Tanto triunfo en sus piernas de 22 años, tanta humildad en sus lágrimas de podio y en sus palabras ahogadas, las de un joven – casi un niño – que no logra entender que su máximo sueño, ese que parecía inalcanzable, se ha hecho realidad: Egan Bernal, el primer latinoamericano en ganar el Tour de Francia, ha hecho historia en tierras galas y ha puesto su nombre entre los más grandes del ciclismo mundial.
Para Colombia, una gesta, porque el de este domingo es el triunfo deportivo más importante alcanzado por un hijo de sus tierras, donde sobran el talento y la perseverancia, pero es muy difícil hallar el camino a las oportunidades.
Eso hace más grande el triunfo de Egan, cuya victoria también es el colofón de una presentación que comenzó hace más de tres décadas, cuando en 1983 otros muchachos igual que él, llenos de habilidades y sobre todo de ganas de ganar, viajaron al viejo continente para conquistar sus montañas, todas, de los Alpes a los Pirineos.
Desde entonces, muchos han escuchado sus nombres y han vibrado con ellos, Lucho Herrera, Fabio Parra, Oliverio Rincón, Chepe González, Patrocinio Jiménez, Nelson Rodríguez, Félix Cárdenas, Santiago Botero, Fernando Gaviria, Mauricio Soler, Esteban Chávez, Rigoberto Urán, Nairo Quintana, entre muchos otros que han dejado sus piernas en esas vías escarpadas. Por eso, que el himno de Colombia haya sonado este domingo en los Campos Elíseos también es una victoria para todos ellos.
Y así como las montañas de Fusagasugá, Cómbita, Sogamoso, Urrao forjaron las piernas de algunos de estos campeones, las de Egan se formaron en las pendientes de Zipaquirá, muy cerca de Bogotá, donde nació el 13 de enero de 1997, en el seno de una familia trabajadora.
Tenía cinco años cuando aprendió a montar y ocho cuando en contra de la voluntad de su padre, Germán Bernal, comenzó a construir sus sueños montado en una bicicleta. Rápidamente se inclinó por el ciclismo de montaña, donde perfeccionó grandes habilidades para escalar hasta convertirse en uno de los mejores del mundo en esa disciplina.
Prematuro, como todo en su vida, fue campeón panamericano júnior; campeón nacional prejuvenil; medalla de plata en el Campeonato Mundial de Ciclismo de Montaña en categoría júnior; presea de bronce en el Campeonato Panamericano de Ciclismo de Montaña en Brasil; campeón panamericano júnior en Colombia en 2015; campeón en las World Junior Series realizadas en California, Estados Unidos, y portador de la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Ciclismo de Montaña en categoría júnior en Andorra.
Fueron cinco años, entre el 2011 y el 2015, que le permitieron a Egan desarrollar características físicas clave para el ciclismo de ruta, como la resistencia para enfrentar grandes pendientes y los constantes cambios en el ritmo de carrera, aptitudes que rápidamente se volvieron rumor en el mundo ciclístico, “un nuevo campeón ha llegado”, y que motivaron su salto de disciplina en el año 2016, cuando fue fichado por el equipo italiano Androni Giocattolli-Sidermec.
Y no se equivocaron quienes hablaban de él. Ese mismo año, Egan fue campeón del Tour de Bihor en Rumania, y en el 2017, fue el mejor joven en la Vuelta a San Juan en Argentina y del Tour de los Alpes en Italia, campeón del Tour de Savoie en Francia y campeón del Tour de L’Avenir, para muchos un Tour de Francia juvenil.
Una actuación que llamó la atención de su actual equipo, el británico Sky en ese momento y que hoy lleva el nombre de su nuevo patrocinador, Ineos, el cual lo fichó en 2018 para ser compañero de grandes corredores como Chris Froome (cuatro veces campeón del Tour de Francia 2013, 2015, 2016 y 2017) y Geraint Thomas (campeón del Tour de Francia en 2018), además de sus paisanos Sergio Luis y Sebastián Henao.
Junto a estos grandes pedalistas, el 2019 ya prometía que sería un gran año para el “joven maravilla” de Zipaquirá, que se había quedado con lo más alto del podio de la París-Niza y de la Vuelta a Suiza. Y este domingo, vestido de amarillo, se coronó campeón del Tour de Francia, la “Grande Boucle”, uno de los eventos deportivos más importantes del mundo.
Un triunfo que celebra todo un país, como lo resaltó su madre, Flor Gómez, con estas emotivas palabras: “Solo me queda agradecer a Dios por elegir mi vientre para dar vida a este hermoso niño que vendría a este mundo con un objetivo especial, que es el dar tantas alegrías no solo a mi vida sino también a una nación entera”.
Ahora, Colombia celebra, rebosa de alegría, y espera por el siguiente capítulo que escribirá Egan en su historia, porque esta gesta apenas comienza y promete llenar de más orgullo a todo un país, que ve en este talentoso joven y sus pedalazos una bella analogía de su perseverancia.