Muchos bolivianos celebran que la Biblia “finalmente” esté de regreso en el poder de Bolivia con el gobierno de transición de Jeanine Áñez, que exhibió dos ejemplares al asumir la presidencia interina el pasado 13 de noviembre.
Sin embargo en este país mayoritariamente católico, varios indígenas de la zona de El Alto, ciudad contigua a La Paz, aseguran que este gobierno no usa la Biblia, sino “un pedazo de cartón” o incluso “las palabras del mismo diablo”.
“Dios ha permitido que la Biblia vuelva al Palacio”, celebró Añez, hasta ese entonces senadora de derecha, al ingresar a la sede presidencial en La Paz.
Un giro de 180 grados respecto a los casi 14 años de Evo Morales, indígena aymara quien en 2009 decretó el estado laico en este país andino, donde durante su gestión se celebraron ceremonias ancestrales en el palacio de gobierno.
“Realmente estamos muy dichosos porque nuestro mandatario anterior ha dado más cobertura a las otras religiones y nosotros sabíamos que Bolivia era católica. Todo lo que ha ocurrido no ha sido en vano”, indicó Mabel, una ama de casa de 66 años al salir de misa de la Catedral Castrense en un barrio acomodado de la zona sur de La Paz.
“Ha vuelto Dios”
Morales ha promovido en sus actos públicos la cosmovisión (rituales andinos) con deidades como la “Pachamama” (madre tierra), en un país donde el 60 % de la población es indígena.
Al salir de esta catedral de arquitectura moderna, una mujer que rechazó decir su nombre explica: “Da mucha pena haber estado gobernados por un gobierno ateo, corrupto y todo lo que engloba ese tipo de gente”.
A pocos metros de allí, un centenar de fieles se congregan en una pequeña parroquia de un barrio de casonas protegidas por gigantescas fachadas.
“Me parece un milagro, ha vuelto Dios, ha vuelto la paz (…) en un estado laico no hay reglas”, destaca Jimena Maldonado, de 59 años.
Nada les hacía suponer apenas un mes atrás que un gobierno de transición de derecha, cuyo principal fin es la convocatoria de elecciones y la pacificación del país, devolviera a la religión católica el papel protagónico que ha tenido en este país desde su fundación en el siglo XIX.
Una encuesta del diario Página Siete mostró en septiembre que 74,9% de los bolivianos eran católicos y 17,9 % evangélicos.
“Estamos muy mal”
Unos 800 metros más arriba de la zona sur, en El Alto (a más de 4000 metros de altitud), donde se concentra la mayor colonia de indígenas del país, muchos expresan su rabia y tristeza.
“Nosotros estamos mal”, comenta Nelly Salinas de 37 años al lamentar la partida de Evo “Ya no hay policía aquí, esto es tierra de nadie. Él hizo errores, pero se ocupaba de nosotros”.
Fue hace apenas poco más de un mes que Evo cerró su último acto de campaña allí. Con cerca de un millón de habitantes, El Alto es la región donde más se ha defendido al exmandatario durante todos estos años junto a la selva del Chapare, cuna de Morales como dirigente sindical.
“Aún lloro por el Evo, todo ha sido rápido”, añade Salinas, que se declara católica pero muy en contra de la Biblia de este gobierno.
Áñez anunció la convocatoria a elecciones sin la participación de Morales pocos días después de que se cancelaran los comicios del 20 de octubre, bajo una ola de denuncias de fraude en los resultados que daban la victoria a Morales.
Después de perder el apoyo de la policía y las fuerzas militares, Morales renunció el 10 de noviembre y dos después llego asilado a México, desde donde denunció un “golpe de Estado”. En más de un mes de protestas de ambos bandos se ha registrado la muerte de 32 personas.
“¿Por qué meter la Biblia, para asesinar los hermanos?”, se pregunta Pedro Copa Ventura, un “amauta” (consejero espiritual en aymara) de 59 años, que tiene un puesto callejero donde realiza la lectura de la hoja de coca.
“La Biblia es sagrada y con este gobierno hubo muertes, yo pienso que es el anticristo, en las escrituras dice que va a venir y se está cumpliendo”, sentenció Pedro
Por su parte, Rumbalario, un “yatiri” (brujo), “eso no es la Biblia, es un pedazo de cartón”. Él ve a Bolivia gobernada con gente “de malas intenciones, que divide aún más a los bolivianos”.