En una oscura habitación del hospital psiquiátrico más importante de Venezuela, dos ancianas reposan sobre catres articulados apenas cubiertos con unos desgastados colchones y unas sábanas enredadas que se confunden con los cuerpos de las enfermas.
En los respaldos de los catres no aparecen siquiera sus nombres, porque bien podrían ser otras pacientes las que ocupen la noche siguiente esa habitación del Hospital Psiquiátrico de Caracas, una institución fundada hace 126 años que no atraviesa por su mejor momento.
Estas ancianas son solo dos de los miles de pacientes mentales que se ven forzados en Venezuela a atravesar, diariamente, por un doble laberinto: el de sus propios trastornos y la escasez de asistencia médica pública que les ayude a mejorar.
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“Esto se ha convertido en un hacinamiento de humanos”, dice a Efe la enfermera Johana Hernández.
Solo un pequeño espacio del hospital con capacidad para atender a unos 300 pacientes, y que ella considera “un patrimonio cultural”, se mantiene funcionando en pésimas condiciones, según un trabajo publicado por la agencia española el 7 de agosto.
Mientras Hernández habla con Efe, cucarachas y otros insectos trepan por las paredes, se suben a las camas de los pacientes y pasean por los espacios destinados para el descanso de los enfermeros.
El lugar tampoco cuenta con los fármacos necesarios para tratar la depresión, esquizofrenia y otros males que afectan a los 36 enfermos que permanecen hospitalizados.
“(Los medicamentos) sí llegan, pero no en la cantidad necesaria para poder administrar a todos”, aclara.
La debacle del hospital, un secreto a voces hace apenas un mes, es ahora parte del debate en Venezuela, un país sacudido por la mayor crisis política y económica de su historia moderna, y donde millones de trabajadores perciben ingresos que ni siquiera cubren la canasta alimentaria.
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“Si soy sincera ni sé cuánto gana uno aquí, porque yo no vivo de eso”, dice Hernández, quien señala que su salario, que supera por poco los 6 dólares mensuales, es más bien simbólico, pero su cometido va más allá de percibir un sueldo mínimo que apenas alcanza para dos o tres kilos de harina. Ella busca mostrar una realidad que pocos ojos llegan a ver.
En los últimos meses han llegado a Venezuela cargamentos de fármacos y materiales médicos gestionados por la Cruz Roja y países aliados del Gobierno, como Rusia y China.
Pero Hernández asevera que, al menos en el caso de este hospital, no se han recibido donaciones.
“Yo sí quería que Bachelet viniera”, dijo a EFE la enfermera, en relación a la última visita que hizo al país la alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, y que culminó con un informe que pone el foco sobre la violación a los derechos fundamentales en Venezuela.