendo una alternativa democrática frente al populismo derrotado y a nuevas corrientes conservadoras, pero después de la hecatombe que vivió el país hay la urgencia de evaluar el programa, la estrategia, el discurso y buscar nuevas alianzas”, dijo el dirigente de CC, Edwin Herrera.
La figura de Mesa, un intelectual e historiador de 66 años con poco carisma, se vio marginada durante las protestas por el ímpetu de Camacho, un abogado y empresario de 43 años que viste jean y gorra. También el senador Oscar Ortiz de Unidad Demócrata (UD) -el partido de la presidenta interina Jeanine Áñez- ha quedado relegado y su fuerza aún no ha elegido un candidato.
Desconocido hasta hace dos meses, Camacho convocó multitudinarias protestas como presidente del poderoso Comité Cívico de Santa Cruz. Después de los cuestionados comicios, lanzó un temerario ultimátum que dejó pasmado al país: “Quiero decirle al tirano (Morales) que tiene 48 horas para renunciar”, dijo el 2 de noviembre. Nadie le había hablado en ese tono al entonces mandatario.
Ocho días después Morales dimitió denunciando un golpe de Estado después de que una auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA) sostuvo que hubo una “manipulación dolosa” de los comicios. La policía y las Fuerzas Armadas le retiraron el apoyo al mandatario, quien al asilarse en México posibilitó que la senadora opositora Áñez se proclamara presidenta interina con la misión de organizar nuevos comicios.
Camacho es visto por sectores opositores como el hombre que sacó del poder a Morales y “recuperó la democracia”. Proviene del sector empresario conservador vinculado con la agroindustria de Santa Cruz -el motor económico del país- y su desafío será seducir al electorado de la región andina, donde está La Paz, de fuerte población de origen indígena. Por ello está buscando alianzas con sindicatos y sectores sociales que se distanciaron de Morales.
“En su momento yo vi que (Camacho) era un gran líder, pero no lo veo como presidente; no me siento representada por él”, dijo a AP Mariana Quispe, una vendedora de caramelos en las calles de La Paz de origen aymara. Pero sectores de clase media ven en Camacho a “un líder nuevo que renovará la política” explicó el ama de casa Katya Quenallata.
Habrá un reacomodamiento de los “actores políticos anteriores y nuevos, de los que aún no se puede dar certeza”, con un Movimiento al Socialismo (MAS, el partido de Morales) “reducido a menos de la mitad” pero que todavía será un actor importante, dijo el escritor y analista José Rafael Vilar.
Será la primera elección en más de tres lustros en la que no estará Morales, quien desde su exilio en México confronta por Twitter con el gobierno de Áñez. A pesar de su ausencia, su influencia política es palpable. Los comicios medirán la fortaleza de su partido y su influencia en los movimientos sociales y los sindicatos.
“No creo que el MAS sea el adversario temible de antes”, opinó Vilar, entre otras cosas, porque “quedó fracturado en tres: la rosca de Evo, los duros del Chapare (cocaleros) y los moderados que ahora encontraron su momento”.
Morales se rodeó de un entorno de políticos entre los que figuraba su vicepresidente Álvaro García Linera y se distanció de los legisladores indígenas de su partido que ahora han recobrado protagonismo. “Ellos estaban en la palestra”, dijo la presidenta del Senado, Eva Copa. Los más leales a Morales siguen siendo los cocaleros del Chapare, desde donde el exmandatario saltó a la política.
En una reunión extraordinaria este fin de semana el MAS definirá su futuro político. “Vamos a ir (a las elecciones) con nuevos candidatos propios que saldrán de los sectores sociales”, dijo Sergio Choque, presidente de la Cámara de Diputados. Morales tendrá la última palabra y nadie pone en duda su liderazgo, según Choque.
“Calculo que habrá al menos tres o cuatro opciones electorales con proporcional peso, incluyendo al MAS”, indicó Vilar. Sin embargo, añadió, “pesarán las propuestas concretas más que las aureolas y mitos”.
La población mayoritariamente indígena y los mestizos descendientes de españoles han creado con el paso de los siglos una fusión cultural, religiosa, social, gastronómica e incluso arquitectónica que es el orgullo de Bolivia, pero que no ha tenido su correlato en la administración del poder político.
Reformas y avances desde el retorno de la democracia en 1982 permitieron la llegada al poder de Morales, el primer presidente indígena. Pero su legado está en debate: algunos analistas sostienen que en lugar de cerrar la brecha étnica confrontó a las dos Bolivias.
América Digital / AP