Claudia, Mayra, Abel y Lexaida son cuatro de los miles de venezolanos que llegaron a España tras abandonar su país en busca de una nueva vida, algunos con su familia, otros solos, pero todos con un denominador común: tener que empezar de cero por obligación.
“Lo primero que implica es un sacrificio, porque en tu país aunque haya crisis tienes una vida”, afirma a Efe Claudia, de 37 años, que como sus tres compatriotas han solicitado protección internacional, por lo que prefieren no aportar más datos personales.
Desde 2016 más de cuatro millones de venezolanos se han visto obligados a abandonar su país por la crisis política, social y económica, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR).
En España viven 323.575, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Claudia llegó en marzo de 2018 a Madrid, donde la esperaba su marido. Vino con sus dos hijos y con una maleta en la que se trajo los pocos recuerdos que pudo porque, como ella narra a Efe, “tu mente y tu corazón en parte se quedan allá”.
En Venezuela era dueña de un colegio infantil que tuvo que cerrar por la situación que se vivía en el país y asegura que el sacrificio de emigrar y empezar de cero implica cambiar sí o sí. “Te tienes que adaptar obligatoriamente”.
En 2018 también llegó Mayra, de 49 años.
Cuenta que en la empresa en la que trabajaba trataron de obligarla a hacer cosas que podían ser corruptas. Se negó y la despidieron. Asegura que fue amenazada y perseguida.
Su nueva vida en Madrid es “sumamente difícil” porque carece de estabilidad emocional, económica, social y laboral.
Sin redes de apoyo
Detrás de cada venezolano que llega a España hay una historia diferente pero con algunas características similares.
Abel, de 42 años, llegó a la capital española en noviembre del año pasado. En la empresa en la que trabajaba tuvo un problema laboral que le llevó a juicio y denuncia que llegaron a ir a su propia casa para presionarlo y que no declarase. Llegó solo y en Venezuela dejó esposa y tres hijos.
Abel narra que una de sus hijas, de 9 años, tras más de quince días sin luz le dijo que necesitaba “irse ya, que Maduro le está haciendo la vida imposible”, frase que su padre no puede olvidar.
Lexaida llegó a Madrid con sus tres hijos en agosto de 2018 porque aquí residían su marido, su madre y una hermana.
Afirma que dejarlo todo “implica sacrificio”, pero que lo hizo por sus hijos. “Ha sido fuerte empezar de nuevo, de cero”, confiesa taciturna.
Según el Ministerio del Interior español, en los primeros cinco meses de este año 16.846 venezolanos solicitaron protección internacional en España, una situación que les otorgaría asilo o protección subsidiaria.
La abogada y experta en migración Constanza Suárez, explica a Efe que a los venezolanos se le suele dar “el derecho a la protección subsidiaria cuando no reúnen los requisitos para el asilo” para evitar que tengan que regresar a su país.
Otra de las características comunes de muchos de ellos es la preocupación por la situación en la que se quedan sus familias.
“A veces uno come con remordimiento”, dice con tristeza Lexaida al recordar las colas que hizo en Venezuela para comprar productos básicos y, en ocasiones, no lograrlo.
Claudia tiene ese “sentimiento de culpa” al comer, sabiendo que a ellos les cuesta conseguir productos de primera necesidad.
Y Mayra todos los días siente que se le va la vida al no estar cerca de su familia.
Abel pensó hacer terapia para manejar la ansiedad, le atormenta saber que los suyos viven con menos comodidades que él.
En Madrid, entidades como La Casa de Venezuela y la Asociación Alianza Social por Venezuela y el Mundo ayudan a estas personas.